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Con los brazos abiertos sobre Guanabara

Sólo la vista de esta bahía, que inspiró a tantos poetas, justifica un viaje a la Cidade Maravilhosa




RIO DE JANEIRO.- Hace unos meses, una publicidad del shopping Río Sul, un clásico de la ciudad, esbozaba una definición de los cariocas: "Ser carioca es estar en medio de un embotellamiento y poder mirar el mar, es abrir cualquier ventana y buscar el Cristo... Ser carioca es tener la certeza de que ésta es la ciudad más linda del mundo, aun sin conocer ninguna otra".
Lo mejor de un viaje a Río es rozar la esencia de los cariocas, espiar -y por qué no contagiarse- su naturaleza juguetona, gozadora al máximo y hospitalaria. Cuando despunta la mañana, los cariocas salen de sus casas y copan la conocida rambla de diseño recortado en blanco y negro, desde Copacabana hasta Leblon. A toda marcha: gimnastas y jubilados; mamás con carritos y patinadores; travestis y ciclistas, todos quieren curtir el sol y sentirse mejor con una dosis de ejercicio.
Ahora... si amaneció oscuro, automáticamente dejan el plan para otro día. Las playas están desiertas y muy pocos circulan por la costanera, porque hay que saberlo: a los cariocas no les gustan los días nublados.
Aunque Copacabana es el sector más turístico de la ciudad, alojarse aquí tiene la ventaja de contar con mayor seguridad, restaurantes y boliches abiertos hasta más tarde (o temprano). Los locales prefieren Leblon, que tiene más vida nocturna y al mismo tiempo es residencial. "Ipanema nunca -dijo Marcia, carioca hasta la médula-, para comprar cigarrillos tengo que tomar un taxi."

De clase internacional

Entre tanto ruido de hoteles cinco estrellas y turistas de todo el mundo, una perla de Copacabana: el Copacabana Palace. Se trata de un hotel construido en 1923 por el arquitecto francés Joseph Gire a pedido del propio presidente de Brasil: "Río necesita un hotel de clase internacional a orillas del mar", afirmó Epitacio Pessoa.
Blanquísimo y clásico, con palmeras y duchador de mármol para antes de entrar en la piscina, fue el elegido de Fred Astaire y Ginger Rogers, Orson Welles, Marlene Dietrich, Walt Disney, John Wayne, Simone Signoret, Robert de Niro, Lady Di y Emerson Fittipaldi, entre muchas otras figuras reconocidas, que hoy tienen su foto autografiada en el primer piso. No es necesario estar hospedado para darse una vuelta por esta reliquia de otros tiempos, que todavía funciona.
Desde Leme, justo antes de Copacabana, hasta Leblon, pasando por la punta de Arpoador, hay puestos de guardavidas cada kilómetro (en total son 12) y quioscos de coco gelado casi a cada paso. Pero hay uno que es una novedad hasta para los mismos cariocas. Queda justo después del canal Jardim de Alah, que divide Ipanema de Leblon.
Se llama Baixo Bebe y su métier son los niños. "Puedo calentar la mamadera, cambiarlo, mientras la hermanita juega, es muy práctico... me dijeron que en enero hay tantos carritos estacionados que hasta pusieron un cuidador", comenta Leslie, una turista americana que encontró la solución para que Morgan y Julie también se diviertan en las vacaciones.
Una calle que se llame Vinicius de Moraes merece un desvío de la playa de Ipanema, aunque más no sea para tararear esa música tan conocida y recordar al gran poeta brasileño. Dos cuadras más adelante hay dos barcitos enfrentados, Vinicius y Garota da Ipanema que todavía viven de la nostalgia (y del turismo). Por las noches tienen shows de bossa nova, pero durante el día son igual que cualquier bar, sólo que más caros.

El Rei dos Sucos

Quizás es mucho más auténtico parar justo al lado, en el Rei dos Sucos, que tiene pócimas energéticas como Bomba Tropical (jugo de zanahoria, remolacha, naranja, ananá y guaraná) o Iron Man (zanahoria, remolacha, naranja, huevo de codorniz, maní, guaraná en polvo y proteínas) por menos de un dólar.

