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Dolores & Matías

Llevan más de catorce años de matrimonio y tienen tres hijos; comparten una filosofía común y también las diferencias: ella dice que lo ama para siempre y él, que renueva el compromiso día a día




Abogan por el autocultivo para consumo personal: tienen una huerta y el resto lo compran en verdulerías orgánicas
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Entrar en la casa de Dolores Barreiro (35) y Matías Camisani (40) es como cruzar la frontera sin pasaporte. Es que ahí dentro se respira aire de otro hemisferio. Toda (pero ¡TODA!) la decoración es de impronta asiática: guirnaldas de flores, Budas y elefantitos por doquier, banderines con plegarias tibetanas o mantras en cada rincón, faroles de papel, paraguas chinos que penden del techo, almohadones bordados a mano.
En la cocina hay una repisa con libros de recetas típicas orientales, y de las paredes cuelgan fotos de sus viajes (él fue diez veces a la India; ella, ocho, y el mayor de sus hijos -con 9 años- ya visitó tres veces ese destino). Suena música tranquila y se huele incienso. En perfecta sintonía con el espíritu del atiborrado ambiente, en el vestidor de la modelo no hay muchas más prendas que túnicas estampadas y vestidos hindúes.
Eso sí, en cantidad, de muy variados modelos, y la etiqueta es la misma siempre: Holi, la firma que Dolores fundó hace menos de un año y que ya tiene desde ropa hasta calzado y accesorios de, ¡claro!, estilo hindú. Ellos, lejos de parecer saturados por la redundancia, se mueven con visible empatía en esta porción de mundo que empezaron a crear en Maschwitz hace ya catorce años y que hoy comparten con sus tres hijos: Valentino, Salvador y Milo (de 9, 6 y 4 años).
Después de un mes inusual en el que trazaron puentes entre Punta del Este, Córdoba y Mar del Plata por trabajo, durante febrero se toman vacaciones. Es la primera vez que van a hacer un viaje así, de turismo, los cinco juntos: México y Guatemala.
"Qué vamos a necesitar con los chicos y cómo vamos a divertirlos es un ítem clave en los preparativos... Yo quiero llevar todo y él no quiere llevar nada -se queja entre risas ella, y agrega-: La idea es hacer un poco de playa, que es divina, y después toda la parte de las ruinas mayas, las pirámides. Vamos a agarrar un auto y recorrer tranquilos, parando donde queramos."
Ustedes viajan solos también, ¿no es cierto?
Matías Camisani: Nosotros viajamos en todos los formatos: solos, juntos y por separado, con niños, con alguno de los niños...
Dolores Barreiro: Sí, la vez pasada me fui con Valen a esquiar cinco días, nosotros dos solos. Fue un buen plan, una divinura total.
Entrenada para atender a tres hijos, uno solo te debe haber resultado muy fácil...
DB: ¡¡¡Sííí!!!, la verdad es que sí, pero no está bueno ser hijo único.
MC: Ni está bueno tener un solo hijo. Es una experiencia aparte el empatar las personalidades de ellos, ver cómo cada uno tiene sus cositas personales, que son bien diferentes. La vivencia de que a uno le gusta el dulce de leche y el otro lo detesta.
DB: Como la canción de Serrat que dice: "A menudo, los hijos se nos parecen, y así nos dan nuestra primera satisfacción": imaginate que si hubiéramos tenido a Milo solo, que es igual que él, ¡me muero!
¿Cuál es más parecido a vos?
DB: Valentino.
¿Son repartidas las tareas con los chicos o no necesariamente? ¿Hay cosas de las que se ocupa uno de los dos y no el otro?
MC: En algunas cosas sí, por ejemplo: Dolo es la que siempre se ocupa de leerles el cuento antes de irse a dormir.
DB: Cuando yo no estoy, lo hace él. Pero ¡se duerme antes que los chicos!
MC: ¡Es cierto! Me despierto a las siete tirado y digo: "Pero ¿cómo? ¿Yo no les estaba contando un cuento?".
Y vos, Matías, ¿qué hacés?
