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Complejo de Edipo: ¿Tu novio se parece demasiado a tu papá?

Cuando dijiste: “Pa, te presento a mi novio”, te cayó la ficha:¡ellos son iguales! ¿Qué onda, Mr. Freud con el Edipo Karma?




Créditos: Julia Gutiérrez. Producción de Natalia Señorales

¿Cómo te llamaba tu papá cuando eras chica? ¿Decía tu nombre a secas o tenía para vos un apodo cariñoso? ¿Te encantaba jugar con él o te aburrías con su compañía? ¿Le hiciste alguna vez un dibujo? ¿Y una cartita para el Día del Padre? Más veces de las que creemos –y especialmente si invocamos a Freud– tenemos que viajar a nuestra infancia para comprender mejor la vida adulta. Cuando nos damos cuenta de que nuestro novio tiene características similares a las de nuestro progenitor, entendemos que no se trata de una casualidad. Sabemos que la relación con nuestro viejo nos chipeó de una manera determinada. No podemos escapar a la influencia que ejerce lo que conocemos como complejo de Edipo o a lo que nosotras dimos en llamar “Edipo karma”. Por eso, si te pasa que los ves juntos y te asustan un poco los parecidos –en lo físico, en la forma de pensar o en la manera de accionar con vos–, acá te ayudamos a revelar qué hay detrás de eso. Y sobre todo, a zafar de que ahí se juegue un conflicto.

Nuestro primer amor

¿Podemos decir que papá fue nuestro primer amor? Sí, podemos. Aunque dura un ratito; hasta que nos damos cuenta de que hay otra mujer (¡hola, mami!) y vivimos nuestra primera desilusión amorosa. Esos años infantiles quedan atrás, desplegamos las alas y vamos en búsqueda de nuevos amores. Cada una hace lo que puede y va eligiendo sobre la base de la experiencia y la manera en que fue transitado el Edipo. Cuando no es superado, continuamos bajo su espectro desde un lugar inconsciente y acurrucamos una angustia. En esta instancia, es posible que sintamos que hay algo que tenemos que destrabar o sacarnos de encima para seguir adelante.
Por otro lado, el psicoanálisis habla del sepultamiento o declinación del Edipo para indicar que llegamos a una resolución del complejo que nos permite andar más livianas y sin tanta rosca. Esto no significa que no vayas a elegir tipos carismáticos como tu viejo o todo lo contrario porque te cansaste de que él haya sido siempre el centro de atención.
“Es tan terco como tu padre”, dijo alguien de tu familia acerca de tu novio, vos le diste la razón y no es ni bueno ni malo que así sea. Lo que importa es poder entender el porqué de nuestras elecciones amorosas para que dejen de ser kármicas respecto de lo que vivimos en la niñez. Observar con conciencia la relación con nuestro viejo y ubicar qué nos pasa ahora con nuestra pareja puede despejarnos un poco el camino. Cada una tiene que hacer la propia interpretación, pero esta hojita de ruta bien vale como ejemplo para empezar a preguntarnos qué nos pasa en nuestras relaciones.

Apasionadas del dulce de leche

Nos encanta que nos mimen y presten atención. Adoramos que nos protejan y demuestren afecto porque tuvimos un papá muy presente y cariñoso y nos parece extraño cuando un hombre no actúa de igual modo.
Cuando se vuelve kármico: a veces, sentimos que nuestro chico no nos cuida o acompaña como necesitamos. Quizás inconscientemente, esperamos que nos felicite por cada pequeño logro. Fantaseamos con ser “todo” para el otro, con estar pegoteados all day, y, la verdad, eso jamás va a suceder. Y mientras lo seguimos esperando, sufrimos.
¿Cómo moverse de ahí? Hay que desandar el espiral para entender que nos gustan este tipo de hombres, pero que jamás van a ser como nuestro padre. En cierto modo, nos ponemos en un lugar que sigue atado a lo infantil, a esperar todo del otro cuando bien podemos valernos por nosotras mismas. Podemos plantearle a nuestra pareja: “Che, quiero que seas más cariñoso”, pero el cambio depende de una.

