
El Carnaval sale a la calle
Más allá de los desfiles del Sambódromo,la verdadera fiesta popular se vive en las ruas de la Cidade Maravilhosa, una tradición que se retomó después de muchos años y que convoca a cerca de 500 comparsas y a seis millones de personas
10 de febrero de 2013

Al amanecer, la música que se apagó a regañadientes en la madrugada comienza a sentirse de nuevo con las primeras panderetas. Ya para las 8, la cerveza empieza a correr al ritmo del samba y cientos de miles, millones de personas inundan las calles de Río de Janeiro para disfrutar de otro carnaval. Amigos y desconocidos, jóvenes y adultos, vecinos y extranjeros, vestidos con disfraces muy elaborados o improvisados, todos se unen a los blocos de rua, cantando sus marchinhas y dispuestos a dejarse llevar por la contagiosa alegría callejera.
Tal vez el desfile de las escolas de samba en el Sambódromo de la avenida Marqués de Sapucaí, con sus espectaculares carrozas y sensuales bailarinas, sea la cara más famosa del Carnaval carioca en todo el mundo. Sin embargo, en los últimos años, el original Carnaval de rua ha cobrado importancia y convoca cada vez más gente, atraída por la recobrada sensación de seguridad que ha sido la base del renacimiento de la Cidade Maravilhosa.
El año último, 5,3 millones de personas –1,1 millones de ellos turistas venidos de afuera de la ciudad o del país– disfrutaron del Carnaval de rua carioca, y este año se estima que habrá unos 6 millones de participantes en las calles. La Alcaldía autorizó un récord de 492 blocos de rua, como se llama a las comparsas callejeras formadas por vecinos, amigos y simpatizantes que recorren Río con bandas musicales en su cabecera. Son 67 más que en 2012, y eso que hubo 92 blocos rechazados, principalmente por la cantidad de obras que hay en la ciudad para prepararla para el Mundial del próximo año y los Juegos Olímpicos de 2016.
"El carnaval callejero siempre fue el más importante de Río, desde mediados del siglo XVIII. Lo que pasó fue una triste y larga interrupción de ese proceso, entre 1965 y 2000, aproximadamente, cuando en gran parte tuvimos la dictadura de las escolas de samba. Ese período coincidió con el declive y la desaparición de las marchinhas y con el aumento del sexo grosero en los bailes de los clubes sociales, lo que acabó alejando a las familias que los frecuentaban", explica a la nacion el escritor Ruy Castro, reconocido como cronista non plus ultra de Río de Janeiro.
"Sólo a partir de 2000 la gente, espontáneamente, volvió a organizarse en blocos, a componer pequeños sambas especialmente para sus desfiles y a disfrazarse, aun tímidamente. A partir de ahí, el pueblo descubrió que las escolas de samba sólo tenían interés para los turistas y que lo divertido es jugar por cuenta propia, como escucharon que lo habían hecho sus abuelos y bisabuelos", dice Castro, autor de Carnaval de fuego (2003) y Bossa Nova: La historia y las historias (1990).

El Bloco do Sargento Pimenta canta temas de The Beatles, para que los turistas se sumen
La concurrencia a los blocos aumentó todavía más desde 2008, cuando las autoridades de Río de Janeiro iniciaron el proceso de pacificación, es decir, la reconquista de las favelas en los morros que estaban bajo control de bandas narcotraficantes y que ahora tienen comisarías comunitarias. Desde entonces, la violencia ha disminuido notablemente, Río se siente mucho más segura y la gente no tiene miedo de salir a las calles (de cualquier manera, dentro de la aglomeración de los blocos abundan los carteristas, así que es recomendable no llevar ni celular, ni máquina de fotos, ni mucho dinero).
Históricamente marginada, la Zona Norte se está integrando cada vez más al resto de la ciudad y su turística Zona Sur. De hecho, este año es en la Zona Norte donde más creció el número de blocos registrados por vecinos; sus habitantes ya no sienten que tengan que ir hasta el Centro o a Ipanema para poder disfrutar el carnaval callejero sin problemas. Lo mismo ha sucedido en la favela de Rocinha, la más grande de Río, en el extremo de la Zona Sur.
