

TRUJILLO.- Edificios virreinales, espectaculares sitios arqueológicos y playas en las que se disfruta del siempre presente sol se condimentan con su gastronomía, una de las más valoradas de Perú.
Como en una postal, los azules, rojos y amarillos intensos de las fachadas de los históricos edificios y sus particulares balcones enmarcan la Plaza de Armas, en la que reina la catedral basílica.
Capital de la eterna primavera, posee iglesias y conventos de los siglos XVII y XVIII, así como museos y bellas casas con el sello de su inconfundible arquitectura virreinal, que la ciudad invita a descubrir.
Importante centro de la región de La Libertad, por su universidad pasó César Vallejo, el gran poeta peruano. Quizá fue la mística de ciudadelas preincaicas perdidas y el océano Pacífico, todo ahí nomás, lo que marcó su inspirada obra. Y no es para menos. Basta recorrer Chan Chan y las Huacas del Sol y la Luna para entender el orgullo trujillano. Estos dos importantes sitios arqueológicos se encuentran a escasos 10 minutos de la ciudad, y allí exhiben sus grandezas.
La Huaca del Sol, el edificio más grande del mundo en adobe, se dibuja en el paisaje, en el que existió, entre los siglos II y VII, una ciudad hoy tapada por la arena.
La importancia de la cultura moche puede apreciarse en la Huaca de la Luna. Los grandes recintos interiores, en plena recuperación arqueológica, deslumbran por la belleza de los muros llenos de bajorrelieves en largos frisos, que cuentan la historia de la comunidad, con el amenazante rostro del dios Ai Apaec, "el degollador". Todo un símbolo.
A medio camino entre la ciudad y Huanchaco, casi lindando con el mar, se adivinan los restos de Chan Chan, que fue la capital religiosa y administrativa del reino Chimú y, junto con la Huaca del Sol, la ciudad de adobe más grande conocida. Con una extensión de 20 kilómetros cuadrados y el prestigioso título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, el sitio arqueológico es un extenso paisaje de tonos pastel. Emociona recorrer la zona central y su avanzada urbanización. Los laberínticos circuitos se internan en monumentales plazas con murallas trabajadas con bajorrelieves, con muros como simétricos encajes, recintos, ciudadelas y palacios.
A la hora de comer
Trujillo no es sólo arqueología. Su cocina, en la que algunos platos se remontan a la época prehispánica, conserva recetas con fuerte identidad, especialmente los cocidos. Algunos son emblemáticos, como el shambra, a base de trigo del mismo nombre, carne de cerdo y muchos otros ingredientes, o la sopa teóloga, una rica síntesis de lo andino y lo occidental, para festividades religiosas y celebración de matrimonios, aunque también se puede encontrar los jueves en las picanterías de Trujillo y Moche.
En este último lugar está el Mochica, una picantería muy apreciada por los locales, donde se pueden ver laboriosas guisanderas trujillanas ante grandes ollas, preparando las sabrosas combinaciones. Al igual que en buena parte de Perú, el visitante encontrará aquí humitas, el tamal de maíz preparado con diversos rellenos; cebiche de la zona, causa, mollejitas fritas y cecina, así como platillos y piqueos para ser acompañados por la tradicional chicha de jora morada.
Para los que gustan de nuevas versiones basadas en platos típicos, pero en confortables restaurantes, está Las Bóvedas del Hotel Libertador Plaza Mayor. Con vistas al florido patio con piscina, sus cocineros, César Montañez y Juan Ramos, salidos de las nuevas cocinas peruanas, ofrecen en la carta dos de las carnes emblemáticas de la región, el pato con arroz y el seco de cabrito, ambas preparadas en ricas y modernas combinaciones. También se puede degustar pescados del Pacífico y la causa trujillana, entre otros delicados sabores. Y todo se completa con los postres, como la terrina de chicha morada y la espuma de pisco sour. Siempre presente, el infaltable trago es ideal como aperitivo en el cálido pub Malabrigo del hotel, luego de una jornada de excursiones por la zona.
