
Publicado por Silvio.
Cuando nos mudamos, no aporté tanto mueble al hogar ni muchos elementos de cocina: me manejaba con pocas cosas en casa, muchas eran prestadas y otras tantas tenían ingreso vedado por Silvia por cuestiones estéticas. Sólo vine con mi ropa, algunos libros, la tele, muchos CDs y poco más. Pero sí aporté mi auto. Uno de mis más grandes orgullos, mi bien más preciado. No es un mega-autazo, para nada, pero es mío, es lindo, me lleva a todas partes y lo quiero. No soy de esos hombres fanáticos del auto, en absoluto, pero sí le tengo cariño. Son esas cosas inexplicables de la masculinidad.
La cuestión es que tampoco lo uso mucho: sólo para los fines de semana, alguna que otra salida nocturna y el eventual viaje a la costa. Pero como trabajo en el Microcentro, siempre me manejé en Subte. Ahora que vivimos juntos, y como Silvia trabaja lejos de casa y fuera del centro, lo usa todos los días, ida y vuelta. Lo usa más que nadie, lejos. Pasó a ser su auto. Y, tal su hábito de marcar territorio, lo desordenó. Menos mal que no convivo con un leopardo, supongo que su forma de marcar territorio en mi auto sería un poco más intrusiva.
En fin, decía, ella hizo de mi auto el suyo. Ahora hay lápiz de labio abajo del freno de mano, hay toallitas en la guantera, el control remoto del garaje no está en su lugar, la parte de delante de la radio se la olvidó en una cartera y la luz que marca ausencia de nafta está siempre prendida. Hay restos del envoltorio de un sándwich que se comió apurada un día en la parte de atrás y en el baúl está la ropa de gimnasia que ella nunca usa, unos zapatos que no entiendo qué hacen ahí y algunos libros que usó para hacer unas notas. Mío, no hay nada.
Ojo, a mí me parece bien que lo use (y entiéndase que no estoy diciendo que creo que lo usa bien, pero no me voy a poner en la situación de evaluar cómo manejan las mujeres, o al menos mi novia…), y, de hecho, la motivé bastante para que lo usara y le saqué una cédula azul. Lo que no me parece bien es el poco respeto que muestra por ese espacio, y ella no lo interioriza: se lo reitero, le muestro evidencias cuando viajamos juntos, y ella promete corregirlo pero no lo hace.
Creo que es uno de los síntomas más fuertes de que he perdido otro espacio de individualidad. Me parece que en cualquier momento vendo el auto y compro dos motos.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
