
El arte de elegir la ubicación ideal
9 de abril de 2006

Como dicen los expertos, las tres cualidades más buscadas en un inmueble son ubicación, ubicación y ubicación. Lo mismo ocurre al elegir un hotel. Con la diferencia de que uno no se maneja con reglas de mercado, sino de decisiones personales del aquí y ahora. Por ejemplo, en Buenos Aires hay dos barrios muy cotizados: uno es Puerto Madero; el otro, Palermo Hollywood. En un caso, edificios nuevos sofisticados; en otro, antiguos reciclados.
Un amigo francés, muy al tanto de las atracciones de nuestra ciudad y sin problemas para pagar cualquier cinco estrellas, prefirió Palermo. Aunque tenía que viajar más por sus negocios, cuando terminaba de trabajar quería estar en un ambiente menos formal y divertido, con restaurantes a distancia peatonal.
Esto no ocurre solamente en Buenos Aires. En toda gran ciudad hay lugares y lugares. En Manhattan se puede estar en el Meat Packing, que antes era un barrio de carnicerías y hoy es la meca de la corte de Sex and the City, serie que dejó de salir sin perder vigencia.
En París se trasnocha por La Bastilla, en la rue Lappe. Está en la orilla derecha, detrás de la nueva Opera, pero es más noctámbula que la otra orilla, que se aburguesó con el éxito de St. Germaine. En Madrid se va a Chueca, que dejó de ser exclusivamente gay; en Barcelona al Barrio Gótico, al lado de las Ramblas; en Berlín a Oranienstrasse, que estaba detrás del Muro, etcétera.
Van cambiando al compás de las modas y nadie tiene el éxito asegurado, porque lo que hoy es hot mañana pasó, ya fue.
A los turistas les gusta saber qué sitios están de onda aunque a la hora de elegir son convencionales. Y es razonable. Lo que decide es nuevamente la ubicación, que está en función de nuestras prioridades. Si estamos en familia, con chicos pequeños, es mejor una playa tranquila y alejada en Miami que si estamos solos y se nos van los ojos por las modelos que abundan en South Beach.
Y si nos seducen las compras, un deporte muy popular mientras la tarjeta aguante, lo adecuado es estar cerca del bulevar Hausmann, aunque sólo sea para mirar vidrieras en París. Para estar cerca de todo en Madrid la apuesta es la Gran Vía, como el Midtown con el Rockefeller Center en Nueva York o el Barrio Viejo en Praga.
Nuestro presupuesto es un condicionante severo. Uno no está donde quiere, sino donde puede. Sin embargo, no debe olvidarse que lo más caro en un viaje es el tiempo, porque el dinero puede reponerse, pero nadie nos devuelve las horas perdidas. A veces un hotel caro resulta más económico en este sentido que uno barato fuera de la zona de nuestros intereses.
Mi sugerencia es comenzar siempre con un mapa, marcando la ubicación de los eventuales alojamientos y calcular la distancia a los sitios que nos atraen. Además, averiguar qué medios de transporte público hay disponibles para llegar a los sitios que queremos recorrer. También es útil saber la abundancia de lugares de comida rápida o supermercados. Por último, saber que el mejor amigo del viajero que desea ahorrar tiempo y dinero es el subterráneo. Un tema para otra columna.
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