
Esas cosas que una escucha en las charlas de pasillo en la oficina, aún sin quererlo. Porque siempre hay alguien que te da más información de la que querrías tener y para una imaginación florida, a veces las imágenes que me construyo mentalmente me atormentan en los momentos menos pensados.
Dos frases que me revientan, bah tres.
-Tenemos muy buena cama.
Imposible que no me imagine el mobiliario, caro, de Laura O ponele, de dos por dos pero con baldaquino y hasta algún cubrecama a los pies de una piel de animal exótico. El espanto mismo.
¿Tener buena cama es tener buen sexo? Si la calidad del sexo fuese directamente proporcional al precio actual del colchón con somier, garantía de fuegos artificiales cada vez que nos entregamos a "los placeres de la carne".
-Yo soy muy libre en el sexo.
Digo, ¿en comparación a quién? ¿A Caroline Ingalls? ¿A los mitos de la pornografía ochentosa como Amber Lynn? Por favor, nadie que afirme estas cosas es muy creíble. Dime de que te jactas... Y en todo caso, no quiero saber de tu vida sexual en mucho detalle, menos si sos mi compañera de oficina y sólo nos une un Nespresso matinal.
-Hacer el amor (en cualquiera de sus manifestaciones). Prefiero siempre las palabras con C, con G. Siempre. Y si no queda otra por el contexto, mandame una más científica como "relaciones sexuales". Se hace el amor en esas películas rosas en las que el sexo carece de ruido y viene con musiquita de fondo y fundidos en negro, no tiene transpiración ni olores ni todas esas cosas que lo hacen "animalmente" maravilloso y primitivo. Eso. No se hace el amor, ni se es libre en el sexo ni se tiene buena cama. Se C--- con C mayúscula, libres o atados (como más te guste) y en cualquier lado.
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