MC: Yo soy de llevarlos a la escuela, aunque a veces también nos turnamos con eso. Sí me ocupo de acompañarlos a las actividades extracurriculares: los deportes, cerámica, los cumpleaños... Tratamos de no delegar estas cosas. Porque hay otros momentos importantes en los que, por laburo, no podemos estar. Yo ahora me fui a Japón a hacer una campaña, Salvi terminó jardín y Dolo, aunque le hubiera encantado venir a Japón conmigo, se quedó acá, firme y estoica.
DB: Somos padres re presentes.
MC: Con mi banda ensayamos acá en casa; cuando juego al tenis o al fútbol, voy y vuelvo por acá. Estoy.
¿Cuál de los dos es el que más pone los límites con los chicos?
DB: Yo, en cantidad. El, en calidad. Estoy todo el día mandoneando, me desgasto, pego unos buenos gritos y no me dan bola. Pero cuando Matías les dice algo, se acabó, no hay más tu tía.
En esta casa se percibe un ambiente muy armonioso y se los ve como muy hippies: ¿las rispideces se dirimen con diálogo y en voz baja como parece?
DB: Hace catorce años que estamos casados, más los de novios, así que imaginate que, efectivamente, tenemos buen diálogo y hay armonía. Si no, no se sostiene. Jamás discutimos mal o gritando. No es necesario, porque él deja de hablarme y listo, se acabó el problema.
MC: Y ella es de perdonar enseguida.
Eso quiere decir que vos sos de pedirle perdón...
DB: Bueh, no es que viene y te dice: "Perdón". Tiene sus métodos, medio exóticos, y hay que saber interpretarlos.
¿Cómo es el balance de tantos años de matrimonio?
DB: Vamos muy bien, nos encanta estar juntos y compartimos todo.
MC: El hecho de tener hijos, de estar disfrutando de la experiencia de tenerlos, consolida más las cosas.
DB: Hemos transitado los primeros años, que son los más difíciles, ¿no? Fue un caos, pero ahora es muchísimo más fácil.
MC: Además, tenemos mucho sostén familiar alrededor nuestro, eso nos ayuda un montón.
DB: ¡Y está Esther!, que desde hace diez años trabaja en casa, viene sólo durante el día y un par de noches, que se queda a dormir.
MC: Tratamos de salir solos, aunque sea a comer acá enfrente y volver. Y después usamos mucho los viajes para conectarnos entre nosotros. Ella me acompaña, yo la acompaño, y ahí nos relajamos bastante. Es importante, porque hay momentos en que es necesario; el diálogo, forzosamente, se corta con los chicos...
DB: Hay algo de lo que recién me acordaba; en un clic, muy importante, cuando los chicos son chiquitos: el más chiquito empezó a ir al jardín y de repente teníamos la mañana para estar solos, había silencio, no lo podíamos creer, ¿te acordás?
MC: Sí, de repente tenías cinco horas para... ¡estar! Ahí nos dimos cuenta de que hacía siete años que no teníamos ese espacio en casa.
¿Y ya está? ¿O hay planes de volver a empezar con pañales?
DB: El quiere la nena.
¿Y vos?
DB: A mí no me interesa, con los tres varones estoy chocha, soy la única nena de la casa.
MC: Si vos no querés, no la buscamos...
DB: Pero si vos, amor, querés, yo te la doy (risas).
MC: Fuera de broma, tres es un montón. La experiencia es divina y nunca te vas a arrepentir si llegan más, pero ya está bien.
¿En qué fue cambiando el amor con el paso del tiempo?
DB: Para mí, la calidad del amor es totalmente distinta hoy respecto de cuando empezamos, es mucho más amorosa, más íntima y más consciente.
MC: Sí, más que el tiempo, creo que para mí fue trascendental el tema de los hijos. Uno en los hijos... Te ves a vos, ves a tu mujer. Es como la síntesis de todo el amor que nos tenemos.
¿Se les presentan situaciones en las que tienen que volver a elegirse?
DB: Bueno, para él es una elección diaria: yo le digo que lo voy a amar para toda la vida y él me dice que no sabe si mañana me va a seguir amando...
MC: Es que si no regás la plantita día tras día, no crece.
¿Hay celos en esta pareja?
MC: No, la verdad es que para el nivel de exposición que tenemos...
DB: ¡Sí que hay! Yo soy re celosa, lo que pasa es que también hay mucha confianza. Yo estoy segura de él, pero celosa soy; si viene una y se le tira encima, la quiero ahorcar.
