Cuatro de cinco, en el parque Kruger
21 de marzo de 2010
Dumi tiene 38 años, un rifle y tres balas. Dice que estas últimas cuatro cosas son para que nos portemos bien. Y, al menos hasta ahora, Dumi no parece un tipo con un sentido del humor muy desarrollado.
Cuando le preguntamos por su nombre (Dumisani) nos responde que significa orgulloso. Es sudafricano, swazi, y maneja muy serio la Land Rover que nos lleva por el Parque Nacional Kruger para tratar de avistar los big five , los cinco animales más grandes y codiciados de Africa: león, leopardo, elefante, rinoceronte, búfalo. Callados y dóciles como buenos alumnos, lo escuchamos: "Van a ver cuatro. No sé cuáles. Pero van a ver cuatro de los cinco. ¿Cuáles? No sé. Pero van a ver cuatro", repite como un mantra.
Salimos a las 6 AM todavía dormidos y por un buen rato no vemos nada de nada. De repente Dumi frena, retrocede, vuelve a frenar, asoma la cabeza y observa unas huellas en la tierra. "Lion...", dice, con gravedad, y todos nos despabilamos y preparamos las cámaras. Ahí empieza a ir y volver, a dar vueltas y a seguir pistas. Pero nada. Me parece notar que Dumi está preocupado.
Por la radio le avisan que hay unos wild dogs por ahí. Bueno, eso traduce Dumi, porque lo que se oye suena a una grabación de voz invertida, como si alguien buscara mensajes satánicos en el relato de Víctor Hugo Morales del gol de Maradona a los ingleses, el de barrilete cósmico . Entonces nuestro ranger deja de lado el rastro felino y también una pequeña porción de su orgullo para acelerar rumbo a los perros salvajes.
Nunca los encuentra. Y eso lo frustra más. Pienso que en el momento que vea a Dumi acariciar el rifle, salto de la Land Rover.
Cuando todo se volvía casi rutinario, uno de los chilenos del grupo me despierta al gritar ¡rinoceronte! y señala a la izquierda. Todos vemos entonces el cuerno y el lomo de un auténtico rino. Dumi siente, creo, un cóctel de humillación y alivio. No lo descubrió él, pero al menos encontramos a uno de los cinco grandes.
Esa tarde de safari y al día siguiente se darían más escenas como ésta. Elefantes enojados que se nos vienen encima. Leones echados en medio del asfalto. Monos robando comida. Y Dumi casi (nunca del todo) contento, porque finalmente nos consiguió cuatro de los big five , como había prometido. Aunque la mayoría de las veces nos cruzamos con ellos por casualidad mientras buscábamos alguna otra cosa.
"Para mí, todos los días es lo mismo", dice, aburrido, justo cuando uno espera que el guía le diga alguna definición inolvidable de lo que la selva significa para él, para su gente. Una de esas frases que nos gusta repetir después en un bar, poniéndola entre comillas, recordando que una vez en la selva, un tipo me dijo...
Pero nada, Dumi ya tiene bastante de todo esto. Cada vez que le pregunto algo, se queda callado unos cuantos segundos, me mira como perdido y al final reacciona. Está sobrio mientras los demás festejamos lo bueno que es el vino sudafricano. "Siempre es así. Todos, al final, ven cuatro. ¿Cuáles? No sé, pero siempre ven cuatro", me dice con la mirada clavada en la fogata mientras, quién sabe, podría estar pensando en la espuma de los días.