Sábados de siesta

Dicen los cariocas que sólo comen feijoada los sábados porque pueden dormir siesta, pero la Casa da Feijoada (rua Prudente de Moraes) abre todos los días. En el menú sólo se lee feijoada, que se come con carne de cerdo. Pero no lomo ni costillas, más bien rabo, orejas y lengua.
Es así porque antiguamente era una comida para los esclavos y se hacía con las sobras, sólo eso que los señores no comían. La entrada de rigor es un delicioso caldinho de feijoada, y luego sigue la feijoada propiamente dicha, con porotos negros. Los platos que la acompañan son arroz blanco, aipim frito (mandioca), acelga saltada con ajo y, acaso para sacarle peso, unas rodajas de naranja. Un manjar para dos personas, por 10 dólares.
Rio es para caminarla, pero sobre todo para mirarla. Existen puntos panorámicos para disfrutarla desde todos los ángulos, de frente, de perfil y desde el aire. El Pão de Açúcar, el morro Dois Irmãos, el mirador Dona Marta y los balcones naturales del barrio de Santa Teresa. Pero sin lugar a dudas, la vista desde el morro do Corcovado (710 m) no tiene comparación. Arriba es fácil entender por qué ese Cristo Redentor art déco tiene, como dice la canción, los brazos abiertos sobre Guanabara, en lengua tupi, el seno del mar. Es un paisaje tan inmenso y bello que sólo él podría abarcarlo.

Favelas

  • Desde todos los miradores de Río siempre hay alguna favela que se trepa al morro y lo cubre cada día un poco más. Aunque no son cifras oficiales, los guías coinciden en que cerca de dos millones de los seis que viven en Río están favelados . En su decálogo del buen guía, Leonardo Waismann se niega a llevar a los turistas a visitar la Rocinha, la favela más grande de la ciudad. "Hay muchos que lo piden, pero yo creo que los pobres no son bichos para exponerlos".

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 462
Desde Buenos Aires hasta Río, de ida y vuelta, en temporada alta, con impuestos incluidos, volando por Varig.

Paquete

Un programa de 7 noches con aéreos, alojamiento en el Río Othon Palace, desayuno y traslados de llegada y salida cuesta 951, en enero. Informes: http://www.allseasons.com.ar

Seguridad

Aunque tiene fama de ser muy peligrosa, las zonas más turísticas de Río cuentan con protección policial. Por lo demás hay que tomar precauciones como en una gran ciudad.

Copacabana

En las playas hay clases gratuitas de aerobic, de 7 a 8.
Con 30 pisos, el hotel Río Othon es el más alto de la zona. En el último hay un barcito con una buena vista de las playas. Funciona hasta tarde y una caipiroska en la barra cuesta 3 dólares.
En la mayoría de los grandes hoteles, los huéspedes pueden usar Internet por 2 dólares los 15 minutos. En las calles de Copacabana cuesta lo mismo, pero por 30.

Ipanema

La feria de Ipanema, en la plaza Gobernador Açores, cumplió 35 años, y cada domingo es posible encontrar lo que sea, desde artesanías hasta sillones y cuadros.
Toca do Vinicius: local de música especializado en bossa nova. Hay rarezas, nacionales e importadas.
Pão de Açúcar
Está abierto todos los días, de 8 a 22; la entrada cuesta 7,50 dólares. En el primer tramo el teleférico o bondinho trepa el morro da Urca en 3 minutos. En el descanso se puede ver el teleférico que funcionó entre 1912 y 1972. En el segundo tramo se sube a 396 metros y la vista de la bahía de Guanabara es increíble. Es útil llevar un mapa para ubicar los iconos de Río.

Corcovado

El acceso cuesta US$ 2 por persona y 2 por auto. También se llega en un trencito que tarda 17 minutos y parte de Cosme Velho (7,50).
Por medio del Proyecto Cristo Redentor se está renovando la zona. Están haciendo elevadores panorámicos, nueva señalización e instalaciones sanitarias.

Aladelta

Para esto sí que hay que ser valiente. Se parte desde una plataforma de São Conrado, a los pies de la Floresta da Tijuca (US$ 100).

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por Redacción OHLALÁ!

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