¿Y vos, Matías? Si la ves en una foto recontra sexy, ¿te da cosa que esa imagen no sea sólo para vos?
MC: No, no, está todo bien. Además, me encanta estar casado con una mujer hermosa.
¿Se piden consejos profesionales?
DB: Yo le pregunto todo siempre.
Bueno, cuando te propuse esta nota juntos, ni le consultaste y me dijiste que sí en un segundo...
DB: Sabía que no iba a tener ningún problema. Si bien a él no le gustan las notas de pareja, como es OHLALÁ!, que a mí me encanta, iba a estar todo bien, ¿no, mi vida? En el resto le consulto siempre, todo.
¿Y le hacés caso a lo que opina?
DB: Eso no siempre, para ser sincera... Tomo en cuenta su opinión para las decisiones de trabajo, pero por ahí pasa con la ropa que estoy una hora desfilándole: "¿Me pongo éste o éste?", y termino usando lo que él no eligió.
¿Y él te consulta?
DB: ¿El look? Noooooo, no le importa nada. Pero justamente por eso yo elijo todo lo que usa. Yo me ocupo porque, si es por él, tiene dos remeras rotas y nada más.
MC: Les tengo fobia a los shoppings y a ir de compras. Como a ella le encanta ir, va. Y lo hace muy bien: mis mejores prendas fueron elegidas por ella.
DB: Mi tragedia es el shopping...
Ahora que usás sólo ropa de tu marca, ¿abandonaste el shopping?
DB: Sí, puedo ir a comprar un regalo, pero la verdad es que, como hago la ropa que me gusta, no necesito nada; y cada vez que tengo ganas de algo, me lo hago.
Las colecciones de tu marca son íntegramente de estilo hindú, y por toda la casa tienen cosas de Asia. ¿Es sólo una estética o también adhieren a la connotación espiritual de lo oriental?
MC: A ver, una cosa es la religión y otra, la espiritualidad. Uno puede ser devoto de su instrumento si es músico, de su trabajo, de sus relaciones, y hacer de eso un vehículo hacia la espiritualidad y a la elevación personal, porque de eso se trata. En la India lo llaman "el yoga de la acción", como una disciplina en la que el hacer o el no hacer cobra significancia. Pero no somos religiosos, no vamos a meditar.
DB: A mí me encanta hacer yoga; recontra creo en la energía.
MC: No practicamos ninguna religión, pero yo me identifico mucho con el budismo, fundamentalmente porque no es una religión, es una filosofía.
¿Conocés en profundidad el budismo?
MC: No en la profundidad en que lo conocerá un budista, pero sí hemos ido a monasterios, rescato muchos preceptos más allá de toda religión. En Occidente hay mucho de religión heredada sin ningún fundamento, vacía. Hay mucha contradicción.
¿Tienen alguna formación religiosa?
MC: Yo fui a una escuela católica.
DB: Y yo a la Juventud Católica, iba a misa todos los domingos, y nos casamos por iglesia.
MC: La espiritualidad va más allá de eso.
Se inclinan por el autocultivo y tienen una huerta; vi que juntan pilas, separan la basura y, al momento de vaciar la Pelopincho que usamos en la producción, Dolores pidió que no desperdiciáramos el agua, que regáramos las plantas...
MC: Es que estamos comprometidos con la ecología porque consideramos que si el cambio no se da a nivel individual, no existe ninguna posibilidad de cambio. Nos gustaría tener un lugar adonde tirar la basura orgánica y tener paneles solares en el techo, algún día lo vamos a lograr. Nos interesa ser partícipes del cambio, queremos preservar lo que tenemos y hacer que el entorno sea lo más lindo posible. Es una actitud hacia la vida; necesito ser coherente y confirmar lo que digo haciéndolo.
DB: Y enseñarles a los chicos que lo importante es cuidar el medio, no ensuciar, no gastar al pepe.
MC: En el caso de mi vegetarianismo, es una cuestión filosófica: creo en el karma y en que, cuanto menos daño uno haga, mejor el mundo lo trata.
¿Y cómo los viene tratando el mundo?
MC: Muy bien...
DB: Se ve que estamos haciendo bien los deberes, no tenemos de qué quejarnos.
Por Carola Birgin

Fotos de Nora Lezano

Producción de Carol Schmoisman

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