A diario, muchas madres transitamos las góndolas de los supermercados como si estuviéramos en un laberinto de espejos: la sobreoferta de productos puede ser angustiante. Con plena lucidez, debemos abrirnos paso hacia lo único que nos interesa, lo que le hace bien a nuestra familia. Dentro del circuito de compras, el sector de la leche es el que más desconcierto despierta ¿Qué es lo mejor para los chicos?, ¿elegimos leche de vaca o infantil? Algunos especialistas nos guían hacia la respuesta.
Naturaleza potenciada por tecnología
Durante siglos la leche de vaca, diseñada por la naturaleza para los terneros, fue un alimento estratégico para la humanidad. Y aunque eso sigue siendo así, la diferencia es que hoy podemos decidir qué partes de esa leche nos benefician, cuáles podemos descartar y qué cosas sumarle para lograr un superalimento. Según la nutricionista Gabriela Olagnero (MN 2054) “La leche de vaca no es mala sino que hoy podemos hacerla mejor porque tenemos la capacidad de diseñar leches especialmente formuladas para cada etapa de la vida.”
Las leches infantiles para chicos a partir de los dos años cuentan con cambios en su perfil de nutrientes para adecuarlas a sus necesidades. “Por ejemplo, se reducen las grasas saturadas y se suman poliinsaturadas, como el omega 3”, explica Olagnero. “También se reduce la proteína porque, en general, la cantidad que necesitan está cubierta en la alimentación habitual”, agrega. Además explica que se suma hierro y se balancean vitaminas y otros minerales. En lo que respecta a hidratos, se agrega lactosa. “Aunque los adultos perdemos nuestra capacidad de digerirla, la mayoría de los niños no tienen ese problema y brinda un sabor agradable sin el excesivo dulzor del azúcar”, concluye Olagnero. Para el pediatra Adrián Giannotti (MN 90988), estas leches resultan verdaderas aliadas en los planes de alimentación para chicos, dentro de contextos de comidas completas y balanceadas.
Un complemento estratégico
En ese marco también se diseña la fórmula de las leches infantiles. “Es importante que los padres no piensen en estas leches como un reemplazo”, advierte Giannotti. “sino que son un complemento ideal que no sustituyen las comidas fundamentales. La fortaleza de este producto es que suma de forma estratégica”. Olagnero lo explica así: “estas leches se piensan dentro de un contexto. En nuestro país, es usual que los chicos de entre 2 y 4 años terminen consumiendo más proteína de lo que necesitan. Por eso en estas formulaciones, las proteínas se reducen, al igual que el sodio”, observa. “Al mismo tiempo, se suman otras cosas que en las comidas diarias suele faltar: por ejemplo, los ácidos grasos que actúan en el cerebro y el sistema inmune”, explica. “Hay nutrientes que, por el tipo de alimentos que elegimos por disponibilidad o cultura, no se están consumiendo en cantidad adecuada”. En nuestro país, por ejemplo, no muchos chicos comen pescado, y estas leches contienen el tipo de ácidos grasos que trae el aceite de pescado tan valorado por nuestras abuelas”, subraya.
De fácil adopción
“La leche materna es el primer alimento que recibimos al nacer, por eso al crecer, es muy fácil y probable que los chicos acepten los lácteos de una manera natural”, observa Giannotti. “A comparación de lo que sucede con el paladar, al que hay que formar a través de la educación para que los chicos conozcan los sabores, la leche suele ser fácilmente adoptada. Convencer a los chicos que se tomen su vaso de leche no es algo que suela costarle a los padres”, remarca. Cuando los chicos empiezan a consumir quesos o yogurt, los especialistas aseguran que con dos vasos de leche diario pueden cubrir su ración necesaria de este alimento. “Lo que nos aseguramos con la leche infantil es que consigan la mayor biodisponibilidad posible de nutrientes, es decir, que el organismo acepte y aproveche de la forma más natural, todos los elementos extra que le estamos brindando”, concluye Olagnero.