Ecopaseo por los andenes
En la estación San Fernando del Tren de la Costa, el mercado Sabe la Tierra es una alternativa de consumo saludable, pero también un programa de amigos y familias
11 de mayo de 2014
Es una tarde de otoño y sol, y en el bar de Paulinho suena reggae. Mientras el bahiano de sonrisa ancha despacha sus licuados power de naranja y maracuyá hay abrazos, reencuentros, algunas guitarras, muchas bicicletas, padres que pasean con los hijos sobre hombros, turistas curiosos, vecinos apurados por comprar lo mejor de frutas y verduras (todas sin pesticidas, agroquímicos ni conservantes, desde luego).
Así son los sábados en la estación de tren de San Fernando, donde desde hace casi cuatro años funciona el mercado Sabe la Tierra, un espacio de intercambio directo entre productores y consumidores (también arrancó hace un año en Vicente López). A ambos andenes se extienden unos 60 puestos decorados con banderitas estilo tibetanas o guirnaldas de colores en los que conviven productos orgánicos, agroecológicos, naturales y/o sustentables, con artistas que reciclan hasta lo impensado, cooperativas de trabajo y proyectos sociales. Pollos de campo, chutneys, cerveza artesanal, detergente biodegradable, cremas naturales, plantines, café orgánico, fertilizante de humus de lombriz, alimentos para celíacos o manteles de hilo son algunos de los tantos artículos y artesanías que se ofrecen en los stands.
Pero no sólo se trata de comprar, o siquiera de ser solidario con los pequeños productores (porque de eso se trata fundamentalmente el mercado: de ayudar al pequeño productor y apoyar el comercio justo).
También hay actividades para grandes y chicos, desde talleres de huerta, reciclado, circo, origami o títeres hasta yoga y charlas sobre cocina, alimentación y consumo responsable (los bonos contribución suelen rondar los $ 30, aunque algunos talleres y cursos son a la gorra. Sí se reparten gratis semillas de estación, como habas, apio y espinaca en esta época).
"Acá hay dos tipos de público -sintetiza Guillermina De Domini, coordinadora del mercado-. Está el consumidor fijo, por un lado, aquel que viene siempre y sabe lo que quiere. Por otro está el turista, el que llega a pasear y aprender. Porque no hay que tenerla reclara para venir acá, al contrario. Lo ideal es enseñar a ser consciente en el acto de compra, de consumir menos y de manera responsable."
Comprar en Sabe la Tierra no es sólo comprar. Es hablar con el vendedor, conocer la historia del producto, crear un espacio de encuentro. Lo mismo que si uno se sienta, por ejemplo, a comer el sushi de autor de Juan Ignacio Esteban y Josefina Onorato (Jujo), ella psicóloga, él analista en servicios gastronómicos y "coleccionista de cactus y crasas". Hablan de lo que les gusta y cómo lo hacen, mientras sirven un roll de salmón y otro vegetariano en una laja de piedra.
"Me aburro si sólo preparo lo clásico. Por eso inventamos rellenos de sushi con cebollas caramelizadas, roquefort, hongos. También usamos arroz yamaní o mijo", explica Juan sobre sus rolls, que se venden entre 40 y 70 pesos.
"Hay un mito que dice que lo orgánico es caro", interviene Guillermina. "¿Ves este jugo que estoy tomando?", dice, y alza un vaso extra large con una mezcla rosada de frutas. "Sale 20 pesos, igual o menos que un licuado que podrías tomar en cualquier lado."
Y éste no es cualquier lado, está claro. Entre las pizarras con mensajes que acompañan el recorrido por los dos andenes (del tipo limpio mi casa cuido mi tierra o apoyo el comercio justo), los guisos de pollo y papas de Osvaldo (que también se luce con chutneys, antipastos, patés y dulces caseros), se escuchan salpicadas -aquí y allá- algunas frases en inglés, portugués, alemán.
"Muchos turistas que van a Tigre ven el mercado desde el tren y se bajan", comenta Guillermina.
De fondo suenan los acordes de Don't Worry Be Happy. Paulinho sirve un frozen de arándanos con granola y miel orgánica. Una pareja sonríe para la foto. La tarde perfecta.