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Córdoba de la sierra al hoyo

Cerca del aeropuerto de Pajas Blancas puede iniciarse una larga ruta que combina paisajes, en los que se destacan pequeños pueblos, con históricas canchas de golf




C ORDOBA.- Como en casi todas las cosas que atrapan -y el golf difícilmente deja escapar a quienes se acercan para conocerlo-, sus acólitos lo describen brevemente: ser golfista es un destino que se vive, se goza y se sufre con la fuerza de una religión. Con todo lo que eso implica en cuanto a la entrega y el entusiasmo. Pero también debe hablarse de pasión, obsesión y hasta fanatismo. Y si no, que lo digan las mujeres (o los maridos) y los hijos no golfistas de los cofrades del palo y la pelotita.
Por lo tanto, para ser consecuentes con esta pasión, si París bien vale una misa, el golf bien justifica un peregrinaje. Con un gancho suplementario, matizar o complementar el bichito de los links con otras realidades, como el descubrimiento y el conocimiento de lugares y paisajes agradables y distintos que, a lo mejor, sin el golf no se conocerían o pasarían inadvertidos
A fin de cuentas, no sólo el arte de pararse bien, clavar la vista en la esferita blanca que acaricia el tee, subir el palo y bajarlo naturalmente -como si fuera la prolongación de los propios brazos-, escuchar con fruición el seco impacto de un buen tiro y seguir místicamente la elipse de la pelota agotan la existencia. ¿O sí?

Con los palos a cuestas

En el país hay espléndidas canchas, pero puede afirmarse, sin temor a exagerar, que existen zonas privilegiadas que parecen haber sido tocadas por la mano de Dios. Córdoba es una de ellas. Diseminadas por su geografía hay más de una docena de campos de golf estratégicamente ubicados, para lograr que el viajero que llegue con la bolsa de palos a cuestas pueda diseñarse un itinerario deportivo-turístico-cultural y gastronómico de primer nivel, donde el golf sea lo central, pero también lo seduzcan otras alternativas, a él o a sus pacientes acompañantes.
Esto, porque al entorno serrano se suma una historia que amalgama los mejores exponentes de la tradición colonial con el espíritu pujante de la inmigración europea.
Para un golfista con poco tiempo o pocas ganas de hacer en auto los casi 800 kilómetros que separan a la capital cordobesa de Buenos Aires, cerca del aeropuerto de Pajas Blancas comienza lo que podría llamarse la ruta del golf cordobés. A unos diez kilómetros de allí está el tradicional y muy exclusivo Córdoba Golf Club, de Villa Allende.
La cancha, diseñada hace 70 años por Héctor Bozzacchi, conserva añosos algarrobos, talas y quebrachos del trazado original, con pinos y robles estratégicamente ubicados, y con toda una variedad de plantas y flores.
El diseño pertenece al arquitecto Carlos Thays. Está emplazada al pie de las Sierras Chicas.
Desde el fairway de los hoyos 9 y 16, por ejemplo, se ve la cruz del cerro Pan de Azúcar, que une Villa Allende con Cosquín, uno de los paseos que se pueden hacer desde el lugar.

En camino

Uno es el caso del Jockey Club de Córdoba, que ha construido un country en plena ciudad con un jardín central de 53 hectáreas en forma de campo de golf.
Por el momento funcionan los primeros 9 hoyos, pero se estima que en poco tiempo más llegarán a los 18.
El otro caso es el de la Villa Residencial Las Delicias, con un trazado de 18 hoyos, pero al que se puede acceder sólo por invitación.
Tanto si se sale desde Villa Allende o desde cualquiera de los clubes de la capital cordobesa, el próximo destino golfístico-turístico es el de Ascochinga, 60 kilómetros al Norte, con una cancha de 18 hoyos. Hay que tomar la ruta provincial E 53 que une Río Ceballos con Ascochinga y hacer la primera escala en un paraje llamado El Manzano, 2 kilómetros antes de Agua de Oro. Allí, a la izquierda, sale el camino de tierra a Candonga, una iglesia colonial en medio del valle, junto al río, al que se llega luego de trepar una cuesta escarpada, no apta para conductores desprevenidos.
La capilla de Nuestra Señora del Rosario fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941 y formó parte de una estancia que era utilizada, hace 200 años, como invernadero de mulas con destino a Potosí.
En la hostería, que está junto a la capilla, todo se hace en cocina de leña, horno de barro o parrilla, y el menú es, básicamente, comida de campo: empanadas de matambre cortado a cuchillo, canelones de espinaca y seso, locro, o cabrito.
En el bar se puede optar por un tentempié de pan, salame de la Colonia, jamón y queso caseros, acompañados por un vaso de leche fresca.
Si el viajero lo desea, puede prolongar su estada y alojarse en la hostería, que tiene habitaciones calefaccionadas con salamandra.

