La estancia se llama Las Glicinas, pero no hace falta esperar la primavera para que asome el lila de esas flores: asumen el florido reemplazo las santa ritas. Trepan hasta el tope de las galerías del casco y allí estallan con el más llamativo colorido del otoño.
Enrolada no hace mucho al turismo de estancias, las 400 hectáreas agropecuarias -a base de maíz y soja- a 3 kilómetros del pueblito Alsina y a 8 de la autopista a Rosario, brinda sosiego limitado a no más de 20 turistas, entre hospedados y visitantes por el día. Está a 135 kilómetros de Buenos Aires y a un paso del río Baradero, ese atajo del Paraná, pródigo en pesca y fertilidad.
Los gigantes y centenarios eucaliptos del parque -invadidos por loros vocingleros- los plantó Pedro Gastellú, instalado en 1854. Susana Gastellú, su descendiente, joven abuela y profesora de bellas artes, es la ágil anfitriona con su esposo, Jorge el Negro Moya, un casi atlético mercedino que desde los 3 años se hizo hombre de campo y de a caballo en campos de su familia, en Navarro. Más impetuoso como jinete que de a pie, terminó en polista delantero en los circuitos bonaerenses con modesto cuatro en handicap. Pero abandonó el vértigo hacia los mimbres, a causa de algunas rodadas de secuelas menores.
Moya tuvo campos en Mercedes y se reconoce tambero de toda la vida (garantiza a los turistas desayunos de leche recién ordeñada). Ocho caballos de paseo se ensillan para dos turnos de cabalgatas que Moya acompaña. Y como al ramillete de tacos que luce en el casco, se suma un potrero plano, pronto habrá una cancha de taqueo, tan en ciernes como los cursos de equitación.
Será un servicio tarifado aparte, pero también un entretenimiento para el turismo.
Bicicletas y juegos
Una viejísima y sólida volanta, que Moya trajo de Navarro, brinda el paseo para quienes no montan. Hay bicicletas, juegos de campo e improvisados conciertos en la sala de música del casco principal. Las armonías a piano y guitarra se despliegan a la vista de cuadros de Molina Campos y cabezas equinas que dibuja la dueña de casa.
En verano, la atracción es la piscina cercana a un quincho para asados (a cargo de Carlos, un veterano mayordomo) que suele incluir dorados y hasta bogas que se asan con aromáticas salsas de hierbas y ajo, y provocan la tentación de los pescadores.
Una salida a los pesqueros del río Baradero se contrata si la reserva se hace bien anticipada por el (03329) 15540783. Cuesta 50 pesos por persona.
El día de campo con almuerzo y merienda, cuesta 35 pesos y el hospedaje con cuatro comidas, 70. Teresa es la cocinera hábil para las pastas y salsas caseras, las carnes horneadas y platos diferentes (calabazas rellenas de choclo y gratinadas). También tartas, tortas y pan casero (bebidas y actividades están incluidas en la tarifa).
Del parque arbolado, el quincho y los comedores, se elige la sede del almuerzo con privacidad. No se mezclan matrimonios o familias por unidad de hospedaje. El Ranchito es refaccionado, pero antiguo, mientras que Casa Chica (1920) fue monturero y a los tres dormitorios agrega un living con hogar, DirecTV, cocina y baño. El casco principal data de 1870, tiene tres habitaciones, sala de música, comedor, TV, baño y cocina principal.
Del pasado, la mejor anécdota motiva ver el viejo aljibe donde Pedro Gastellú escondió un bebe, cubierto después que lo acomodó en el balde durante una última incursión charrúa.
El tataranieto Juan Pedro Gastellú plantó de chico un naranjo. "Cuando muera, se secará", sentenció. Hace treinta años, en abril de 1970, don Juan Pedro murió y el naranjo, para no desdecirlo, se marchitó.
Tropas libertadoras
Otras historias no se relatan, pero el viejísimo camino de tierra que da a la tranquera de Las Glicinas y une Zárate con Baradero, en parte coincide con el de las postas oficializadas en 1774. De manera que este campo fue cruzado en marzo de 1811 por los comisionados de la Junta (Vieytes y el cura De la Peña) para estudiar la defensa costera contra las incursiones hispanas.
También cruzó un batallón de granaderos montados y acantonados en San Fernando de la Buena Vista. Fue a principios del año 1813 en marcha hacia San Lorenzo (combate). Ese camino de postas pasaba por Pilar y Capilla del Señor, seguía a la posta Chacras de Areco (al este de San Antonio). Cruzaba luego aguas abajo del arroyo Areco que, unido al de Giles, se echa al río Baradero. Luego el camino se hacía costero y cruzaba la hoy estancia Las Glicinas, porque seguía a la posta de Cañada Honda y de allí a la de San Pedro. Antes aún pasaron las caballerías que en San Nicolás aguardaron a Manuel Belgrano para emprender la Campaña del Paraguay.
A Las Glicinas se llega por el Acceso Norte y autopista a Rosario (que suma 1,50 peso y 3,10 de peajes) hasta el desvío a Alsina, o kilómetro 127, cinco kilómetros a la derecha. El asfalto tuerce a la derecha, cruza las vías, y del otro lado se toma a la izquierda el boulevard paralelo hasta la calle Mariano Moreno. Se gira frente al más viejo boliche del lugar (con 126 años y visitable para aperitivos) por la calle que sigue como camino de tierra dos kilómetros. Topa con el camino histórico, se gira a la izquierda y también sobre la izquierda, a unos mil metros, está la tranquera de Las Glicinas.
Francisco N. Juárez