
El almacén de los sueños, en un pueblo bonaerense
En Pedernales, cerca de Roque Pérez, una familia de anticuarios recicló el viejo comercio de ramos generales en restaurante de carnes asadas
19 de marzo de 2017


Un pueblo perdido en la provincia de Buenos Aires, de esos que suelen pasar inadvertidos, pero que jamás deberíamos subestimar: como gaucho ladino, siempre esconden un as bajo la manga. Tal es el caso de Pedernales, a 170 kilómetros de Buenos Aires por la ruta 30, camino a 25 de Mayo. Allí se encuentra Casa Aguerre, un histórico almacén de ramos generales que supo ser el más importante de la zona y ahora luce reciclado en su totalidad como restaurante de carnes asadas.
El lugar cuentan con las estanterías más anchas y el mostrador más largo que se puedan imaginar. Estantes que ostentan, orondos, cerca de 30 mil botellas antiguas junto con las alpargatas y el resto de la mercadería de época; literalmente, el escenario de los años 30, que recrea la gloria de un pasado próspero. Todo fue restaurado para renacer, la vista se regodea en cada rincón preservado del olvido. Como si alguien hubiera dado cuerda a una cajita de música mágica para volver el tiempo atrás y que todo esté hoy como hace 90 años.
Llama la atención que alguien haya dedicado tanto tiempo, dinero y esfuerzo a reciclar un almacén tan grande con tantos espacios diversos. Ese fue el sueño de la familia Rivero, anticuarios de Pergamino que, como la canción, siguen soñando felicidad, después de trabajar e invertir en el sitio durante cuatro años. Y van por más, porque se viene la posada de campo.
Hasta el depósito contiene hoy lo que tenía cuando Casa Aguerre nació de la mano del ferrocarril: en 1924 los hermanos vascos Aguerre y, años más tarde, Protasio Sáenz, aguantaron el mostrador de la gran edificación de 30 metros de largo por 25 de ancho. Que hoy luce con la pintura, las bebidas y toda la mercadería de entonces ¡Hasta las bordelesas! No por nada está en trámite el pedido para declarar al edificio Patrimonio Histórico de la Provincia.
Luis Sáenz, hijo de Protasio, cuenta que de chico atendía el almacén junto con su padre. Hacían el reparto de mercadería en sulky, vendían desde un alfiler hasta bidones de nafta: “Éramos el shopping de entonces”, dice risueño. Hasta que llegó el surtidor a la puerta, que aún hoy puede verse, otra reliquia.
En su momento de esplendor, Casa Aguerre llegó a ser el almacén de ramos generales más importante en la línea del ferrocarril Sud en su tramo Cañuelas-Bolívar.
Los domingos –con reserva previa– Alejandro Rivero y Lía Mac Cormick reciben a los viajeros que llegan a este gran salón almacén al que pronto se sumarán los cuartos con baño privado. Se pueden llegar a escuchar historias y comer un asadazo hecho a la estaca con papas, batatas y verduras cocinadas en el horno de barro, ensaladas y postres criollos.
53 años de bicicleta
Juan Feliciano Guerrero tiene 83 años y 53 arriba de su bicicleta, que quiere más que a nadie. De guayabera y pantalón largo, llega en su rodado que apoya serenamente sobre un árbol con la confianza ciega de que nadie se la robará. Es el encargado de abrir el Museo Sureño “fundado por Juan Alesandrelli alias el «Campechano», artesano dueño de la entonces fábrica de tabas junto con Ángel Norbido Núñez”, cuenta. En las vitrinas se exhiben las tabas calzadas con chapas de plata y oro y el resto de las piezas coleccionadas durante sus años de vida; murió en 1982.

Juan muestra las marcas de ganado, un antiguo fonógrafo, espuelas, frenos y aperos, algunas armas antiguas, documentos. Lamentablemente el estado de conservación deja mucho que desear; él pone su cariño, pero ante la falta de fondos provinciales para mantenerlo no puede hacer milagros.
Continuando la vuelta del perro por Pedernales el viajero se encontrará con un pueblo auténtico: el bar Sin Rival de Beto Monachese, más conocido como el bar de Beto, tiene piso de tierra y gauchos de facón en la cintura, y no es un cuento. Al llegar, algunos salen a mirar quién es la atrevida que se entromete en este templo varonil del escabio. El dueño cierra… cuando se le antoja. Sigue el bulevar asfaltado, la panadería Bellizzimo con horno a leña, el banco Provincia, la farmacia, la escuela, una casa de artesanía en madera, que cuando fuimos estaba cerrada, llamada Tinta y Nogal. A 8 km de tierra y arena, el pueblo de Ernestina resiste el paso del tiempo.
El tren que pasaba el martes
La luz del sol chorrea los plátanos y palmeras del bulevar de tierra y arena tapizado de hojas que atraviesa el pueblo de Ernestina, de 3 km de largo. Si Pedernales era chico, Ernestina tiene hoy 200 habitantes aunque supo brillar con su historia de príncipes y princesas.
La señora Nelly tiene la llave de una iglesia neogótica con joyas a punto de morir como un cielorraso de bronce estampado o unos vitrales admirables. Al almacén sigue llegando el pan de cada día de la panadería de Pedernales; por el calor, las sillas en la vereda conversan solas mientras algún perro flaco olfatea a los forasteros, como desconfiando.
A través de las rejas se puede ver el colegio pupilo de monjas que era la envidia de la zona y daba albergue y educación a 100 alumnos; cerró en 1993. Casa Sáenz, el almacén del mencionado Luis Sáenz, hijo de Protasio, abrió cuando él se fue de Pedernales por tres meses y se quedó 40 años; cerró hace cuatro. Dos niños corren por la plaza bellísima y salvaje, como desafiando el tiempo. Allí resiste el monumento del fundador del pueblo, Enrique Keen.
En sus épocas de esplendor supo tener trenes que pasaban no solamente el martes y jamás abandonaban las vías: cuatro servicios diarios, dos de pasajeros y dos de carga. Más el tanque de agua que abastecía las locomotoras a vapor y más el príncipe de Gales, Eduardo VII, que pasó por aquí y logró que se asfaltaran algunos tramos de las calles sólo para recibirlo, éramos tan cholulos...
Del empedrado no quedó nada, pero ciertos vecinos ilustres como médicos y jueces, decidieron hacer sus casas por aquí, volviendo al pago sin golpear. A pocos kilómetros se construyen unas bonitas cabañas para pescadores a la vera del río Salado. Se respiran aires de esperanza; tal vez a Ernestina y Pedernales les llegue su resurrección de la mano del turismo. Casa Aguerre ya lo hizo: hay sueños que, de tan poderosos, se convierten en realidad.
Datos útiles
Cómo llegar: tomar la autopista Ezeiza-Cañuelas hasta llegar a ruta 205. Antes de Saladillo y pasando Roque Pérez 5 km doblar por la ruta 30 a la derecha hasta Pedernales.Casa Aguerre: Menú, $ 400 por persona, que incluyen fiambres y quesos, pan y galleta de campo, vacío y costillar a la estaca con fuego de leña, ensaladas, papas y verduras al horno de barro, postres criollos o helados artesanales, sin bebidas. Menores de 12 años no abonan cubierto. Vinos, desde $ 95 (Finca Los Arboles, Navarro Correas). Pedernales, Partido de 25 de Mayo. Tel. 02343414754; www.casaaguerre.com.ar.
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