Marcas jesuítas

Ascochinga posee un microclima que la distingue y está encerrada entre sierras que viran del verde al azul. Allí, las tradiciones se transmitieron de boca en boca.
Ascochinga ha servido de escenografía a infinidad de personajes ilustres, de Julio Argentino Roca, que gobernó desde allí -en su estancia La Paz- durante muchos años los destinos del país, a John Fitzgerald Kennedy, cuyo paso -en 1941- se recuerda con una placa en la iglesia del Sagrado Corazón.
Muchas de las más lindas casas de la zona fueron construidas a fines del siglo pasado y a principios de éste por familias porteñas y cordobesas de estirpe. En muchos casos alojaron a personas con problemas respiratorios, ya que el tratamiento recomendado era aprovechar el aire puro de las sierras. Justamente el actual hotel Golf fue, durante muchos años, un hospital para ese tipo de afecciones, y lo que es hoy el hotel Parque servía de alojamiento para familiares de los enfermos y sus acompañantes.
Los pasajeros de cualquiera de estos dos hoteles tienen libre uso del campo de golf, que acaba de ampliarse a 18 hoyos. Se trata de una cancha difícil, rodeada por las Sierras Chicas, con una topografía muy atractiva de frecuentes subidas y bajadas, y una vegetación exuberante. Tiene un hoyo 7 -par 3- memorable por lo complicado, ya que un algarrobo de 15 metros molesta la salida y uno más chico impide la entrada al green.
Antes de seguir hacia el próximo destino golfístico, en La Cumbre, conviene aprovechar la estada en Ascochinga para visitar la antigua estancia jesuítica de Santa Catalina, 14 kilómetros al Nordeste, hacia Jesús María, por camino de tierra. En el trayecto quedan vestigios de lo que fue la avanzada civilizadora.
Una de las muestras es el convento de Santa Catalina, de estilo barroco, que hoy, en manos privadas, se mantiene en muy buen estado de conservación.
Se puede visitar la iglesia, que tiene más de 300 años, el patio de los calabozos, el cementerio de los esclavos, el tajamar y, si el visitante se cruza con alguno de los actuales dueños, podrá escuchar alguna historia del lugar.
Desde allí se puede desandar el camino y volver a Ascochinga o seguir hasta Jesús María, para completar el circuito jesuita visitando el Museo de San Isidro, el otro gran convento de la zona, y continuar por un camino de tierra 4 kilómetros más para visitar la Posta de Sinsacate, donde velaron a Facundo Quiroga y, un poco más allá, Barranca Yaco, donde lo mataron.
El regreso puede ser por la ruta 9, que en este tramo une Jesús María con Santiago del Estero, ofreciendo una buena excusa para detenerse en El Faro, uno de los mejores lugares para comer carne en Córdoba, hasta el punto de que muchos cordobeses no dudan en hacer los 60 kilómetros que separan su ciudad de la de Jesús María para disfrutar de los cortes que van saliendo del asador y compartirlos de a dos en tablas de madera.
De allí, por asfalto, hay 19 kilómetros para volver a Ascochinga y seguir viaje hacia La Cumbre.

