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El arte de mirar vidrieras




Las compras son el deporte más popular del turista. Aunque no siempre lo reconozca hasta que le llega el resumen de la tarjeta de crédito. Y la forma más divertida (y menos onerosa) de hacerlo es mirar vidrieras .
En España le dicen vitrinear; en Italia, guardare le vitrine; en Estados Unidos hablan del window shopping , y en Francia, faire du lèche-vitrines textualmente significa lamer los escaparates.
No es casual que uno de los primeros trabajos de Armani, antes de ganarse el título de Georgio a secas, haya sido el de vidrierista de la Rinascente en Milán. Ni que artistas del nivel de Raúl Soldi o Héctor Basaldua, también escenógrafos del Teatro Colón, crearan los diseños para recibir la primavera en la calle Florida para Casa Harrod´s. En esa época se luchaba por atraer las miradas con los maniquí vivant, señores elegantes que paseaban tratando de no tentarse ante las bromas que les hacían los que ponían la ñata contra el vidrio. Uno de ellos fue Angel Cárdenas, cantor de Aníbal Troilo.

De cartón piedra

Las primeras modelos, antes de las top model de la actualidad, tenían el título de mannequin; así, en francés, como la inolvidable Kouka, una belleza casi incorpórea desde Flores convertida en vedette de Mansion Dior cuando Yves Saint-Laurent sucedió a su maestro a fines de los años cincuenta.
En las principales ciudades del mundo es un paseo fascinante y muestra los grandes cambios que se dieron desde la haute couture , que se escondía en las pasarelas, hasta esta galería de espejos que se multiplica en el mall, los centros comerciales, las galerías de todo tipo, porque donde menos se espera salta un muñeco. Desde Joan Manuel Serrat, con su clásico De cartón piedra que hoy se sigue tarareando en karaoke: "Era la Gloria vestida de tul/con la mirada lejana y azul/ que sonreía en un escaparate..." hasta el tema Mannequin, de Britney Spears, para bajarlo al celular, es una tentación evocadora que no cesa. Incluso hay coleccionistas que pagan un disparate por los que tenían ojos pintados, antes de usarse cristales de colores.
La vida no es una imagen fija sino en movimiento, y en los escaparates nos enseñan los cambios con la visión periférica mientras caminamos sin darnos cuenta de lo que el cerebro está registrando. Hasta hace no pocos años las revistas extranjeras, las únicas que llegaban con desnudos sin corpiño, tenían una tirita negra para tapar los pezones. Actualmente, aunque no tengan ninguna necesidad para la prenda que exhiben, se destacan igual que en una malla al salir del agua.
Los nuevos corpóreos permiten todas las fantasías, aunque la poesía del papel maché no se desvanece con los materiales sintéticos. Para su agenda no se pierda las vidrieras de Rodeo Drive (¿Recuerda Mujer bonita ?) ni las notables de Ginza en Tokio, pero le propongo, sin pasaporte ni dinero, que elija su barrio comercial donde vive en la Argentina. Y allí tome nota de lo que ve en las tiendas, y cambie opiniones con su familia porque será una experiencia grata y sorprendente.

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por Redacción OHLALÁ!

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