

La sofisticación a nivel internacional que hoy se respira en Las Vegas está muy lejos de sus orígenes, como un pueblo polvoriento a orillas de las vías del Far West.
A mediados del siglo pasado el área, que era zona de los indios paiute, fue redescubierta por el mexicano Rafael Rivera.
Debido a que había abundante agua y pasto para los caballos llamaron al lugar vegas o the meadows (las praderas) . Con el tiempo se convirtió en una parada regular del camino que seguían los comerciantes hacia Los Angeles.
En los años 50, los mormones trazaron los lineamientos del incipiente pueblo: una pequeña misión y un fuerte de adobe. Pero sólo en 1902, cuando las tierras fueron vendidas a una compañía de ferrocarril, la zona comenzó a desarrollarse.
En 1931, Nevada legalizó el juego y simplificó sus leyes de divorcio y así, allanó el camino para la construcción del primer gran casino en the Strip . Se llamó El Rancho, tenía 63 cuartos y abrió sus puertas en 1941.
Por esos años, el famoso gángster Benjamin Bugsy Siegel entró en la escena de los nuevos inversores y construyó el casino Flamingo, que marcaría el tono de los que vendrían después: de grandes dimensiones y bañado en neón.
Desde la época de Bugsy , el Flamingo tuvo numerosos dueños, y actualmente pertenece al Hilton Hotel Group. A pesar de las remodelaciones, que cambiaron su cara original, es el único hotel que conserva el nombre de la primera época de the Strip .
Durante los años 50 y 60 abrieron varios nuevos hoteles e hicieron su debut las máquinas tragamonedas, mecánicas y precarias que hoy evolucionaron en los slots, modernos y computarizados tragamonedas, que aceptan varias monedas al mismo tiempo. Incluso, los que apuestan fuerte pueden comprar fichas de hasta 500 dólares en la caja de los casinos.
Y como sello de los nuevos tiempos, ya se registró en el Libro Guinness de los Récords la máquina tragamonedas más grande del mundo. Está en el hotel Four Queens, en el downtown. Tiene el tamaño de una casa rodante, ¡y pueden jugar seis personas al mismo tiempo! En 1976, cuando el juego fue legalizado en Atlantic City, Las Vegas supo que tendría competencia. Pero en lugar de abatirse por la novedad, diseñó una estrategia para superarse. El resultado fueron los megaresorts , inmensos hoteles-casino que ofrecen, además del tradicional juego, entreteniemiento.
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