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Con sabor a dulce de leche

La estancia El Rosario, que ocupa parte de lo que fue La Martona, en Vicente Casares, permite disfrutar de un día campestre añorando las delicias de la infancia




En el hangar La Lechería, del que fuera el gran establecimiento La Martona, hoy funciona -arrendado a la fundación que mantiene el área principal del campo- el casco turístico El Rosario.
Diez hectáreas de parque y otras cincuenta para recorridas, rodean el hospedaje de 24 plazas con atención permanente de sus anfitriones: Enrique y Cristina Rosasco. Está a poco más de medio centenar de kilómetros de Buenos Aires, en Vicente Casares, a 2,8 kilómetros de la ruta nacional 205 y la estación de ferrocarril donde arribó, en 1964, un visitante famoso: el general Charles De Gaulle.
El hangar lechero -uno de los muchos edificios de la estancia-, transformado hoy en un confortable casco y hospedaje de turistas, fue construido en 1920 junto a un tanque de agua elevado con torre de madera que se reputa como del siglo pasado.

Un poco de historia


En el siglo XVII fue una extensión mayor cedida por merced del gobernador de Buenos Aires -1686-, a don Ignacio Fernández de Agüero. En 1838, sumaba 17.500 hectáreas y en tiempos en que la lana era el negocio bonaerense de moda, pertenecía a la Sociedad Pastoril de Merinos que presidía Narciso Martínez de Hoz, finalmente propietario del campo.
Ya en manos de María Ignacia Martínez de Hoz y ésta se casó con el también estanciero Vicente E. Casares, sobrevino la mayor vastedad, estancia que llamaron San Martín en Cañuelas (el en se usó para diferenciar geográficamente las muchas estancias en honor al santo de Tours.
Fue otro Vicente (Lorenzo) Casares el que, en el puesto San Martín de la estancia, ensayó -con poco éxito- la fabricación de quesos. Estaba al frente del establecimiento ya llamado La Martona, a fines del siglo pasado, cuando se dedicó a lo lácteo. Pasó a ser una sociedad anónima en 1900, con la vicepresidencia del doctor Carlos Pellegrini, y dos años después, no sólo conseguía el premio a la mejor calidad del producto, sino que La Martona industrializaba el dulce de leche, logrado con viejas recetas de la época colonial.

Torrejas y pastelitos

Si en el desayuno, los hospedados de hoy no encuentran dulce de leche, la falta de evocación lugareña está compensada con tortas y otros dulces, además de tostadas y medialunas, avituallamiento que en la merienda vespertina se cambia por torrejas y pastelitos. Se asa cerca del quincho anexo a la pileta, pero se sirven los almuerzos y cenas en el amplio comedor con hogar de crepitantes tocones. Sirven picada de entremeses varios y empanadas.
El cocinero Willy reemplaza las parrilladas en la que se incluyen ajíes rellenos con jamón, panceta, queso y cebolla -receta de la dueña de casa- con un menú en el que alterna el pollo al disco con otro a la crema con champignons o quizá ravioles al roquefort. Entre los postres lideran los flanes, los panqueques y el budín de pan.
Los chicos disponen de juegos de mesa y hasta una casa en miniatura para sus juegos. Hay cancha de fútbol, un play-room con mesa de ping-pong, y en la gramilla se puede diseñar un itinerario de croquet o extender redes de voley y de tenis. Los fines de semana los visitantes disponen de caballos tarifados aparte (10 pesos la hora).
Pasar el día de campo con desayuno, almuerzo y merienda cuesta 45 pesos. La tarifa para hospedarse con cuatro comidas es de 70, 90 y hasta 110 pesos, base doble, y según la comodidad elegida. En todos los casos, la tarifa se reduce en un 50 por ciento para los menores entre 3 y 10 años, sin cargo los más chicos. Las reservas se hacen por el 342-8417 y el 0226-91001.
Por los caminos anexos se emprenden paseos que llegan a viejos edificios de la estancia y a la capilla de principios de siglo que fundó la familia Casares. El casco-hangar fue usado a principios de los años 70 como albergue de las tripulaciones de una compañía de aviación, mientras que la estancia fue lugar de agasajo a figuras importantes, como sucedió en octubre de 1900, cuando se hospedó el presidente de Brasil Manuel Campos Salles, además de las visitas del ex presidente y socio de La Martona, Carlos Pellegrini -por lo menos hasta 1906, año de su muerte-, y la ya mencionada visita del general Charles De Gaulle.
Se llega por autopista Riccheri (peajes de 2 pesos y 0,70) hasta el puente 1 y conexión de doble vía hacia la ruta 205. Por ésta se sigue hasta Vicente Casares, después del mojón del kilómetro 51, y hasta el monolito que homenajea al lugar lechero, a la izquierda. Junto al monolito nace una calle de tierra afirmada que sigue como camino -2,8 kilómetros- hasta un viejo portal, allí hay que tomar el camino de la izquierda hasta el casco.
Por Francisco N. Juárez

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