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 • HISTORICO

De a poco, llega el esquí lento

De los creadores y seguidores del slow food, el slow ski propone disfrutar más y apurarse menos




Swush, swush, swush. La nieve bajo los esquíes está ligeramente húmeda y con cada giro uno se hunde un poco, con lo cual avanzar a grandes velocidades resulta imposible. ¿A quién le importa? El sol brilla, el enterito de Gore-tex quedó en el hotel y uno hasta puede animarse a esquiar en jeans (rotos si se es particularmente cool); los pájaros cantan anunciando la llegada del buen tiempo y las flores de montaña se abren paso entre los manchones de tierra que, hay que reconocer, van tiñendo las pistas bajas e intermedias. ¡Bienvenidos al esquí de primavera boreal!
Después de un invierno duro, ya se anticipaba que los centros de deportes invernales europeos y americanos podrían permanecer abiertos hasta bien entrado este mes. Momento ideal, entonces, de aprovechar las ofertas de fin de temporada y encima dedicarse al tipo de descenso que está de moda: el slow ski.
Como su nombre bien lo indica, el slow ski es un derivado del movimiento slow. Nacido como reacción a todo lo que era excesivamente rápido y no se disfrutaba en la sociedad contemporánea -la fast food o comida rápida siendo su ejemplo más evidente-, los ponentes de esta corriente cultural decretaron que, aunque la tecnología puede acelerar el trabajo, así como la producción y distribución de comida y otras actividades humanas, las cosas más importantes de la vida no deberían acelerarse. Y con tantos fanáticos del deporte blanco dando vueltas, era sólo cuestión de tiempo hasta que éste cayera envuelto en esta filosofía de vida también.

Contra las megaestaciones

Pedro Maia, un abogado portugués, quedó tan prendido de esta modalidad que hasta lleva un blog especializado al respecto en castellano, www.nevasport.com/nevablogs/slowski . "A mí no me gusta demasiado el esquí masificado y estandarizado de las megaestaciones con enormes bloques de hormigón que se llenan de gente a la que le da igual esquiar en esa estación o en otra cualquiera -explica-. A mí me gusta disfrutar de lugares con carácter, con historia, de paisajes que nos hacen detenernos durante una bajada y quitarnos los esquíes para mirar alrededor, sacar una foto, donde hay rincones en las pistas donde se puede saborear la comida y la bebida típicas de la zona con tiempo, y es eso el slow ski. No significa esquiar despacio, sino con el ritmo adecuado para que cada instante sea un placer."
Para aquellos que han practicado el slow ski toda la vida sin darse cuenta o saber que esto tenía un nombre, que se esté comenzando a hablar tanto en los medios de este fenómeno puede resultar sorprendente.
Esta redactora, por ejemplo, esquió de los 3 a los 30 años siempre en la misma montaña en Bariloche, tantas veces en unas mismas pistas favoritas que, como en un ejercicio de repetición para meditar, casi se entraba en un estado zen bajada tras bajada. Quizá por eso resultó una experiencia tan fascinante como incomprensible, al empezar a esquiar con amigos europeos los últimos años, que ellos se obsesionaran por probar siempre una pista distinta, apurados por el pánico de no poder mostrar a la noche a los demás cuánto del mapa podían colorear como ya conocido. ¿Parar a comer, y bien? Sin duda. Pero todos los otros pequeños placeres culinarios de la montaña, como el alfajorcito de media mañana andina, quedaban como de poco deportista.
"El fast ski es el reducto de los norteamericanos y británicos ricos, y de todos aquellos que quieren copiar sus hábitos. Es parte de su ethos de trabajar duro y divertirse duro también. Ellos dicen que lo que les gusta en un deporte es sentirse desafiados, que es un eufemismo para sentirse castigados. Son el mismo tipo de persona que hace bungee jumping y jet-ski, y que no entraron en un salón de té jamás", resume un slow skier por excelencia, el coleccionista de arte inglés Andrew Jones.
"Los esquiadores slow puede que también trabajen duro de lunes a viernes, o que no trabajen nunca. No importa. El tema es que cuando están en la montaña, su actitud es mucho más sensual hacia las pistas. La nieve es su amiga o su amante, no un enemigo caro. ¿Algunos slow skiers famosos? Roger Moore, Yehudi Menuhin, el príncipe Carlos. Frecuentan ante todo Gstaad, Lech, Bariloche, Megeve. Hay que guardar un lugar especial, además, las viejitas en el Bardutt's Palace Hotel de St Moritz que son escencialmente slow skiers, pero que hacen cosas tan veloces como tomarse un helicóptero privado a la cima de la montaña cada mañana. Pero eso es más parte de su miedo al transporte público que un deseo específico de velocidad o de impresionar a otros", explica.

Destinos recomendados

Maia recuerda que Internet permite ahora tener información detallada sobre los destinos que hasta hace poco tiempo eran desconocidos, fuera de los catálogos de los operadores turísticos masivos. ¿Sus recomendaciones?
"Lech, en Austria, porque a pesar de ser una estación bastante sofisticada es también de las más tradicionales de los Alpes, y Lake Louise, en las Rocosas Canadienses, mucho más salvaje que las montañas de Europa, con paisajes impresionantes y una calidad de nieve y un nivel de servicio que no existen en el Viejo Continente. Pero hay unas cuantas estaciones más pequeñas que han encantado y que son perfectas para el slow ski. En España, Port Ainé, muy tranquilo, con paisajes muy bonitos, perfecto para familias y sin colas. En los Alpes hay muchas estaciones que tienen esas características, por ejemplo Villars-sur-Ollon en Suiza, con el encanto especial de tener la opción de subir a pistas en tren, más tranquilo imposible. Cinque Torri, en los Dolomitas, cerca de Cortina d'Ampezzo, pequeña estación con mucha historia (ahí estaban las trincheras italianas en la Primera Guerra Mundial y en verano es un museo a cielo abierto). Tiene, además, una silla monoplaza que me encanta y que espero que siga existiendo por mucho tiempo. Malbun, la única estación de Liechtenstein, un auténtico secreto."
Otro programa favorito es alojarse en medio de las pistas de Courchevel, pero en el flamante hotel Manali, decorado como si fuera un ashram de la India misteriosamente transportado a los Alpes y donde todo conduce al relax, incluso si uno lo visita con niños.
Y si hay que prepararse para la temporada en el Cono Sur, hasta Ignacio Bustamente, el único olímpico que tuvo la Argentina en la modalidad extrema de freestyle y saltos, se ha dejado seducir por la moda slow. "Un día perfecto para mí es esquiar en Bariloche con los tres chicos y mi mujer. Bumps a la mañana; al mediodía, caminar hasta la lagunita escondida, hacer un picnic y desde ahí hacer la suave bajada fuera de pista hasta uno de los bares tradicionales de la base para comer todos un waffle", resume. Y también rescata donde se esquía sobre la ladera del volcán y por la tarde se disfruta de las termas y del espectacular bosque de araucarias.
Es decir, muchas alternativas donde lo único que importa es, finalmente, no apurarse y disfrutar al máximo.

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