Shock y tradición

El trayecto, 32 kilómetros de tierra de la ruta E-66 que suelen estar bastante maltratados por las lluvias. Se pasa por las Tres Cascadas, el baño de río donde Susana Giménez conoció la fama después de hacer shock para una marca de jabón. Y se llega a la tranquera de San Miguel, la mítica estancia de la familia Cárcano, otrora faro de ilustres visitantes como el príncipe de Gales, el duque de Kent, John Fitzgerald Kennedy y, ya convertida en viuda ilustre, Jacqueline Bouvier, a la que un fotógrafo indiscreto -orientado por un baquiano- logró fotografiar semidesnuda mientras se bañaba en una cascada conocida entre los lugareños como La taza.
La Cumbre es, tal vez, el enclave serrano con más cachet de la provincia. Uno de los lugares más impactantes es el La Cumbre Golf Club, con su edificio de estilo normando levantado en 1926, dos años después de que se fundó el club y Juan Dentone diseñó la cancha.
A poco de inaugurarse, su paisaje atrajo a las familias porteñas y así nació la tradición de veranear con golf en vez de con mar. A lo largo de los años se ha mantenido ese diseño natural con sus particularidades, como la salida del hoyo 17, con el green del 16 a unos diez metros por debajo del nivel.
En el ranking de hoyos malditos, las palmas se las lleva el 12 -par 3- de 60 yardas, pero en vertical y ciego a la bandera. Un dato: una vez, Roberto De Vicenzo utilizó 12 golpes para terminarlo.
Pero tal vez el lugar que comparta por igual las preferencias de neófitos e iniciados en materia golfística sea la terraza del clubhouse, situada junto al green del hoyo 9. Desde allí se ve todo el campo. También se trata de un excelente lugar para almorzar, particularmente las brochettes mixtas, que son la especialidad del chef.
En lo que hace a alojamiento hay varias posibilidades: desde el Gran Hotel La Cumbre, con casino incluido, hasta la tradicional hostería Los Mimbres; también hay posadas y bungalows.
Hay en la zona, además, varias casas de té (algunas muy british). También se pueden hacer cabalgatas, turismo de aventura y visitar la escuela de parapentes en Cuchi Corral, a pocos kilómetros del centro cumbrecino; otra propuesta siempre vigente es recorrer la casa de Manuel Mujica Lainez -El Paraíso, en Cruz Chica-.
Pero como el objetivo es jugar al golf contra viento y marea, el circuito continúa del otro lado de las Sierras Grandes, que dividen a Córdoba en dos partes. Hay que enfilar, entonces, por la ruta nacional 38 que atraviesa Villa Giardino, Huerta Grande, La Falda, Cosquín y lleva a Carlos Paz -un recorrido de 60 kilómetros-, para cruzar Pampa de Achala por el camino de las Altas Cumbres -Copina, a 1448 metros, es su punto más alto- y llegar a Traslasierra.
Del otro lado de las Altas Cumbres se llega a la altura de Mina Clavero. Si se toma hacia la izquierda, siempre por la ruta nacional 14, se pasará por una sucesión de típicos pueblos: Nono, Las Rosas, Las Rabonas, La Población, San Javier, o Yacanto.
En Nono se puede aprovechar el río y visitar el museo Rocsen, que atesora todo tipo de objetos, incluyendo piezas de arqueología y de arte. Vale la pena visitarlo, en especial si se viaja con chicos.
Después, para reponer fuerzas, nada mejor que unas vizcachas en escabeche y las pastas de La Casa de Lucio, servidas bajo la sombra de un fresno centenario.

El reino del relax

Como en buena parte del resto del país, el golf en Córdoba nació y creció a la par de los rieles del ferrocarril.
Los ingleses responsables de los trazados de las líneas de tren sembraron la semilla que fructificó en Villa Allende, La Cumbre, Alta Gracia y Yacanto.
Pero es aquí, en este pueblo, donde más se nota esta impronta británica, herencia de los constructores de la Línea Pacífico, en su ramal Villa Mercedes-Villa Dolores.
El libro de firmas del hotel -que incluye al campo de golf- registra pasajeros desde finales de 1922.
La cancha, de 9 hoyos, fue diseñada por Carlos Blasi, y es soberbia durante marzo, abril y mayo, aunque durante el resto del año también es ideal para hacerse una escapada y conocer sus características.
Está emplazada entre la sierra Comechingones y el valle del Conlara, y poblada de especies autóctonas que le dan un sello particular.
Quienes la juegan seguido afirman que es una cancha difícil, exigente, porque se camina mucho contra la montaña, pero apasionante por sus desafíos.
El hotel también consume el estilo inglés. El comedor mantiene su gusto refinado y todas las habitaciones tienen chimenea.
La pileta, con agua de vertiente, está rodeada -al igual que el jardín- de eucaliptos, pinos y liquidámbares.
Desde allí se puede hacer una escapada al dique La Viña, a 20 kilómetros, donde se saborean los mejores pejerreyes recién capturados, con vista a un lago cuyas aguas recuerdan las de Capri.

Un encanto de larga data

Desandando el camino se atraviesan nuevamente las Sierras Grandes -para espíritus entusiastas y resistentes está la opción de darse antes una vueltita por el casino de Merlo, a 50 kilómetros de Yacanto por la ruta nacional 148, asfaltada y en muy buen estado- y se pone proa hacia el último destino golfístico: Alta Gracia.
Situada a 35 kilómetros de Carlos Paz y a 42 de Córdoba, esta cancha de 9 hoyos, con algarrobos de 150 años y fundada en 1913, es la más antigua de la provincia.

