
La 66 y la 40 son compañeras de ruta, aunque son muy diferentes, porque una atravesaba Estados Unidos de Este a Oeste y la otra en la Argentina corre de Norte a Sur casi paralela a la cordillera de los Andes. Primas hermanas de aventura, algo así como los cowboys y los gauchos que tienen vidas paralelas y parecen no tocarse nunca.
En Estados Unidos, la pasión por el camino le dio título a una serie de novelas, películas y series que se desarrollan on the road, desde el ejemplo de Jack Kerouac, cuya obra más conocida se llamaba así. En Viñas de ira, en la depresión de los 30, John Steinbeck llamó Mother Route a la 66 porque los agricultores la seguían en su peregrinación buscando trabajo. Y su trágico ejemplo es el de James Dean, que se mató en 1955 al estrellarse con su Porsche en Paso Robles, en California. En los años 60 se hizo famoso George Maharis con la serie que tomaba el nombre de la ruta.
Entre nosotros tardó más en despertarse el género, aunque tuvo la ayuda invalorable de los Grandes Premios del Automóvil Club Argentino, que está celebrando sus primeros 100 años de vida.
Los hermanos Juan y Oscar Gálvez (el Aguilucho) pasaron por la RN 40 compitiendo con Juan Manuel Fangio y otros volantes memorables en sus cupecitas del Turismo de Carretera.
Manejar en soledad por largas distancias, atracción que comparten argentinos y norteamericanos, causa la admiración de los europeos, cuya geografía es más reducida y tienen que ir a correr a otros lados.
Un ejemplo es el francés Jean Dulon, que realizó la única película que tenemos sobre nuestro itinerario más emblemático porque llega desde Abra Pampa hasta Río Gallegos, desde la Puna hasta la Patagonia.
Su guión se basó en el libro La mágica ruta 40, que Federico B. Kirbus publicó en 1996 (acaba de reeditarse) siguiendo los 4467 kilómetros, que es la cifra a la que el autor llegó sumando los distintos tramos de carretera que la van integrando.
Porque es el resultado de unir caminos preexistentes en una decisión de Vialidad Nacional de 1935.
Con algunos senderos que tienen precedentes de 1872, cuando los recorrió a caballo el ingeniero irlandés Robert Crawford explorando un posible paso para el ferrocarril trasandino. Y cuyo kilómetro cero está en Mendoza, desde donde va hacia el Norte y el Sur en un espejo complementario y seductor porque atraviesa 30 latitudes, como también explica Kirbus.
Fama inquebrantable
En Estados Unidos, la Route 66, creada en 1926 de Chicago a Los Angeles, fue reemplazada paulatinamente. El último tramo del camino original fue cubierto por otra autopista en 1984, pero su fama ha seguido creciendo.
Hay lugares que conservan y multiplican su atractivo porque es una máquina del tiempo saber cómo se viajaba desde los años 20 hasta los 60.
Hay muchos viajeros que persiguen sus huellas por su interés arqueológico, cultural, histórico, más los escenarios de su naturaleza, en especial en las 600 millas de Nueva México ( www.rt66nm.org ).
Y también hay un culto de su memorabilia. Un solo dato: se venden desde los signos de metal del camino y viejas postales hasta jeans, valijas y brazaletes con el clásico logotipo y hay una buena página especializada: www.national66.com , entre otra infinidad de Webs.
Quedaron atrás las épocas legendarias, pero la seducción por el camino es continua. No sólo por manejar, sino para conocer por propia cuenta, a "su aire" al decir de los españoles. Donde no sólo hacen falta vehículos, sino el amor por la naturaleza, cuando una cámara de fotos o video es más necesaria que la rueda de auxilio.
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