Y el soltero también.
Pero nadie te cuenta como funciona el chistecito.
Me clavo toda la mañana con el "Chico del Lavarropas" una vez más; últimamente mi única compañía masculina pasa por los rubros electrodomésticos. Entré en esa etapa en las que todos te declaran la guerra y te van fallando. Piquete. Uno a uno. Como las lamparitas de luz, arranca quemándose una y hay todo un efecto dominó por la casa que concluye en la oscuridad total. Odioso.
-Está mal la manguera. Te tengo que poner otra.
Por suerte él mismo corrige el rumbo de la conversación porque se está tornando imposible.
-Tengo un repuesto acá. La reemplazo, media horita y estamos.
Lo miro profesionalmente desde mi sillón, laptop en falda, aprobando con la mirada lo que me dice (de lo cual entiendo más o menos... cero).
Arregla, firmo, todo en garantía, no pago un peso, se va.
Mañana el gasista matriculado (que en estas épocas del año son más difíciles de conseguir que un novio) a arreglar el tiro balanceado que larga un olor a pelusa quemada que da miedo "y además es sumamente peligroso, Sofía, por favor, eso está totalmente tapado", agrega mi madre.
Así las cosas, básicamente me dedico a esto. Lo de la agencia es un pasatiempo.
Veo que todavía existe esa empresa Maridos a Domicilio. Supongo que el nombre se creó en esas épocas en que los tipos sabían cambiar un cuerito. Ahora la mayoría de mis amigas se quejan de la inutilidad hogareña de sus cónyuges.
Yo necesito un marido a domicilio, pero básicamente para que me mantenga después de que me rajen de la agencia por llegar tarde 3 veces a la semana.
Buen fin de semana para todos. ¡Que viva la casa propia!