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De Tanzania a Mozambique

Familias de chimpancés, lagos de aguas cristalinas, huellas de grandes exploradores, playas de película, legado portugués y mucho más, por los caminos de dos países para descubrir




Aún después de cinco meses de viaje por Africa era difícil planear un recorrido por Tanzania. Es un país extenso, con circuitos turísticos en el Norte y casi vírgenes en el Oeste y el Sur.
A los 100 kilómetros de cruzar la frontera cercana al lago Victoria, confirmamos lo que ya habíamos escuchado de otros viajeros: la entrada a algunos parques en Tanzania cuesta una fortuna. En el Parque Nacional Serengeti, por ejemplo, se deben pagar 150 dólares por día sólo por acceder con un auto extranjero –los vehículos locales pagan unos 20 dólares–. Sumando además costos de entrada y de camping se hacían 310 dólares por 24 horas, en las que es imposible atravesar el parque siquiera... Conclusión: habiendo visto muchísimos animales en Masai Mara, unido al Serengeti, pero en Kenya, y por la tercera parte del precio, resolvimos evitar el parque.
La decisión implicó descubrir lugares poco conocidos, siguiendo los pasos de los exploradores (ver recuadro) por los lagos Victoria, el segundo más grande del mundo; Tanganica, el segundo más profundo, y Nyasa.
En Musoma, pequeña ciudad a orillas del lago Victoria, notamos el cambio cultural. Si bien Kenya y Tanzania comparten la lengua y la cultura swahili, la actitud en un país y otro no puede ser más diferente. En el mejor hotel de Musoma, un grupo de turistas miraba una bellísima puesta de sol junto al lago sin poder siquiera comprar un refresco en el hotel. No había nadie que los vendiera.
Los días siguientes traerían experiencias similares por lo que dedujimos que la gente aquí no descolla por su espíritu emprendedor. Es difícil buscar explicaciones. Diferentes comienzos coloniales, aunque poco quede de la influencia alemana, o un largo período de gobierno socialista que, por otro lado, le dio una unidad al país de la que no gozan sus vecinos. Tanzania es uno de los pocos países de la región que no sufre conflictos étnicos.
Camino al lago Tanganica bordeamos grandes reservas estatales que
sirven como cotos de caza. En una de ellas, la conversación con los rangers fue más que interesante. Entre los clientes hay cazadores americanos, árabes, europeos y asiáticos. Sus presas varían también, desde gacelas hasta leones y elefantes, todo depende del permiso gestionado, previo pago de aranceles, en Dar es Salam.

Parientes cercanos

La estada en Kigoma, en el lago Tanganica, se disfruta. Bañarse en las cristalinas aguas del lago es un placer y en la pequeña ciudad hay mucha actividad. Allí tienen oficinas regionales la Cruz Roja y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que atienden campos de refugiados congoleños.
Desde Kigoma se accede además al Parque Nacional Gombe Stream, nuestro siguiente destino. Si bien la entrada cuesta 100 dólares por persona, además del transporte, ya que sólo se puede llegar por el lago, Gombe ofrece algo poco común: chimpancés en su hábitat natural. Fue allí donde Jane Goodall, precursora en el estudio de los primates, comenzó sus investigaciones en 1960. Sus descubrimientos, como la construcción de herramientas, las guerras entre clanes e incluso el canibalismo, contradijeron muchas teorías científicas de su tiempo. Su proyecto, que continua, es el estudio más prolongado de una población animal en el mundo.
Después de dos horas en lancha y otro tanto por las colinas selváticas del parque, descubrimos a la familia F: primero a Fuji, comiendo frutos de las palmeras, y luego a su hermano Fundi y a su madre, Fanny, con el bebé Familya en la espalda. Enseguida los F se reunieron en el suelo y durante casi una hora se dedicaron a buscarse piojos unos a otros. Ante la falta de luz para sacar fotos, nos resignamos a disfrutar de las escenas de nuestros parientes más cercanos.
La presencia de turistas en el parque es controvertida. Por un lado ayudan a financiarlo y a que la zona continúe protegida. Por el otro, representan un riesgo. La mayor causa de mortalidad de los chimpancés son enfermedades a las que no son inmunes. En 1987, una neumonía mató al 30 % de la comunidad de Gombe en sólo dos semanas.
El camino hacia el Sur llevó días. A veces era arena pura, otras las grietas dejadas por las lluvias eran tan profundas que se hacía difícil circular. La región está poco poblada y la ruta cruza incluso el Parque Nacional Katavi, donde los animales no parecen habituados al tráfico. Tanto una manada de antílopes elan como dos leones que dormían salieron corriendo al oír el auto. Lástima que fue imperativo cerrar las ventanillas. Las moscas tsé-tsé se cuentan allí por miles.
Hacia el lago Nyasa sólo hicimos escalas en Sumbawanga, para acceder a Internet en la misión católica, y en Mbeya, para comprar víveres, aunque casi no se consiguen productos lácteos en la región. Matema es un pequeño pueblo en el extremo norte del Nyasa, también llamado lago Malawi, con lindísimas playas.
Los días siguientes, mientras atravesamos mil kilómetros hasta la costa del Indico incluyeron paisajes con pueblitos y grandes plantaciones de pinos o cultivos de té. La última parada fue en Mtwara, en la costa al sur del país, desde donde organizamos el cruce del río Rovuma, rumbo a Mozambique.

