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El charme de no tener ascensor en un hotel de París

Breve y personal categorización del alojamiento en el mundo

12 de diciembre de 2004

Nunca terminé de entender cómo se establece la diferencia de calidad entre hoteles en Europa y América latina. En París, por ejemplo, me sentí más a gusto en un alojamiento de tres estrellas que en uno de cuatro. Además, cuentan las buenas lenguas que tres estrellas en el Barrio Latino equivalen a cuatro en la Rive Droite (Margen Derecha) porque el charme de no tener ascensor en un hotel en el lado bohemio es inadmisible en otro burgués.

No hablemos de cinco estrellas, que en Francia no existen por razones impositivas y sólo hablan de cuatro de lujo pese a sus palacios, donde podría jugar María Antonieta y perder la cabeza cualquiera a la hora de pagar la cuenta. Incluso Woody Allen, que lo pasó en su luna de miel con Soon Yi Previn.

En Madrid soy fanático de los hostales modestos, parecidos a nuestras pensiones familiares, que a veces no tienen una sola estrella, pero son impecables.

Lo mismo pienso al salir de las capitales y entrar en el interior, donde aumenta la calidad y bajan los costos. Tanto a la hora de descansar como cuando se trata de comer y beber.

Me explicaron que esas distinciones se aplican de acuerdo con criterios administrativos. Ellos determinan el standard de comodidades y servicios, fijando la banda de precios. En mi caso, como orientación antes que guiarme por las decisiones de un burócrata abstracto, prefiero las sugerencias de una agencia de viajes que conozca el lugar, o el boca en boca de amigos y conocidos.

En Estados Unidos es distinto, no hay calificaciones ni tarifas oficiales. Cada uno puede pedir lo que quiere y el pasajero lo acepta o no, porque la ley que rige es la oferta y la demanda.

Hasta mi nivel familiar, la cosa es sencilla. Se complica al subir en dólares o euros. Al invertir gran cantidad dinero, la gente desea muchas estrellas y al no tener ese ranking busca sustitutos confiables. Por esa razón se multiplican las publicaciones que califican con rigor.

Varias revistan elaboran los rankings sobre gastronomía, spas, playas, islas campos de golf, clínicas de tenis o de polo por medio de expertos que no se dan a conocer.

Algunas menciones son tan prestigiosas como los Cinco Diamantes de la American Automobile Association (AAA), equivalente a nuestro Automóvil Club, o las Cinco Estrellas de la petrolera Mobil, que sería como YPF Repsol.

La AAA tiene 65 detectives a tiempo completo examinando lo último en lujo para evaluar 50 mil hoteles y Mobil lo hace con 12 mil. En ambos casos, los elegidos son pocos y cada año la lista es esperada con la misma expectativa que la Michelin entre los gourmets.

Pero hay otro ranking que no se basa en especialistas, sino en la opinión del público con encuestas entre miles de usuarios. Lo hace Zagat, abarcando desde restaurantes hasta discotecas. Y muy especialmente las revistas de viajes, entre ellas Travel+Leisure o Conde Nast Traveler, dos de las más famosas.

Por ejemplo, la primera, que se puede consultar en Internet en www.travelandleisure.com, convocó a 425.000 viajeros para elegir ciudades y por supuesto hoteles por continentes. Desde México a Ushuaia, entre los 25 establecimientos distinguidos, hay cinco de la Argentina, entre ellos el Alvear Palace, que ocupa el puesto número dos.

A su vez, Conde Nast Traveler dio a conocer recientemente sus 10 top, los mejores del mundo. Entre las ciudades de América, sin incluir Estados Unidos, Buenos Aires está quinta, superando a Montreal y Toronto. Y en la lista de hoteles de América del Sur, hay dos argentinos entre los tres primeros. Primero el Four Seasons de Buenos Aires, segundo el Ritz Carlton de Santiago de Chile y tercero el Alvear Palace, superando a otros notables de Brasil y Perú.

A veces no se trata de estrellas, pero en algunos hoteles los huéspedes sienten que tocan el cielo con las manos.

horaciodedios@fibertel.com.ar

Por Horacio de Dios
Para LA NACION

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