"Estamos consiguiendo proporcionar una fiesta mejor esparcida por la ciudad. Es el fin de la ciudad partida. La Zona Norte siempre tuvo tradición de carnaval de calle y ahora eso está resurgiendo, así como en otras localidades. Antes teníamos tres blocos en Rocinha que no conseguíamos absorber porque no había pacificación. Ahora ya son parte", resalta el secretario de Turismo municipal, Antonio Pedro Figueira de Mello, en referencia a la instalación allí en septiembre último de una Unidad de Policía Pacificadora (UPP).
Si bien muchos blocos hacen recorridos de precalentamiento desde dos semanas antes del viernes de Carnaval, cuando el Rey Momo recibe las llaves de la ciudad, la bacanal propiamente dicha empieza cada viernes del fin de semana carnavalero. Es entonces cuando el irreverente bloco Carmelitas invade las callejuelas del bohemio barrio de Santa Teresa con una marea de hombres y mujeres vestidos de monjas cantando marchinhas satíricas y burlescas.
A la mañana siguiente tiene lugar en la avenida Rio Branco, del Centro, el tradicional bloco del Cordão de Bola Preta, fundado en 1918, uno de los más populares, con la cantante María Rita como su madrina. En 2012 reunió a más de 2 millones de personas y este año espera superar los 2,3 millones y convertirse así en la fiesta callejera más grande del mundo; para confirmar la marca llegaron a la ciudad jueces del Guiness Book of World Records.
"Vamos a demostrarle al mundo que nadie sabe festejar mejor que los cariocas", prometió Carlos Gerbase, de 32 años, que la semana anterior participó de un ensayo junto a miles de otros foliões, como se denomina a quienes participan de los blocos.
Con 492 blocos autorizados, hay para todos los gustos. Desde el colorido Banda de Ipanema, con sus travestis al estilo de la película Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto, hasta los muñecos gigantes que se destacan en Tamarineira Folia, de Bonsucesso. Con sus marchinhas escritas en abanicos y cerveza o cachaça en mano, la multitud realiza el itinerario marcado por el bloco Suvaco do Cristo, en el Jardín Botánico, o por el Monobloco, en Cinelandia. Hay también blocos para niños, como Que Caquinha É Essa? o el Largo do Machadinho, hasta el Blocão, integrado por orgullosos dueños de perros que desfilan con sus mascotas disfrazadas por la orla de Copacabana.
Aunque el samba agita la mayoría de los blocos, cada vez más hay agrupaciones que eligen otros ritmos, como el axé, el funk, el pagode, la música popular brasileña, y hasta el rock y el pop. Ejemplos son el Bloco da Preta, comandado por la cantante Preta Gil (hija de Gilberto Gil); el bloco Do Ben, que interpreta los clásicos de Jorge Ben Jor, y el Mulheres de Chico, dedicado a la obra de Chico Buarque. Pero en los últimos tiempos han surgido también grupos con canciones en inglés, como el Bloco do Sargento Pimenta, que ya tiene dos años invitando a celebrar con música de The Beatles; el Cru, que homenajea a The Rolling Stones, y el Thriller Elétrico, que estrena este año con hits de Michael Jackson.
"Las canciones en inglés ayudan a que los gringos se conecten más con la fiesta. Todo el mundo conoce las canciones de los Beatles y puede tararearlas al menos. Así tienen una experiencia de Carnaval mucho más rica, integral", comenta Gustavo Gitelman, fundador del Bloco do Sargento Pimenta, que reúne a decenas de miles de personas en el parque del Aterro de Flamengo.
En portugués o inglés, nadie parece tener problemas en encontrar combustible para cantar y bailar. Litros y litros de alcohol se venden al paso de los blocos y, aunque cueste creerlo, no hay peleas callejeras serias. La alegría predomina siempre en el ambiente.