Huanchaco
Las doradas proas de los caballitos de totora, las artesanales barquitas, secándose al sol sobresalen en perfecta fila detrás de la balaustrada que bordea la costa de Huanchaco. Es primavera, y el lugar, con un largo muelle que se interna en el mar, aparece solitario, mientras un pescador aprovecha el descanso del domingo para reparar sus redes. Toda una tradición heredada de las culturas moche y chimú, las frágiles barcas tejidas en fibra vegetal deben su nombre a la forma en que los pescadores las montan, a horcajadas, para internarse en el Pacífico y pescar de manera artesanal. Esta práctica supone el principal medio de subsistencia.
El pueblo, con ese encanto de las villas marítimas, aparece con el colorido que le dan los frentes de los variados negocios sobre la costa, que en verano se llenan de visitantes extranjeros y de todo Perú, mayormente jóvenes que llegan para practicar surf.
Trujillo es el lugar ideal para disfrutar de una cocina a base de pescados y frutos de mar que la zona provee. En el restaurante Big Ben, del matrimonio formado por Leoncio y Beatriz Rojas Gallardo, pueden saborearse estos y otros platos, todo desde la amplia terraza con blancas sombrillas y vistas al océano. Es un placer probar sus recetas, como la chita a la parrilla, el cebiche de corvina, la causa de cangrejo, y un sinfín de frutos de mar en coloridas salsas. El Club Colonial y La Barca también ofrecen buenos pescados.
El Señor de Sipán
Una impostergable excursión desde Trujillo en un recorrido de 200 km hasta Chiclayo, donde se encuentra el complejo arqueológico de Túcume, en el que moraron las culturas lambayeque, chimú e inca. Con 26 pirámides de adobe que ocupan una extensión de 220 hectáreas, fue centro político y religioso desde el siglo XI hasta la Conquista.
Cerca, en Sipán, se encuentra la zona de Huaca Rajada, otro complejo arqueológico de gran relevancia, que cuenta con el Museo Tumbas Reales de Sipán, cuya moderna arquitectura se funde a la perfección con el entorno. En el museo se exhiben dos de los últimos descubrimientos de la región, que se comparan con el hallazgo de la tumba de Tutankamón: las del moche Señor de Sipán con su séquito y la de un antepasado de él, el Viejo Señor. El mausoleo real guarda espectaculares atavíos y valiosos objetos de oro, plata, cobre y piedras preciosas que acompañaron al importante jerarca en su última morada.
Por Marta Salinas
Para LA NACION
Para LA NACION
El surf
Chicama es un puerto 72 km al norte de Trujillo, conocido como Malabrigo, que brinda un clima soleado todo el año y donde recalan surfistas de todas partes, que vienen a desafiar las olas de 2,5 metros promedio, y que probablemente sea la playa más larga del mundo. El pueblo, con un pintoresco muelle, malecón y antiguas casonas de madera, es de un gran encanto, y se suman los caballitos de totora que surcan el mar. Recorriendo la larga costa peruana, en Cabo Blanco, que fue uno de los lugares favoritos de pesca de Ernest Hemingway, como en otras playas cercanas, se encuentran monumentales olas tubulares para cabalgar sobre ellas en apasionantes recorridos.
Datos útiles
Cómo llegar
- En avión a Trujillo. Lan Perú, vuelos diarios con conexión en Lima, US$ 600.
Alojamiento
- Hotel Libertador Plaza Mayor, US$ 148; Los Conquistadores, US$ 75; El Brujo, US$ 65, y hostales y hosterías, desde US$ 25
Dónde Comer
- En Las Bóvedas, US$ 30; El Mochica, US$ 20; Big Ben, US$ 30. Hay otros lugares típicos más económicos, así como pizzerías y bares.
Paseos y cambio
- A Chan Chan y las Huacas, US$ 20. A Chiclayo en auto, US$ 50. El sol actualmente está en paridad con el peso argentino.
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
