

Entre idas y venidas, organización y sincronización, después de un año cargados con nuestras bicicletas y alforjas partimos rumbo a España. Llegamos a Pamplona y de allí a Roncesvalles, lugar programado para la salida y adquisición de nuestras credenciales de peregrinos.
Por sugerencia de personas que habían realizado el Camino de Santiago elegimos mayo, mes en el que las lluvias no son tan recurrentes. De todas maneras, el pronóstico no fue favorable. Desde que partimos hasta nuestra llegada, la lluvia fue nuestra más fiel compañera de viaje.
La travesía en su totalidad consistió en 12 días de pedaleo. La distancia recorrida fue de 817 km, 27 km más de lo que nos imaginábamos. Esto se debió a que en repetidas oportunidades debimos plantearnos si proseguir por el Camino o tomar la carretera nacional, ya que por tramos el Camino se hacía intransitable, el barro se convertía en chocolate y era imposible ascender empujando las bicicletas cargadas. No queríamos claudicar por la lluvia, así que persistimos empapados y sobreponiéndonos a la fatiga, esperando llegar al destino más próximo para resguardarnos.
Nos alojamos en albergues por el bajo costo, aunque a riesgo de que si había más peregrinos de a pie que en bicicleta, ellos tendrían la prioridad para dormir.
Partimos de Pamplona hasta Puente de Reina siguiendo el curso marcado. Esta fue una etapa dura. La lluvia y la irregularidad del Camino nos obligaron a resguardarnos en Cirauqui.
Después continuamos hasta Logroño.
Reanudamos el viaje en la mañana, gran parte por el Camino marcado, pero nuestra amiga más querida, la lluvia, sobrevino y nos obligó a seguir por la carretera. Pasamos la noche en Belorado, después siguió Burgos; es una ciudad imponente. Luego pasamos por pequeños centros urbanos que son característicos de todo el Camino: conventos, pequeñas iglesias, casas del siglo pasado.
Lo agradable de este viaje es que cada 15 o 18 km hay pueblos donde se puede parar o pernoctar. Atravesamos Frómista y en Carrión de los Condes tomamos un respiro.
Una vez descansados, seguimos por la ruta que corre paralela al Camino de Santiago (todo este tramo está lleno de subidas y bajadas).
Retomamos nuestro viaje rodeados por los montes de León, cuyo ascenso, si bien no es pronunciado, es largo, y de ese modo fuimos penetrando de a poco en la cordillera Cantábrica, que desemboca en Cruz de Ferro.
Todo este trayecto, en lo que a cicloturismo se refiere, es de lo más divertido, acompañado además de una magnífica y reconfortante vista.
Sabíamos que los últimos kilómetros se convertirían en los más largos del recorrido.
Luchando contra el cansancio acumulado, pero impulsados por nuestro gran entusiasmo, continuamos pedaleando, mitad por ruta, mitad por el Camino, y así fue como cerca del mediodía habíamos alcanzado la meta. ¡Llegamos a Santiago de Compostela!
¿Descubrimientos para compartir? ¿Un viaje memorable? Esperamos su foto (en 300 dpi) y relato (alrededor de 2000 caracteres con espacios).
Envíe sus compañeros de ruta a la Redacción de Turismo del diario LA NACION, por carta a Bouchard 557, 5º piso (1106), Capital Federal, o vía e-mail a: turismo@lanacion.com.ar
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