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Con sus murallas, Lucca se hace fuerte en la Toscana

Esta ciudad, que mantiene el trazado original del Imperio Romano y la imponencia de sus fachadas barrocas del Medievo, es un canto al pasado




LUCCA, Italia.- Los ladrillos del Medievo que contienen a esta ciudad parecen, a pesar de los años, seguir esperando la llegada de esos invasores que nunca vinieron. Lucca rodeada de murallas; de un cinturón hecho de bloques de piedra caliza que se levantan imponentes y bosquejan una fortaleza entre las verdes colinas de la Toscana. Lucca detenida en el tiempo, impenetrable, casi intacta y genuina hasta en el último recodo.
Pero lo más fascinante es que el relato de su historia se va dibujando en las calles, porque es allí donde la fachada barroca construye a la ciudad auténtica, o donde los palacios del siglo XVII no se muestran extraños, sino que se integran al entorno con naturalidad cotidiana. Es allí donde todavía se conserva el trazado urbano original que le dio el Imperio Romano, junto a esas casas con formas de torres que lo enaltecieron durante los florecientes siglos medievales.
Auténtico exponente de la tardía Italia, hoy Lucca está orgullosa de estar fuera del circuito turístico tradicional.

Construcciones medievales

Hoy es domingo y la Piazza San Martino se llena de vendedores de globos y dulces caseros. Rogando un pedazo de buccellato (roscas con pasas de uva), una multitud de bambini rodea los carritos ambulantes y el griterío agudo interminable se mezcla con el llamado del campanario. Entonces el clima se aquieta y el espíritu devoto de Lucca se congrega bajo los arcos románicos de la fachada de la catedral de San Martino. En un imponente desfile de arte, el estallido de colores que se desprende de La Ultima Cena, de Tintoretto, merece una atención especial.
En la nave izquierda de la catedral surge un templete octogonal construido por Matteo Civitali, en 1484, que custodia al célebre crucifijo de madera conocido como la Santa Faz. Según una antigua leyenda, fue tallado sobre un cedro del Líbano por Nicodemo, aunque se cree que unos ángeles guiaron la mano que modelaba los rasgos de Cristo. Luego de permanecer escondido durante siglos a causa de las persecuciones, fue colocado sobre una barca y confiado al mar abierto. Navegando a través del Mediterráneo, escapó a los piratas y llegó a las costas de Luni. Luego, la cruz fue colocada en un carro tirado por jumentos salvajes que libremente se dirigieron hacia Lucca. Aún hoy, la Santa Faz -también llamada Santo Volto- puede visitarse en San Martino.
Afuera de la catedral, la tarde dominical sucede de manera apacible. El final de la misa se envuelve con el rumor de la gente desparramándose por Via del Duomo hasta la vicina Piazza Napoleone. Por supuesto, es un lugar de encuentro público por excelencia desde los tiempos de Elisa Bonaparte. Y es allí donde una vez más el paisaje es hegemonizado por alguna de esas construcciones que representan la historia viva. En este caso el Palacio Ducal; uno de los trabajos más refinados de la arquitectura luquesa.
Lucca no ha cambiado mucho, e incluso hasta parece que se jacta de ser la misma desde hace siglos. Las edificaciones deterioradas han sido reconstruidas guardando siempre una relación armoniosa con el entorno.
Por momentos, dos estilos de épocas diferentes se encuentran mezclados en una misma iglesia haciendo florecer una suerte de reconciliación arquitectónica. Una forma que, sin la exquisitez refinada de Florencia -gran capital de la región-,conserva intacto el espíritu toscano, agregando su toque personal que la acomodan a la altura de sus hermanas Pisa, Siena o Arezzo.
La combinación plaza-iglesia-palacio, aquí en Lucca se repite sin fin. A escasos 200 metros del Ducal, otra nueva postal se dibuja con la Piazza San Michele, la iglesia homónima con su correspondiente campanario y el Palazzo Pretorio. Todos, ubicados en el lugar de un antiguo foro romano.
La extraña fusión de románico y gótico de la Chiessa de San Michele parece sutil; como hecha a propósito y de manera deliberada. Piedra caliza blanca, capiteles, columnas e interminables arcos que van elevándose en una estética novedosa hasta la imagen del santo con sus alas abiertas desde lo alto.

Ciudad aparte

Entre los encantos de Lucca, sobresale su plácida apariencia de pequeña villa. Al caminar por la rústica Via Santa Croce -entre otras- se sigue el trazado de un circuito que se pierde entre caserones y viejas reliquias como el Palazzo Bernardini y la Piazza dei Servi. Y, a partir de cualquier esquina, comienzan a despegarse esos típicos pasajes cerrados e inspiradores, que atraviesan esta bella citta y la hacen más íntima y cercana.
Interrumpiendo la Via Santa Croce, la Via Guinigi recuerda con su gran palacio de ladrillos del siglo XIV a uno de los apellidos más ilustres de Lucca. Junto con la iglesia de San Simone e Giuda, este sector de grandes torres y palacetes de la antigua familia Guinigi forma uno de los rincones más sugestivos de la ciudad.
A pocos metros se abre paso la Piazza del Carmine y luego un sitio que llama la atención: el Anfiteatro Romano. Se trata de una gran plaza que todavía conserva su planta elíptica desde la época medieval. Sobre sus ruinas proliferaron viviendas con un colorido sugerente.

Fortuna histórica

Las vetustas paredes con que uno se topa en las calles de Lucca dan cuenta de su historia, "de la que estamos acostumbrados", sostienen los lugareños. Hasta un chofer puede referirse o recordar a Julio César o a los Bonaparte de manera natural, o un vendedor de la Piazza San Martino les puede ofrecer dulces hechos con recetas de otros siglos.

Las villas

En las colinas que rodean la ciudad, las villas construidas por las ricas familias de comerciantes aún decoran el paisaje. Columnas, arcos, capiteles y estatuas caracterizaban el sitio elegido pra una estancia apacible; servían también para controlar los poderes y promover los trabajos agrícolas.
Están abiertas al público, a no más de 10 kilómetros de Lucca. Las más interesantes son la Villa Mansi, La Torrigiani, la Garzoni y la Real.

Recomendaciones

Cómo llegar

  • En Lucca no hay aeropuerto comercial. La combinación más efectiva es aterrizar en la aeroestación Amerigo Vespucci de Florencia y, luego, o bien tomar un ómnibus desde la terminal (20 dólares) o alquilar un auto con chofer en el aeropuerto (80 dólares).
  • No hay vuelos directos a Florencia. El trayecto es vía Roma y cuesta entre 1100 y 1400 dólares.

Alojamiento

  • Algunos hoteles son reconstrucciones de viejos palacetes medievales. Entre los más lujosos están el Picolo Hotel Puccini (tel. 0583-55421) y el Hotel Principessa Elisa (0583-379737).

Comidas

  • El restaurante más famoso por sus pastas es Buca di Sant´ Antonio, ubicado en Piazza Napoleone. El costo de una comida para dos personas es de 40 dólares.
Jorge A. Benedetti

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por Redacción OHLALÁ!


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