
Cuando era chica, era muy miedosa.
Le temía a:
el agua (en sus versiones pileta y mar)
cualquier bicho que volara (sí sí, cualquiera. sí sí, moscas también) las palomas (bicho que vuela?) las escaleras (una vez habìa rodado por una en la casa de mi abuela y quedé "traumada") los payasos (dah) las tormentas de verano (así con mucho viento y eso) el ruido que hacen las olas cuando rompen (sobre todo en la costa argentina, que con el viento que hay, se escucha a 20 cuadras)
y así
Cuando nacieron mis hijos, uno de mis mayores desafíos fue controlar estos temores, disimularlos para así, no tansmitìrselos.
Me di cuenta, también, de que con los años, uno aprende a no perder el tiempo (qué tema que tengo con la pérdida del tiempo, eh?). Caí en la cuenta de que atender a todos y cada uno de mis mieditos, me insumía demasiada energía y minutos diarios (hay que andar esquivando insectos, escaleras, palomas y piletas. Hay que ver la cantidad que hay!)
La cuestión es que decidì que la mejor forma de superar mis terrores, era no superándolos. No me interesa analizar de dónde vienen. No entiendo razones, y ya sé que las mariposas son insectos maravillosos y el mar una maravilla que Natura nos brinda. No me caben dudas, pero igual.
Un buen día dije "me jodo", "me la aguanto", "ya estoy grande". Y aprendí tan bien a disfrazar el pánico, que ayer a la tarde, mi hijo Marquitos, me trajo, como quien ofrenda monedas de oro, asì cerradito el puño, una SEÑORA CUCARACHA VOLADORA acá, a mi escritorio.
Mirá mami! nunca había visto una tan grande! Me la puedo quedar??
"me la puedo quedar" me decía el desgraciado!
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