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Ecos mundiales en Colonia

Antes de la Copa, jugadores desconocidos también patean en Alemania




De: Juana Libedinsky

Para: turismo@lanacion.com.ar

Asunto: Todo listo
"Mi marido se va a Alemania a jugar un campeonato internacional de fútbol." No saben el placer que les daba a mis amigas decir eso poniendo cara de Victoria Beckham, pero la verdad es que no eran muy originales. El fin de semana pasado en Colonia, parecía que todo hombre entre 25 y 55 años que trabajaba para alguna empresa europea estaba ahí participando de un torneo interno de su compañía. Y según los taxistas que me llevaron de ida y de vuelta a las canchas aledañas al estadio listo para el Mundial, todo el resto del año será así, aprovechando el impulso de la Copa del Mundo.
La ciudad no podía ser más perfecta para recibir a este aluvión de abogados, banqueros, podólogos (más de mil de todo el este de Europa, un gremio poderoso, según me explicaron mis informantes al volante), y empleados de todo tipo de industria, convencidos de que en realidad son un Maradona, Ronaldinho o Beckenbauer desaprovechado detrás de un escritorio gris.
Por ejemplo, al llegar a Francfort perdimos la conexión de nuestro vuelo a Colonia. Mi crisis latina de "tenemos que ir a un campeonato de fútbol amateur yaaa" no logró conmover a la asistente teutona que manejaba la manga del avión, pero igual hay siempre varios trenes bala que unen Colonia con las otras metrópolis alemanas (y sus aeropuertos) hasta la noche, bien tarde. Cuando finalmente llegamos al hotel, en el centro del Media Park -un arbolado complejo rodeado de estudios de grabación, ¡por algo Colonia es el centro de la televisión alemana!-, nos juntamos con un grupo de españoles que suponían que las 11 de la noche era un buen horario para salir a comer también en Europa central. Para nuestra sorpresa, encontramos varios locales no sólo abiertos, sino dispuestos a acomodar mesas para casi 20 personas, así que la fama de Colonia como ciudad festiva y noctámbula está más que merecida.
Para tomar, todos pidieron naturalmente la cerveza local, llamada Kölsch, como el dialecto de la zona, por eso los mozos explican con orgullo que Kölsch es el único idioma que se puede tomar.
Colonia también es famosa por su ¡colonia! (¿Dónde creen que se inventó el eau de Cologne?) La marca local 4711, que es el número de calle dado a la fábrica durante la ocupación francesa a principios del siglo XIX. Uno de sus frasquitos de color verde claro es el souvenir imprescindible junto con -horror- las camisetas de Brasil que venden en todas las zonas turísticas, descontando que será el próximo campeón.
Gorros albicelestes, banderas que dicen Argentina y paraguas con nuestros colores nacionales se consiguen -al menos por ahora- sólo en los quioscos aledaños a la catedral, por unos 10 euros la pieza. Una vez solucionada esa parte del shopping, se puede entrar en esta gigantesca iglesia gótica, símbolo de la ciudad y Patrimonio de la Humanidad. Su construcción comenzó en 1248 y fue supuestamente completada en 1880, pero los habitantes de Colonia la llaman "la obra eterna" y predicen que el día que esté sin ningún obrero arreglando algo, el fin del mundo estará ante ellos. Pero a no preocuparse; por la cantidad de andamios que en estas semanas la rodean, ¡al menos varias Copas del Mundo más podrán realizarse con total tranquilidad!

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