
Córdoba, la de los amores apasionados
Romances de la historia marcan lugares históricos de la ciudad
19 de octubre de 2016 • 00:15

CORDOBA.- Los amores y las pasiones de hace siglos reviven en una visita guiada por algunos de los lugares más emblemáticos de esta ciudad, como la Catedral, los espacios dedicados al fundador Jerónimo Luis de Cabrera y el monasterio Santa Catalina de Siena.
El recorrido “Amores apasionados” se recrea en fechas especiales. Belén Urquiza, subdirectora de Turismo de la Municipalidad de Córdoba, explica que el objetivo es recuperar historias de amor de antaño que alcanzan a personajes “muy emblemáticos”. Un hilo conductor del recorrido –no buscado, pero que la realidad impuso- es que la tragedia está presente en todos los romances.
La viuda del conquistador

Vista trasera de la estatua de Jerónimo Luis de Cabrera, en Córdoba
El español Cabrera conoció a Luisa Martel de los Ríos en Cuzco a fines de 1550. Panameña, de 20 años, era la viuda del conquistador Sebastián Garcilaso de la Vega, su hija Blanca había muerto antes, muy pequeña. “No está claro si don Jerónimo la impacta con su figura y galantería en una fiesta o se cruzan por las calles de la ciudad”, dice Urquiza.
Con el primero de los cinco hijos, Miguel Jerónimo Luis de Cabrera (bautizado con el nombre de su abuelo paterno y de su padre), Luisa acompaña a su marido en la travesía desde el Cuzco hasta Santiago del Estero, donde ella y las otras mujeres de la expedición, se quedan. Era la última ciudad en el camino.
Cabrera fundó Córdoba en 1573 y, después, las mujeres se instalaron en el lugar. Pero las cosas no fueron bien. El historiador Esteban Dómina explica a LA NACION que por “desobedecer” la ubicación geográfica indicada –debía ser un asentamiento en el valle de Salta- lo apartaron del cargo, lo llevaron a Santiago del Estero y lo decapitaron.
Luisa dedicó años a “recuperar el buen nombre” de su esposo que, en su honor bautizó a Córdoba “de la Nueva Andalucía”. Dómina la describe como una mujer de alto perfil, que luchó ante la Corte española y logró que el rey lo reivindicara.
“Es una historia de amor incondicional –apunta Urquiza-. Ella traía ya una carga emocional muy fuerte y claramente quedó maravillada con este hombre. Consigue recuperar las tierras que les correspondían y revalorizar a su marido”.
La educadora de las niñas

Detalle del Monasterio Santa Catalina de Siena, a 50 metros de la Catedral
El monasterio Santa Catalina de Siena –a 50 metros de la Catedral- es el primero del país. Data de 1613 y mientras se recorren sus pasillos y el jardín, los visitantes se enteran que nació de la mano de Leonor de Tejeda, pionera de la educación para niñas.
Hija del conquistador Tristán de Tejeda (co fundador de Córdoba) y de la india María Mancho. De chica, su padre –molesto porque hablaba en quechua- decide casarse con una española y enviarla a educarse al Alto Perú.
Una vez formada regresa y, en 1574, se casa con un adinerado y distinguido caballero, Manuel de Fonseca y Contreras, con quien empieza a pensar en la posibilidad de fundar un convento de monjas. La hija de Leonor muere pequeña y poco después queda viuda.
Con la ayuda del obispo Hernando de Trejo y Sanabria logró abrir el monasterio Santa Catalina de Siena; tuvo que convocar a una conferencia eclesiástica porque no tenían una copia de las reglas de la orden. Junto a otras 16 hermanas, en julio de 1613, hace los votos y se convierte en la superiora.
El hermano de Leonor es Luis de Tejeda, el primer poeta argentino. “Hombre con muchos enamoramientos, pero el de Anarda fue el más fuerte, al menos por los testimonios que se recogieron”, señala Urquiza.
El general y la "incomparable"

En la Catedral cordobesa un mausoleo recuerda a José María Paz, el "Manco" y su amor Margarita Weild
En la Catedral cordobesa un mausoleo recuerda a un guerrero y a su amor. Aunque en vida no fue especialmente querido, José María Paz, el "Manco", es considerado un estratega brillante. A su lado está Margarita Weild, la "incomparable”, como él la recordó en sus memorias. Volvieron a unirse en la tumba, cuando ella fue repatriada desde Brasil y él traído desde la Recoleta.
Margarita, nacida en 1814, fue “capaz de sacarle lo mejor a Paz, fue la luz que lo iluminaba, lo hacía reír, le recortaba el pelo, lo afeitaba, le cosía la ropa, lo atendía y aunque él trató de disuadirla del matrimonio terminaron casados”, cuenta Urquiza a este diario.
La celestina fue la madre de Paz, tía de Margarita. Ella la llevaba a visitarlo a la cárcel, donde se casaron. “Ella lo admiraba, siempre había escuchado de su heroísmo, había crecido con esas historias –aporta Dómina-. Él era adusto, intransigente con sus ideas”.
Margarita lo convenció de casarse y lo hicieron –después de conseguir las dispensas- el 31 de marzo de 1835, en secreto. Pasaron años difíciles, tuvieron una hija que murió a los pocos meses; cuidaron al hijo mayor gravemente enfermo, pero tampoco sobrevivió. Pobres y exilados en Brasil, pusieron una granja.
Margarita murió el 5 de junio de 1848, a las diez de la noche, varios días después de haber tenido a su último hijo. Antes le dijo a Paz: "¡Cuánto te he querido!".
“La tragedia agrega interés, pone un condimento adicional a estas historias que tienen personajes importantes pero que –sin que haya una razón- no están muy instalados porque Córdoba es reticente con su gente, no hay una devoción por sus antepasados”, define Dómina, autor entre otros libros de dos sobre Paz, “El general cautivo” y “Las promesas del general”.
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