

HEIDELBERG.- No por cualquier motivo fue la ciudad alemana preferida por los norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a este cierto privilegio no fue bombardeada de manera cruel y puede seguir manteniendo su esplendor desde que fue sede indiscutida del movimiento romántico alemán.
Está en el Palatinado y muy cerca de la frontera con Francia, y tiene la universidad más antigua y famosa de Alemania. El casco antiguo está repleto de edificios de las diferentes facultades, y atención: gente en bicicleta que se traslada de un lado a otro para ir a clase o a estudiar en la biblioteca, y que suelen ser difíciles de esquivar.
Acá el orden y la tranquilidad alemanas parecen haber desaparecido. La ciudad tiene una vida nocturna muy importante; son cientos los estudiantes que salen a caminar por la peatonal o a tomar algún trago en los bares.
Visitar una de estas tabernas es una experiencia interesante. Paredes repletas de fotos, mesas escritas y rayadas con mensajes, instrumentos musicales para que a la noche quien tenga ganas toque alguna pieza y litros de cerveza.
El clima es cosmopolita, en buena medida porque son muchos los alumnos que vienen a estudiar desde el exterior. De modo que en estas rondas nocturnas se escuchan canciones en todos los idiomas, mientras la cerveza sigue corriendo.
El encanto del Neckar
También es muy interesante recorrer la peatonal, que tiene 1,5 kilómetros, donde se entremezclan negocios de marcas internacionales, con supermercados, tiendas de discos antiguos, pensiones y hoteles lujosos, y cruzar el puente Viejo sobre el río Neckar para obtener la mejor vista de la ciudad y de paso escuchar a los músicos callejeros que crean una atmósfera más que acogedora.
También existe una historia romántica. Un hombre llamado Knösel inventó el bocadito de chocolate Studentenkuss ( beso de estudiante ), que se regala cuando hay atracción entre un hombre y una mujer. La visita al local no es sólo para probar los deliciosos dulces, sino para conocer a las hermanas Knösel: dos señoras cercanas a los 70 años, solteras, regordetas, que se dedican sólo a este negocio y conocen bien la historia de ese beso y esta ciudad.
Una atracción que no vale la pena
El castillo es la atracción turística más conocida y se convirtió en el emblema de Heidelberg, aunque cuando uno sube la montaña para visitarlo, sea caminando o en el funicular (el trayecto es muy breve), puede apreciar que en realidad son sólo ruinas de castillos y palacios, apiladas sin un estilo arquitectónico definido.
Esto pese a que en cualquiera de las típicas postales que se venden en la ciudad parece uno de los castillos más pintorescos de Europa. Es más, la visita interior por el castillo no vale la pena, ya que los salones están casi vacíos y hay un museo de farmacias que tampoco perteneció a sus dueños.
La recomendación es subir y obtener una linda vista de la ciudad y recoger una hoja de ginkgo biloba, el árbol del amor, según describió Goethe.
Datos útiles
Cómo llegar
La ciudad se encuentra a menos de una hora de tren del aeropuerto de Francfort. Lufthansa tiene vuelos diarios de Buenos Aires a Francfort.
Alojamiento
Al ser una ciudad universitaria y muy turística se puede encontrar desde lujosos hoteles hasta pequeñas pensiones, albergues estudiantiles y bed & breakfast.
De noche
Heidelberg tiene una intensa vida nocturna, con restaurantes y cervecerías muy cerca de donde están las universidades.
En esos bares la cerveza, que corre como el agua, es muy barata y hay para todos los gustos.
En Internet
F. G. D.
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