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Curioso recorrido por la Talampaya cordobesa

En el Valle de Punilla, Los Terrones esconden antiguas piedras con formas para descubrir entre cañadas y quebradas a 130 km de la capital. Muy cerca, visita a Ongamira, tierra de comechingones


A pie o a caballo, formación para ver con imaginación

A pie o a caballo, formación para ver con imaginación



ONGAMIRA, Córdoba.– Figuras de piedra y cuevas que tienen cientos de años esperan a los visitantes a unos 130 kilómetros de la capital cordobesa. Los Terrones y Ongamira esconden secretos geológicos y leyendas ancestrales y en la zona siempre hay algún guía o poblador dispuesto a revelarlos a quien tenga la voluntad de escuchar y de recorrer la zona.
La ciudad más cercana es Capilla del Monte, uno de los centros del turismo de la nueva era en la Argentina; para llegar a Los Terrones se cruza el caserío de Quebrada de la Luna, donde viven unas 200 personas, rodeadas de algarrobos, quebrachos colorados y palmeras caranday.
El pueblo tiene 250 años y ofrece la posibilidad de visitar su histórica capilla y la estación del ferrocarril Córdoba and North Western, compañía inglesa que compró la red en 1899 al Ferrocarril Noroeste Argentino. Fue una operación entre ingleses y hace décadas que sólo es una sombra abandonada de lo que intentó conseguir, el desarrollo de la región.
Dorella, desde el albergue de montaña El Colibrí Quebrada de Luna, cuenta que toda la zona tiene una energía muy especial. "Proponemos subir los cerros como una experiencia para despertar nuestra conciencia y compartir el aprendizaje ampliando nuestra capacidad de sentirnos uno con el lugar y los compañeros de viaje", afirma.
El guía Oscar recorre caminos alternativos, donde se descubren animales y plantas del lugar y rincones difíciles de olvidar.
El tiempo se frenó, como el tren, en Quebrada de Luna. Casas bajas, humildes, envueltas en enredaderas y verde. Hay una suerte de feria improvisada donde los lugareños venden lo que hacen, como miel, canastos de paja y palma, algunos bordados y panes caseros. Por la tarde, las cabras empiezan a bajar de las sierras y se integran al paisaje.

Créditos: Denise Giovanelli/ revista Lugares

Es una suerte tener que atravesar el lugar para llegar a Los Terrones que emergen en medio del verde, generando un contraste que invita a la fotografía. El lenguaje técnico los define como "cerros de areniscas triásicas erosionados", pero parece insuficiente para describir las figuras que invitan a la magia. Hay torres, tortugas, perfiles de indios y animales.

Lo que cada uno quiera ver

Más allá de los guías y los folletos, cada visitante encontrará lo que su imaginación le dicte. Para acercarse hay que atravesar cañadas y quebradas. El lugar es privado, por lo que hay que pagar para entrar y subir. Hay un bar y algunos locales de venta de regionales, además de un espacio donde se exponen fotografías y piezas.
Quien llegó hasta la Talampaya cordobesa –como llaman a Los Terrones– no puede dejar de visitar (probablemente en otra jornada, por la energía gastada en la caminata) Ongamira, que comparte el mismo origen de formación y que fuera tierra de los Uncamira, que pelearon allí con los conquistadores españoles.
El camino que ingresa a Ongamira son unos 15 kilómetros de tierra; el paso del Dakar hace pocas semanas dejó sus huellas por lo que es aconsejable evitarlo si hubo lluvias los días previos. Al llegar hay que estar dispuestos a andar entre grutas, arbustos y cascadas para descubrir los caprichos de la naturaleza que generaron grutas y aleros.
La energía de todo lo creado es el significado en lengua comechingona del nombre y los conocedores dicen que quienes se dejan capturar por el lugar salen renovados y con una nueva relación con la naturaleza. El atractivo global (y la magia y la energía) se capta desde el mirador en altura.
Desde el parador Raíces, Marcelo asegura que proponen "una filosofía de turismo de descubrimiento". Dice que buscan reivindicar no sólo la naturaleza (el predio de 30 hectáreas es preservado, con flora autóctona) sino el valor histórico de Ongamira y de sus primeros habitantes, que se "refugiaron en su último bastión, el cerro Charalqueta, para reverenciar por última vez a su diosa de la felicidad". La sierra hoy se llama Colchiquí, "cerro de la muerte".

Créditos: Denise Giovanelli/ revista Lugares

Quienes buscan combinar paisaje y vida de estancia, tiene la alternativa de Dos Lunas, con capacidad para 16 huéspedes. El casco data del 1800 y está rodeado de 2000 hectáreas, donde los visitantes pueden participar de las tradicionales actividades de campo, desde cabalgatas a capar un toro.
Muy cerca de las grutas de Ongamira está el Centro Recreativo Cultural Deodoro Roca, una suerte de museo oculto que vive en una pulpería de fines del 1800 y alberga más de 20 mil piezas de uno de los impulsores de la Reforma Universitaria. Están desde la máquina de escribir donde se escribió el manifiesto hasta armas, puntas de flechas y monedas.

Datos útiles

Cómo llegar. Desde Córdoba por la ruta 38, que conecta todo el valle de Punilla. Más corto y con un paisaje que vale la pena verse es el Camino del Cuadrado (Ruta Provincial E 57) que une Río Ceballos con La Falda; desde allí directo por la 38 hasta el cartel indicador. A 10 kilómetros de la ruta está la localidad. Ubicación: Está a 25 kilómetros de Capilla del Monte y a 120 de la capital cordobesa.
Dónde dormir. Hay una estancia boutique, una posada, un complejo de cabañas y un camping. Los precios alcanzan, con pensión completa, los 3000 pesos por adulto por noche). Capilla del Monte y La Cumbre, son opciones para alojarse.
Museo. El Centro Recreativo Cultural Deodoro Roca está en la ruta provincial 17 rumbo a Cañada de Río Pinto. Abre todos los días.
Dónde comer. Los alojamientos y el museo tienen restaurantes y casa de té, igual que la zona de ingreso a Los Terrenos. En Ongamira hay una proveeduría con productos básicos. Si va de excursión por un día, debe llevarse vianda. Para encarar las caminatas es necesario contar con agua; no menos de dos litros por persona.

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por Redacción OHLALÁ!

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