
Me pasé dos días y medio sin saber qué hacer.
Esa sensación que invade el 100% del tiempo.
Como cuando tenés muchas deudas (qué analogía tan poco feliz!). Bah, bueno, a mí me pasa que cuando tengo muchas deudas no puedo pensar en otra cosa.
Qué terrible es despertarse a la mañana y que ahí empiece la pesadilla.
Qué afortunada soy de tener a Mirti. Y qué afortunados mis chicos.
Anoche le dije a Nicolás de ir a comer fuera de casa.
Me pareció que en un lugar público, el escándalo se evita, y además, no se puede escapar (al baño, a la cocina, abajo a buscar yadda yadda)
A Novecento?, me dice.
No no, no es cena romántica. Ni de novios. Ni de buena onda.
Es más, casi no es cena.
Fuimos a una pizzería que queda en la esquina de Maipú y no sé qué, a la que había ido una sola vez con Chivi y mi socia.
Y bueno, a ver, cómo hacerla corta. Cómo reproducir en pocas palabras, una conversación que duró casi tres horas?
Mili está casada y tiene dos chiquitas.
Su marido es el dueño de la imprenta en la que hacen los membretados y los sellos mi marido, su padre, y los otros tres inservibles con quienes me toca lidiar por teléfono cada vez que llamo.
Mili, a veces, lleva pedidos a la oficina.
A veces la atiende la recepcionista, a veces la secretaria, a veces mi marido.
La semana pasada Nicolás estaba en la oficina, como a las 7 de la tarde, y esta mina llegó a dejar unas copias de no sé qué plotter que jamás entiendo de qué me habla. Se quedaron hablando de cosas (de los niños, de los matrimonios...) y quedaron en encontrarse cuando él terminara, para tomar un café.
Nicolás se arrepintió, llamó a la imprenta, no contestó nadie, no consiguió el celular de Mili, una hora más tarde pasó por el bar en el que se habían citado, ella ya no estaba.
Llegó a casa y le mandó un mail, con palabras cariñosas porque se sentía culpable (cretino desgraciado, canalla, qué te importa esa mina? Por qué te da culpa y la considerás? La incluíste en tus oraciones esa noche cuando fuiste a dormir?) y el resto de la historia más o menos sigue como siguió.
Ahora, for the record: le creo la mitad del cuento.
Y no sé qué pienso hacer.
Quizá, acá, volver a hablar mis hijos.
Y ya.
Esa sensación que invade el 100% del tiempo.
Como cuando tenés muchas deudas (qué analogía tan poco feliz!). Bah, bueno, a mí me pasa que cuando tengo muchas deudas no puedo pensar en otra cosa.
Qué terrible es despertarse a la mañana y que ahí empiece la pesadilla.
Qué afortunada soy de tener a Mirti. Y qué afortunados mis chicos.
Anoche le dije a Nicolás de ir a comer fuera de casa.
Me pareció que en un lugar público, el escándalo se evita, y además, no se puede escapar (al baño, a la cocina, abajo a buscar yadda yadda)
A Novecento?, me dice.
No no, no es cena romántica. Ni de novios. Ni de buena onda.
Es más, casi no es cena.
Fuimos a una pizzería que queda en la esquina de Maipú y no sé qué, a la que había ido una sola vez con Chivi y mi socia.
Y bueno, a ver, cómo hacerla corta. Cómo reproducir en pocas palabras, una conversación que duró casi tres horas?
Mili está casada y tiene dos chiquitas.
Su marido es el dueño de la imprenta en la que hacen los membretados y los sellos mi marido, su padre, y los otros tres inservibles con quienes me toca lidiar por teléfono cada vez que llamo.
Mili, a veces, lleva pedidos a la oficina.
A veces la atiende la recepcionista, a veces la secretaria, a veces mi marido.
La semana pasada Nicolás estaba en la oficina, como a las 7 de la tarde, y esta mina llegó a dejar unas copias de no sé qué plotter que jamás entiendo de qué me habla. Se quedaron hablando de cosas (de los niños, de los matrimonios...) y quedaron en encontrarse cuando él terminara, para tomar un café.
Nicolás se arrepintió, llamó a la imprenta, no contestó nadie, no consiguió el celular de Mili, una hora más tarde pasó por el bar en el que se habían citado, ella ya no estaba.
Llegó a casa y le mandó un mail, con palabras cariñosas porque se sentía culpable (cretino desgraciado, canalla, qué te importa esa mina? Por qué te da culpa y la considerás? La incluíste en tus oraciones esa noche cuando fuiste a dormir?) y el resto de la historia más o menos sigue como siguió.
Ahora, for the record: le creo la mitad del cuento.
Y no sé qué pienso hacer.
Quizá, acá, volver a hablar mis hijos.
Y ya.
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