Historias del Che

Hace algo más de tres décadas dejó de pertenecer al ya casi legendario Sierras Hotel y se constituyó en un club independiente, rodeado por un barrio residencial en el que pasó su adolescencia -a fines de la década del treinta y comienzos de la del cuarenta- Ernesto Che Guevara.
En la Casa de la Cultura de la ciudad, una bien mantenida construcción del siglo pasado, hay una muestra de fotografías que narran la vida del Che -especialmente la etapa cordobesa- y una foto insólita en que se lo ve en Cuba, vestido de comandante y jugando al golf (que había aprendido haciendo de caddie en Alta Gracia), mientras se ríe a carcajadas de un mal tiro de Fidel Castro.
La cancha tiene un encanto de larga data, que atrajo a vecinos como Manuel de Falla, que cruzaba la calle para conversar con alguno de sus amigos que acababan de jugar.
La ciudad tiene una serie de atractivos fuertes, como el Museo Casa del Virrey Liniers, el tajamar, la huerta, el molino y el obraje, todos deslumbrantes vestigios de la época colonial.
Camino hacia Buenos Aires, tanto por la ruta nacional 7 como por la 9, hay más alternativas.
En el primer caso haciendo un alto en el tradicional Río Cuarto Golf Club -de 18 hoyos-, situado a 240 kilómetros de Alta Gracia y a 550 de Buenos Aires.
Y en el segundo con la posibilidad de hacer una escala en el cincuentenario Villa María Golf Club, a 220 kilómetros de Córdoba, o en algunos de los dos clubes de 9 hoyos que se reparten en Marcos Juárez a los costados de la ruta, o en Bell Ville Golf Club, también de 9 hoyos.
Pero aun si se optara por tomar la ruta nacional 19 que conduce a San Francisco, la cancha local del Jockey Club estará siempre dispuesta a recibir a peregrinos de la cofradía.
Al fin de cuentas -conviene saberlo- si todos los caminos conducen al golf, los de Córdoba son casi un santuario.
Carmen María Ramos

Datos útiles

  • Córdoba Golf Club. Fundado el 29 de septiembre de 1922 por un grupo de cordobeses notables: Francisco Beltrán Posse (su primer presidente), Manuel S. Ordóñez, Manuel Alberto Pinto y Rafael Núñez. Y por los ingleses del ferrocarril: Tomás Ferguson, Charles Cowan, Sidney Parker, Alejandro Auchterlonie y Guillermo Darch.
Desde 1927 es sede del Campeonato Abierto del Centro de la República. De este club surgieron Eduardo Gato Romero y Angel Pato Cabrera. Tiene 6825 yardas y es par 72. El récord de score para una vuelta de 18 hoyos lo tiene Roberto De Vicenzo, que en 1974 marcó 61 golpes (27-34) en tiempos en que la cancha era par 73, con la particularidad de que hizo 11 bajo par en los primeros 10 hoyos.
Pero el récord más insólito lo tiene el doctor Jorge de Maussion, actual presidente, que en su trayectoria como golfista marcó una hazaña difícil de igualar: la de haber jugado 112 hoyos en un mismo día. "Empezamos apenas despuntó el alba y terminamos alumbrándonos con faroles", recuerda el activo titular del Córdoba Golf Club.
Green fee: $ 50. Para los jugadores de clubes que tienen reciprocidad, el precio es el mismo que pagan los socios de la institución: 13 para los torneos de 18 hoyos y 5 los días de semana.
Caddies: $ 15 los de 3ª, 20 los de 2ª y 25 los de 1ª.
Clases: $ 15 la hora. A cargo de los profesionales Mario Guenci Romero y José González.
Tel.: 0543-31336/ 32515.
  • Ascochinga Golf Club. Se creó en 1931 en el casco de lo que fue la estancia de la familia Arguello. En 1940 lo compra una sociedad de médicos, que pone un sanatorio para tuberculosos. En principio se construye una cancha de 5 hoyos, que con el tiempo serían 10.
Hoy tiene 18 hoyos par 72, de 6037 yardas para caballeros y 5182 para damas. El green fee cuesta $ 15 y para pasajeros alojados en el hotel Golf y en el hotel Parque, 6 pesos.
El capitán es el brigadier Wilson Pedrozo y las clases de golf están a cargo de los profesionales Luis Rueda y Guillermo Córdoba. Salen $ 15 la hora.
Los caddies cuestan $ 20, 15 y 12, según sean de 1ª, 2ª o 3ª.
Tel.: 0525-92015.

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