Playas de Mozambique

El ferry que cruza el caudaloso Rovuma parte cuando sube la marea. Por suerte teníamos visas para Mozambique, ya que la información en los consulados es confusa. Suelen decir que las visas se pueden obtener en las fronteras... A lo mejor en las otras, en esta no.
Llegar a Mocimboa da Praia llevó el resto del día. Y si bien había gente, la región parecía desolada. Aquellos días en el norte de Mozambique fueron el período más largo que pasamos sin luz eléctrica. Mocimboa tiene lámparas en las calles, pero su generador funciona cuando quiere. Además, la gente aquí es tremendamente pasiva. De hecho, si hay una palabra que se escucha en Mozambique es un enfático naaaaada, que significa no, nada, nadie, y demás negaciones asociadas.
Al día siguiente Pangane, que con palmeras y fina arena blanca es la imagen perfecta de una playa, invitaría a quedarse. En el pueblito cercano se venden productos básicos e incluso pan recién horneado. Pero lo mejor sale de sus aguas. Pescados, calamares y langostas se obtienen por poca plata. Las noches a la luz de las velas comiendo arroz con coco y langosta, con una suave brisa marina, serán memorables.
Luego nos embarcamos en una venturosa travesía en dhow, un velero tradicional, hasta la isla de Ibo, en el archipiélago de las Quirimbas. Ibo es una rara mezcla. Uno de los primeros asentamientos portugueses, algunos de sus edificios datan de 1609, cuando el comercio de esclavos florecía en la región. Hoy varias de las viejas casonas portuguesas son remodeladas como hoteles de lujo, otras tantas aún son ruinas cubiertas por el moho. Lo más interesante aquí también está en el mar. De camino hasta un banco de arena vimos grandes tortugas marinas y hasta delfines. Al haber poco turismo, el norte de Mozambique preserva una diversidad natural asombrosa.
En la ciudad de Pemba se vuelve a la vida civilizada. Los supermercados están bien provistos y los restaurantes tientan con sus langostinos. Desde allí, rutas asfaltadas llevan a la capital histórica del país: Ilha de Mozambique. La pequeña isla, de 3 km de largo por 400 m de ancho, fue el lugar elegido por Vasco da Gama para desembarcar en lo que luego sería la nueva colonia portuguesa, allá por 1498. La isla creció como puesto militar y de comercio, y recibió varias corrientes inmigratorias. Las ya establecidas poblaciones árabes se mezclaron con europeos, africanos, hindúes de Goa y hasta chinos de Macao. Aquí, la mayor parte del pueblo colonial ha sido remodelado y lugares como el fuerte de São Sebastião o el Palacio de Sao Paulo, que era la casa del gobernador y es hoy un museo, deslumbran a los turistas. La mayor parte de la gente habita más al Sur, donde las casas son más precarias y el bullicio más intenso.
Ilha sería el último punto que veríamos en el océano Indico hasta llegar a destino, ya que a partir de allí comenzamos a cruzar el continente hacia el Atlántico. Como la situación política en Zimbabwe empeoraba día tras día, decidimos pasar por Malawi, cuya frontera se alcanza luego de dos días de llanuras con extrañas formaciones montañosas.
Por María Victoria Repetto
Para LA NACION

Tras los pasos de los grandes exploradores

La región de los lagos en Tanzania es incluso hoy poco accesible para el turismo. Sin embargo, la zona fue extensamente explorada ya a mediados del siglo XIX por aventureros como Livingstone, Burton, Speke, Stanley o los Baker, que en su afán por descubrir la fuente del Nilo llegaron a la zona atravesando medio continente y arriesgando sus vidas. Una de las biografías más interesantes es la del periodista estadounidense Henry M. Stanley, que en 1869 fue enviado a Africa por el New York Herald. Su misión era encontrar al afamado doctor Livingstone, a quien se daba por perdido, y así escribir una de las noticias más célebres de todos los tiempos. Stanley parte de Zanzíbar y dos años más tarde, luego de atravesar regiones infranqueables, sufrir enfermedades y guerras tribales, llega a la aldea de Ujiji, hoy cerca de la ciudad de Kigoma, a orillas del lago Tanganica, donde los rumores situaban a un hombre blanco. Efectivamente, allí estaba Livingstone. Desde entonces aquel encuentro llenó varias páginas impresas con el célebre saludo: “Doctor Livingstone, supongo”. La respuesta fue un simple “sí”.

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