Ayer mi hijo Marcos me hizo preguntas sobre las elecciones. Es la primera vez que toca este tema y me generó mucha ternura.
En su colegio les hablan bastante de estos asuntos así que no tuve que empezar de cero.
En realidad, lo que él quería era que yo le describiera la postura política de los candidatos que más se ven en los carteles de la calle.
¡Qué momento!
Antes de empezar con mi descripción, pensé: "¿soy lo más imparcial que pueda, o le digo lo que yo pienso? ¿Hago primero una descripción "objetiva" y luego doy mi opinión?"
Decidí hacerme la neutral y en pocas palabras le resumí lo que yo creo que define a Filmus y a Macri.
Redondo. Me sentí triunfal.
Pero entonces me dice: "Sí, pero yo quiero saber qué pensás vos. Porque papá dice que blah blah blah (flores hacia Macri)".
Ahá, bueno, no hay problema. Yo te voy a decir lo que pienso. Y le hablé como por media hora. El niño con los ojos abiertísimos y haciendo mini preguntas como para entender mejor.
Le dije lo que pienso del que me gusta a mí y también del que no me gusta para nada. Le dije por qué iba a votar al que voy a votar y por qué creía que era importantísimo informarse. Le hablé de que para mí, el momento de meter el sobre en la urna es casi conmovedor y creo que me entendió.
Me dijo "yo quiero a tu candidato, mamá".
Ahora sí. Redondo.
Triunfal.