
Mis hijos son educados.
No nacieron educados, no.
Tuve que luchar arduamente para que Marcos (sin ir más lejos) dejara de sacarse los mocos antes de dormir (y pegarlos en la PARED de al lado de su cama).
Me costó bastante inculcarles la higiene diaria. No hablo de bañarse, sino de dientes y manos.
Desde el minuto cero, les enseñé a decir por favor y gracias.
Y lo dicen.
Incluso el chiquito, sí sí, el bebito, dice gracias cuando le alcanzás algo que está señalando frenéticamente.
Será por eso que me choca TANTO estar en la plaza, plácidamente, mirando a Luján, que se sube al tobogán y se tira, un promedio de 33 veces por minuto, y ver venir a un tal "Nahui" (siempre me acuerdo de Dolina cuando escucho ese nombre), le arrebate la pala a Lucas (Nahui, como 4 años, Lucas, 1) y ante mi "noooo, no se la saques así, pedísela", el chiquito este me mire y me diga "vos, comé caca, estúpida".
Me quedé dura.
Qué paspada, no?
Era un chiquito
Pero igual, me saca, no lo puedo evitar.
Me da una impotencia ver que nadie vino y ubicó a ese niño, que luego empujó a unos y pisó a otros tantos.
No sé.
Soy yo?
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
