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El descanso se recupera en Jofré

A menos de una hora de Buenos Aires, este pueblo rural ofrece una hostería para pasar el fin de semana




Las calles no tienen nombres visibles, así como ningún lugareño alude al pueblo por su nombre verdadero (Jorge Born). Por eso, la Hostería Tomás Jofré, casi flamante y de arquitectura rústica country, se alzó con el nombre de la estación, que es el que se impuso en la toponimia urbana.
Hasta hace poco los visitantes, atraídos por un estilo de comida rural basada en los embutidos y fiambres de la zona, pastas caseras y parrilla a tenedor dispendioso, no tenían dónde hospedarse o lo hacían en la cercana Mercedes.
El bajo promedio de casas salpicadas en la docena y media de manzanas muy arboladas que constituyen toda la urbe , hicieron de Jofré un pueblito envidiable, rodeado de campos. También está a mano de Buenos Aires por la agilidad del Acceso Oeste y la conexión con la ruta nacional 5. Alguna notoriedad agropecuaria local pasó al olvido -como los trenes-, sepultada desde hace muchas décadas cuando el lugar se transformó en un emporio de restaurantes de campo, acierto de Silvano y Fronteras, dos comedores pioneros que aún lideran entre otros seguidores.
A una acelerada por el pavimento de la ruta provincial 42, que se desvía desde el kilómetro 91,5 de la ruta 5 -y donde la oferta quintera tienta con kiwis y champignones frescos-, Jofré es todo un descubrimiento para fines de semana sosegados por una paz inédita con la cual adormecer las digestiones domingueras, y cuando se agrega la oferta de productos de campo y servicio de caballos.
Alberto y Noemí Castelli son los anfitriones en la hostería, que erigieron con buen gusto y estilo colonial. A la tranquera que accede al jardín, la flanquea un atril con el menú que sirven en el elegante comedor fogoneado por un gran hogar chimenea.

En medio del verde

Disponen de cuatro habitaciones en suite con paredes de ladrillo a la vista que miran al parque y se surten de aire acondicionado, calefacción y teléfono.
El descanso puede estirarse en las reposeras del parque -cuidado y muy verde-, al que adornan una fuente y un carruaje de época.
Una suite con dos desayunos continentales cuesta 65 pesos y es posible adquirir los llamados paquetes turísticos, que para dos días de campo y una noche, con varias actividades (cabalgatas, gimnasia, paseos guiados en mountain bike), dos almuerzos (uno el viejo almacén de campo Silvano), una cena, desayuno y merienda, cuesta 136 pesos.
Se puede conocer el lugar con sólo almorzar. El menú fijo más económico cuesta 9 pesos (otro, con sabrosas variantes, cuesta 13) y suma una empanada casera, ensalada rusa con matambre casero, panzotis al tuco y pollo a la crema con guarnición de papas noisette. Una botella de vino patero catamarqueño agrega 7 pesos a la cuenta.
Si se reserva por el (02324)-433328, es posible que se logre un sosiego tan gratificante que equivale a regresar -a través de una especie de túnel del tiempo- a los albores de este siglo que agoniza.
Francisco N. Juárez

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por Redacción OHLALÁ!

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