Publicado por Silvio
Voy a arrancar este post reconociendo que de niño siempre fui una persona complicada para comer. Básicamente, comía milanesas con papas fritas, panchos, bifes, puré (hasta ahí sin Doritos) y chikenitos. Nada más. Twenty-four Seven. Mirándolo retrospectivamente, quizás fue un error de mis padres no tratar de diversificar un poco mi dieta, pero como siempre fui flaquito y me porté siempre muy bien, las milanesas seguían llegando.
A medida que fui creciendo, fui adoptando nuevos gustos, pero hasta ahí. O podríamos decir "hasta aquí". Porque desde que entré a esta relación (expresión medio rara porque no es que la relación ya estaba ahí y yo toqué la puerta y "entré", pero bueh…), no he parado de enfrentarme a esos viejos fantasmas de la infancia que yo me negaba a adoptar, y debo decir que aun me sorprendo con la flexibilidad con la que los fui incorporando a mi dieta (a pesar de lo que piensa Silvia): batatas, espinacas, brócolis!, remolacha, soja, pescados varios, ceviches, y tantas otras cosas que empecé a disfrutar, y a querer, gracias a Silvia. Y esto se fue intensificando en estos meses de convivencia.
Pero los primeros tiempos de la relación fueron difíciles, muy difíciles. No coincidíamos en ningún gusto culinario. Salvo, y no sé por qué, los pepinos agridulces. Debo decir que no hubiéramos llegado hasta acá si no fuera por los benditos pepinos agridulces.
Nuestras primeras cenas juntos en casa eran medio bizarras: de un lado, milanesa con papas fritas (de esos productos congelados, nada casero) y la gaseosa común con hielo; del otro, ensalada con mil brotes y el agua natural; en el medio, el siempre conciliador frasco de pepinitos agridulces (que por más que no lo comiéramos en la cena, siempre estaba ahí para recordarnos que hay un punto en común en nuestros gustos).
En las épocas en las que vivíamos cada uno en su respectiva casa, lo único que no podía faltar en la heladera del otro (ni hoy en nuestra heladera conjunta) era el frasquito de pepinos agridulces. Ni en el agua estábamos de acuerdo (lo repito por si no la agarraron: ella toma el agua "natural"... o sea, tibia!).
Lógicamente que hay cosas a las que aun me resisto y que Silvia intenta convencerme de que incorpore: galletas de arroz, semillas todas, gaseosa light, jengibre, todo lo que sea integral, miel, kanikama, atún, tomates cherry, sopas. No sé por qué insiste tanto en que yo amplíe mi dieta, pero la verdad es que me encanta incorporar gustos nuevos y, sin nunca decírselo, se lo agradezco.
Aunque, obviamente, delante de mis amigos me hago el macho y les digo que sólo como "carne con carne" y que antes de probar un brócoli me mato. Hay que cuidar la reputación.