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El castillo enigmático

Una excéntrica propiedad convertida en museo, en el pequeño pueblo de Santa Veracruz




Por Pierre Dumas
PARA LA NACION
SANTA VERACRUZ.- Parado en la puerta de su castillo, Pedro recibe a los visitantes mate en mano y con una ola de anécdotas en la punta de la lengua. Riojano por adopción, va encadenando una historia tras otra con un entusiasmo contagioso, muy lejos de la parsimonia de sus vecinos de paraje.
La imagen no deja de despertar curiosidad, dado que el castillo en cuestión está a miles de kilómetros de sus ancestros europeos con murallas y almenas: esto es La Rioja, y para más datos un pueblo casi ignoto del norte de la provincia, Santa Veracruz, tan discreto que lo pueblan menos de 200 habitantes y hasta tuvo que cambiarse el nombre para no ser confundido con Santa Cruz, una localidad de Famatina.
Sin embargo, poco a poco los turistas se abren paso y, preguntando y preguntando, averiguan cómo llegar hasta aquí para ver el sitio que lo puso en los mapas: se trata del Castillo de Dionisio, una casa -hoy mitad vivienda, mitad museo- construida bien a su manera por Dionisio Aizcorbe, cuyas rarezas bien recuerdan sus antiguos vecinos. Dionisio falleció en 2005 y Pedro Fernández se decidió a tomar la antorcha de su legado para abrirlo al público y dar a conocer algo más sobre la cosmovisión que inspiró estas paredes ondulantes nacidas entre la vegetación de los cerros.
"La gente siempre vino a ver el castillo, era conocido en la zona y despertaba curiosidad. Pero muchos se volvían disgustados porque Dionisio podía llegar a sacarlos de mala manera. Yo les pregunto: ¿ustedes dejarían entrar a cualquiera a su casa? ¿No? Bueno, él tampoco, porque ésta era precisamente su casa, aunque nosotros la veamos como una curiosidad", resume Pedro, que hoy también tiene aquí su vivienda, aunque reservó una parte para un museo con fotos del antiguo dueño, sus libros, algunos objetos personales.
Pedro también detalla el largo trabajo necesario para poner el castillo en condiciones después de algunos años de abandono: "Dionisio vivía de una manera muy particular? No tenía ni baño, por ejemplo. Habían quedado muchas cosas abandonadas, arruinándose, y fue una tarea lenta y necesaria sacar todo, rescatar lo rescatable y restaurar sus objetos para que hoy se puedan mostrar como parte de este museo".

Van Gogh a dos mil metros

Treinta años de trabajo y de vida ermitaña dieron como fruto este curioso Castillo de Dionisio que no puede sino recordar el art brut que floreció en Europa durante el siglo XX y que tanto fascinó a los surrealistas. Toda una filosofía cósmica se cuela por las paredes trabajadas en cemento con arabescos y profusamente decoradas con alusiones a elementos de distintas culturas: aquí y allá van brotando las imágenes de San Jorge y el Dragón, la leyenda de Osiris, los rosacruces, el ave fénix, varios mandalas. "Dionisio, que había llegado de Santa Fe, decía que había encontrado aquí su lugar en el mundo. Hizo un jardín con manzanos y puso en el techo los siete chakras. No tenía electricidad y él mismo construía sus muebles. Era un bohemio que hizo el castillo para desplegar su forma de pensamiento? Se dice incluso que se dejó morir, que no quiso recibir atención médica tradicional", cuenta Pedro.
Poco a poco, el secreto del lugar se va difundiendo y cada vez más gente llega hasta el curioso portal que evoca a Van Gogh para visitar el castillo. Aunque llegar no sea fácil, porque primero hay que atravesar el pueblo de San Pedro -el último antes de Aimogasta, viniendo desde La Rioja- y luego tomar un desvío de ocho kilómetros hasta Santa Veracruz. Sin embargo, estos caminos convocan porque están regados de pequeños placeres: bodegas artesanales, fincas productoras de nueces, iglesitas recónditas, viñedos y olivares, todas invitaciones a perderse en las rutas que rodean la sierra de Velasco.
El Castillo de Dionisio se visita todo el año, pero conviene avisar para asegurarse de que Pedro Fernández esté. Reservas, (011) 1544734566 y pedroarmandofernandez@hotmail.com

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