Amantes de los témpanos

Nos gustan los duros, los que nunca nos van a mandar un corazoncito vía chat, los que no tienen el “te amo” fácil. Jamás se les va a caer una lágrima. ¿Te hacen acordar a alguien?
Cuando se vuelve kármico: no nos bancamos al meloso o somos unas exageradas y, ante la más mínima e inocente demostración de amor (un mensajito a los cinco minutos de terminada una cita), el pibe nos parece un denso y lo alejamos. Otro escenario que se nos puede plantear es el opuesto: estamos a la espera de un afecto que nunca llega o, al menos, eso creemos. Aprendimos a ubicarnos en un lugar en el que deseamos ser queridas por un papá que se mostró distante y nos cuesta movernos de ahí. Seguimos sintiéndonos carentes de amor, pero no cambiamos nuestras elecciones amorosas. ¿Por qué no buscamos un tierno?
¿Cómo moverse de ahí? Si elegimos parejas con características paternas que en algún punto nos hicieron sufrir, no nos pongamos ahora en lugar de víctima o de la que siempre espera algo que no llega. Encendamos la luz de alerta si vemos que alguien no nos brinda lo que queremos y rompamos el silencio: no mandes indirectas, decile a tu novio lo que esperás de la relación porque quizás él no está ni enterado.

Enamoradas de la complicación

¿Solés engancharte con hombres que tienen su interés puesto en otro lado (no necesariamente tiene que ser otra mujer)? Así como sucede en los ejemplos anteriores, ahí también existe un conflicto edípico que anda por debajo.
Cuando se vuelve kármico: en el caso de estas elecciones, puede que haya un deseo infantil de rivalizar con “la madre” para tener “al padre”. En nuestra fantasía sabemos que no vamos a poder ocupar ese lugar, entonces seguramente nos las arreglemos para que en nuestra realidad adulta nunca podamos llevar una relación a buen puerto o nos cueste construir una pareja sólida. ¿Por qué? Porque va a ser difícil aceptar y creer que un hombre nos pueda elegir a nosotras por sobre otras personas.
¿Cómo moverse de ahí? Puede que el compromiso externo del otro sea real, pero también puede que sea nuestra fantasía, ahí tenemos que trabajar nuestra autoestima. No busquemos competir con otras mujeres o con el trabajo del otro porque es una lucha inagotable. Posicionarse desde un lugar positivo, saber que una está en el primer lugar, nos va a aliviar e, incluso, va a cambiar nuestras elecciones.
También hay que pensar cuántos de estos parecidos que encontramos en nuestro viejo y en nuestra pareja son propios de sus personalidades y cuánto está ligado al lugar que solemos ocupar nosotras en una relación. Por eso, si la cuestión kármica/paternal no nos deja avanzar, no les exijamos a los otros que cambien: movámonos nosotras.

YO TE ELIJO

¿Por qué elegimos a nuestra pareja actual? ¿Tiene algo en común con nuestro padre? ¿Esto es algo que nos jode o nos genera cero drama? Existen distintos caminos de elección del amor adulto.
Similar: por ejemplo, si nuestro viejo es un hombre de fiar y su palabra es un juramento, nos engancharemos con alguien en quien confiemos al 100%.
Opuesto: se trata de alguna característica que tomamos como negativa en referencia a la relación paternal. Si siempre notamos que estaba de mal humor o quejándose ante cualquier circunstancia, buscaremos que el hombre que nos acompañe les ponga más onda a las situaciones que puedan presentarse, adversas o no, que nos haga reír y que sea divertido.
Ideal: en este caso, elegimos a un hombre porque representa lo que desearíamos que hubiera sido nuestro viejo y no fue. Quizás tuvimos un papá ausente, al que esperábamos en el acto del colegio y nunca llegaba. Entonces, seguramente iremos en busca de una pareja que nos acompañe en los momentos que consideramos importantes, en los que necesitamos ser vistas y aplaudidas por alguien querido. •
Y vos ... ¿Te identificás con el Edipo Karma? ¿Por qué elegiste a tu pareja? ¿Sentís que estás recreando una historia de la infancia? También leé: Iván Noble: "Hasta donde yo sé, ¡no se puede oler un cuello por WhatsApp!"y Sexo: hacete la película
Experta consultada: Mónica Cruppi, psicóloga.
Agradecemos a Bolivia y John Foos por su colaboración en esta nota.

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