Tampoco es fácil entender cómo hace la Alcaldía para limpiar rápidamente las calles tras el recorrido de los blocos. Pero las latitas de cerveza, los papeles y los restos de disfraces van desapareciendo gracias a un ejército de barrenderos y máquinas de limpieza que llegan detrás de la multitud, y en pocos minutos juntan toda la basura. Más difícil es quitar el olor a pis que dejan los miles de mijões que no logran contener sus ganas y orinan sobre las paredes en vez de en los baños químicos instalados a lo largo del trayecto de los blocos. Es el único lado negativo de esta incomparable fiesta callejera.
Besos, desencuentros y camisinhas
En medio del desenfreno de música, baile y sudor de los blocos de rua, la multitud empuja a la sensualidad y la seducción. Hombres y mujeres roban besos de desconocidos y hay mucho manoseo y toqueteo al compás de las marchinhas.
En este vale todo carioca, es habitual que las parejas de novios salgan por separado: ella con sus amigas, él con los suyos. Y también es frecuente que haya fuertes atracciones físicas que son interrumpidas con el avance de la alegre turba. Para solucionar esos desafortunados desencuentros existe desde hace un año el blog Panterita, ¿dónde estás? (Oucinha, cadê você?, en www.oncinhacadevoce.tumblr.com), una suerte de pizarra electrónica donde los interesados amantes pueden reconectarse a través de mensajes que recuerdan el bloco donde se vieron y los disfraces que llevaban. "Nos besamos en el bloco Azeitona sem Caroço, en Leblon. Estabas vestida de gata, yo de Superman", y otros títulos por el estilo aparecen en el sitio creado por una misteriosa mujer que se hace llamar Lucy in the Sky with Diamonds.
Ya para cuando los encuentros se consuman sin problemas, las autoridades reparten millones de preservativos para evitar las enfermedades de transmisión sexual. Este año, en todo Brasil, se repartirán durante el Carnaval 68,6 millones de camisinhas, especialmente concentradas en las ciudades de Río de Janeiro, Salvador y Recife, que tienen los carnavales callejeros más populares del país.
El Sambódromo, clásico, codiciado y costoso
Pese a los constantes reclamos por sus altos precios, las entradas al Sambódromo Marqués de Sapucaí siguen siendo los tickets más codiciados en Río de Janeiro, tanto por los cariocas como por los turistas que desean asistir al espectacular desfile de las escolas de samba, hoy y mañana.
El primer grupo de entradas que salió a la venta, en diciembre último, se agotó en poco más de una hora. Entre ellas estaban los asientos individuales en los mejores sectores y los espacios en las tribunas (arquibancada) populares. Sus precios varían entre 90 y 300 reales (45 y 150 dólares) para los asientos individuales, y 10 reales (5 dólares) para las tribunas populares.
Luego, ya por teléfono se pueden adquirir, en bloque, los espacios para las frisas, como se llama a los corralitos para 4 o 6 personas al lado de la pista del desfile, y para los camarotes, o palcos especiales, con capacidades que varían entre las 8 y 30 personas. Sus precios oscilan entre 650 y 4200 reales (325-2100 dólares) para las frisas, y entre 35.000 y 114.000 reales (17.500 y 57.000 dólares).
Diseñado en 1984 por el recientemente fallecido Oscar Niemeyer, el Sambódromo Marqués de Sapucaí, que ahora tiene capacidad para 75.000 personas, fue reformado en 2012 para que durante los Juegos Olímpicos de 2016 pueda recibir la llegada de la maratón y las pruebas de tiro con arco.
En números
- 492
Blocos de rua
Este año, la Alcaldía de Río de Janeiro autorizó 492 blocos de rua que desfilan por siete zonas de la ciudad. - 850
Millones de dólares
El año último, el Carnaval de rua generó 850 millones de dólares en la economía de Río. - 6Millones de personas
Es el número de asistentes que se espera este año del carnaval callejero.
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