

PICO TRUNCADO, Santa Cruz.- Como un testimonio silencioso de la prehistoria los troncos descansan en el piso. En realidad no hay un bosque de piedra, como sugiere la fantástica expresión bosque petrificado de esta pequeña porción de Santa Cruz, pero lo hubo.
Sí, en cambio, hay un sendero que se recorre a pie y lleva a los visitantes entre las suaves lomadas del relieve hacia los distintos puntos de interés, como si se tratara de estaciones. Y esos puntos son sitios donde se amontonan los restos de los troncos que de tan viejos se han vuelto piedra.
Este monumento natural (es una categoría más alta que la de parque nacional en cuanto a la protección de lugar) mide unas 10.000 hectáreas y atrae no sólo por los troncos. En realidad, todo el paisaje impresiona: las mesetas, los volcanes prehistóricos apagados, el murmullo incansable del viento y la más completa desolación.
Alguna vez hace 150 millones de años, un cataclismo de proporciones difícilmente imaginables para quienes vivimos en esta época aniquiló lo que fue un verdadero vergel: un bosque de árboles gigantescos -algunos de más de 100 metros de altura-, antepasados de las actuales araucarias. Cuesta imaginar algo así ante tanto desierto patagónico, pero entonces el mundo era muy distinto. En el jurásico -de esa época se trata-, América del Sur y Africa comenzaron a separarse. No hay que olvidar que hasta ese momento todos los continentes se encontraban unidos en la célebre Pangea .
Pero semejante separación continental no fue tranquila ni, por supuesto, rápida. Llevó millones de años. El mismísimo océano Atlántico nació de aquella división de continentes y la consecuencia más terrible para el bosque, entonces repleto de dinosaurios, fueron las nubes de cenizas volcánicas. Toneladas y toneladas de ceniza como jamás se vio. Provenían de la intensa actividad de los volcanes que se formaban en la dorsal atlántica ; es decir, en la brecha que se constituía por la separación de los continentes. Luego esas nubes cenicientas viajaban impulsadas por los vientos y se depositaban. El bosque quedó sepultado por ellas.
De madera a piedra
Fueron más de cien millones de años bajo las cenizas. La fosilización implica que algo orgánico se mineralice; o sea, que se convierta en piedra. Y eso fue lo que pasó con los troncos. El sílice de la ceniza volcánica disuelto por el agua de las lluvias pasó a formar parte de los troncos. Y lo que era madera se volvió roca. Faltaban todavía otros varios millones de años para que la erosión se llevara las cenizas. Para que los troncos volvieran a ver la luz, aunque ahora convertidos en otra cosa.
Los científicos creen que la mayor parte del bosque continúa enterrada. Mientras tanto, sobre la superficie, se pueden ver las joyas del lugar. Una es el tronco petrificado entero más grande conocido. Mide 35 metros de largo, pero durante sus quizá 1000 años de vida pasó la centena.
También está el segundo tronco más grande conocido, de 20 metros de longitud y dos metros y medio de diámetro. Fuera del circuito, si se logra convencer al guardaparque, se puede visitar el único tronco petrificado del mundo todavía en pie.
Pese a que se conocen desde hace tiempo, casi no se han realizado trabajos de investigación en los bosques. Quizá por ello nadie ha dado jamás con un dinosaurio, aunque seguramente los hubo. En los alrededores de la reserva se han encontrado fósiles de Platesaurus y huevos de Mussaurus patagonicus .
Pero no por eso faltan los vestigios prehistóricos. En la casa del guardaparque hay un pequeño museo que tiene desde piñas petrificadas hasta puntas de flecha, cuchillos y raspadores, todas herramientas utilizadas por los hombres que habitaron la región hace más de 10.000 años.
Con la cámara siempre lista
El viaje hasta los bosques petrificados no es sencillo, pero tampoco imposible. Desde Buenos Aires, lo más directo es tomar la ruta nacional Nº 3 (se puede llegar en avión hasta Comodoro Rivadavia). Yendo hacia el Sur, no hay que olvidarse de llenar el tanque de nafta en la pequeña localidad de Fitz Roy, 91 kilómetros antes del desvío. No habrá una nueva oportunidad, porque a partir de allí no hay estaciones de servicio.
Desde el desvío son unos 51 kilómetros de ripio en buen estado hasta llegar a los bosques. Conviene llevar agua y comida, ya que en el lugar no hay otra cosa que la casa del guardaparque. No se puede acampar.
Un último consejo: desde el desvío, la cámara de fotos tiene que estar siempre lista. Los guanacos, ñandúes, zorros, zorrinos y las liebres, que con seguridad se van a cruzar en el camino, corren muy rápido. Y sería una lástima quedarse sin el recuerdo.
Datos útiles
Aéreo
- El pasaje de ida y vuelta a Comodoro Rivadavia cuesta 198 pesos con impuestos incluidos.
Alojamiento
- Una habitación doble en Puerto Deseado cuesta alrededor de 25 pesos.
Más información
- En la Oficina de Turismo de la provincia de Santa Cruz, Suipacha 1120, telefax, 4325-3098. Horario: lunes a viernes, de 10 a 17.30.
Fernando Halperín
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