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Días de campo con recuerdos de la época de la colonia

La estancia Santa Rita, en el pueblo de Carboni, cerca de Lobos, recibe con un casco de 1800 reciclado con estilo barroco, un bosque centenario y el asado a punto




Pensar que a estas baldosas de la galería las pisaron mujeres con miriñaque y peinetón, allá por 1800, porque estos pisos son originales", cuenta María Martín, encargada desde hace un año junto con su marido, Marcelo Gatti, de recibir a los turistas en la estancia Santa Rita, en el pequeño pueblo de Carboni, a 23 km de Lobos.
En Santa Rita todo tiene una historia larga e interesante, como esos pisos desgastados en negro y blanco. En sus orígenes, en 1795, fue como un fuerte para detener los malones. Las tierras fueron asignadas a los abuelos maternos de Encarnación Ezcurra, la mujer de Juan Manuel de Rosas. La estancia tenía cerca de 40.000 hectáreas, aunque ahora quedaron 260 hectáreas, 50 de las cuales son de bosque, especial para los que les gusta las largas caminatas.
La capilla también es de esa época y luce prácticamente como entonces, aunque se restauraron las imágenes. "Había quedado abandonada, tapada por la vegetación. El altar y los bancos son originales, todo de madera", dice Marcelo.
Luego se vendieron las tierras a Antonio Carboni, que donó algunas hectáreas para crear una estación de tren. Y recién después se formó el pequeño pueblo, casi fantasma, de pocas calles y menos gente, que se atraviesa hasta llegar a la tranquera de Santa Rita.
La estancia es definitivamente poco convencional. Cuando se ingresa, después de atravesar la tranquera y entre las casuarinas, se divisa el casco, antiguo pero reciclado con un estilo ecléctico: el frente es vidriado y con claras reminiscencias barrocas.

La torre loft

El encargado de darle nueva imagen fue Franklin Nüdenberg, que compró el campo hace más de dos décadas y decidió cambiarle la cara. La torre desde donde se podía ver el malón ahora tiene seis pisos y es como una guarida para turistas que buscan algo diferente: es como la habitación presidencial, la más grande, con un ambiente en cada piso y un gran balcón con vista al jardín, ideal para contemplar las estrellas que pueblan la noche.
El resto de las habitaciones, más clásicas, tienen todas baño privado y estilo bien de campo.
"Los turistas vienen por la paz, la tranquilidad y para conectarse con la naturaleza. La idea es mostrarles todo lo que pasa en el campo, incluso vamos a incorporar paseos en sulky y tractor", cuenta Marcelo mientras camina por el enorme jardín y presenta los árboles.
"En Lobos se hizo un concurso para elegir al árbol abuelo de la zona y ganaron esas dos palmeras Phoneix, que tienen 145 años, y el eucalipto, de 135", recuerda.
La gastronomía, renovada desde la antigua gestión, se caracteriza por comida sencilla, casera y tradicional: asado, pastas, empanadas y muchas cosas que se consumen son producidas en la estancia: "La vaca Beatriz da la leche, tenemos lechones propios y gallinas ponedoras, y estamos criando pollos para consumo", detalla.
Una campana anuncia el inicio de las actividades: se puede hacer cabalgatas, caminatas nocturnas por el bosque, alimentar a los animales o simplemente echarse en una reposera a escuchar la permanente sinfonía de los pájaros que dan función en continuado.

Datos útiles

Cómo llegar
  • Antonio Carboni está a 130 kilómetros de Buenos Aires, en el partido de Lobos. Los últimos 20 km se realizan por camino de tierra para hacer a paso lento, aunque se puede transitar cuando llueve.
Tarifa
  • Por persona, $ 720 con pensión completa por 24 horas de alojamiento. Menores, la mitad.
Informes

02227-422209, 02227-15535988, 02227-15514282,

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por Redacción OHLALÁ!

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