

CIUDAD DE MEXICO (El Mercurio, de Santiago).- Si uno tuvo la suerte, o la desgracia, de nacer en la ciudad más grande del mundo tendrá la suerte, o la desgracia, de ser un chilango.
Así se les llama a los habitantes del cáotico, prejuicioso y fascinante Distrito Federal de México: una megalópolis imposible de recorrer completa -intentarlo sería, ciertamente, una aventura de locos; por eso aquí hablaremos sólo de tres barrios específicos- y que pese a todos sus defectos y contrastes sigue atrayendo a miles de personas cada día.
Amanda se ríe cuando le comento lo que aprendí recientemente sobre los taxis. "Me dijeron que sólo me subiera a los taxis cuya patente comienza con L, pues esos son los legales y más seguros, ¿no?", le acabo de decir.
Amanda es Amanda Cárcamo, una mexicana que acabo de conocer aquí, en la capital. Diseña vestuarios para cine y comerciales de TV y, por supuesto, sabe mucho más que yo de esta ciudad con veinte millones de habitantes. "Ja. ¿Eso te dijeron? Pos que lleve una L o la letra que sea aquí no significa nada", me dice y vuelve a sonreír.
En realidad, Amanda sólo intenta explicarme un poco más cómo es su ciudad. Porque la capital de México debe ser uno de los sitios más prejuiciosos del mundo: antes de comprobarlo por tu cuenta se sabe que es peligrosa, que es sucia, que es fea, que es un monstruo de ciudad, que hay mal olor, que hay mucha droga, que demorás horas y horas en llegar de un lado a otro, y que hasta los taxistas te pueden secuestrar.
Una cantidad enorme de cuentos y mitos, pero que al final forman parte de los problemas típicos de todas las grandes ciudades y que, claro, son magnificados por los medios o los mismos chilangos.
Patentes y banderazos
El tema de los taxis en el D.F. llama la atención. Los hay de tres tipos: los radiotaxis, que se recomiendan para turistas pues son más seguros, pero cobran el doble; los blancos de cuatro puertas, que parecen más seguros y tienen un banderazo un poco más alto que los terceros, y los vochos de color verde con patente letra L, S, inentendible o sin patente a la vista.
Por eso, andar en taxi en Ciudad de México es toda una experiencia: muchas veces los choferes no saben, o quizá prefieren no saber, la mejor ruta para llegar a algún lado (sólo basta conocer un dato: en el D.F. hay 283 calles que se llaman Zapata).
Mercado ambulante
Hoy mi amiga Amanda tiene que chambear. Perdón, trabajar: debe salir a buscar la ropa para vestir a unos ninjas que actuarán en un comercial. Para eso va a recorrer el Centro Histórico, que es el lugar del que debería partir cualquier visita al D.F.
Ella irá a una calle específica donde venden telas y géneros. En el Centro Histórico hay una calle para todo: una para los excusados, otra para las lámparas, otra para los instrumentos musicales, otra para las imprentas...
El comercio ambulante reina aquí sin contrapeso: incluso los puestos de ropa, películas pirateadas o comida ni siquiera se ponen en la vereda, sino en mitad de la calle, lo que congestiona aún más el tránsito.
El D.F. tiene sitios impresionantes como la catedral, que cada año se hunde unos siete centímetros, pues Ciudad de México está construida sobre un lago; el Zócalo, una explanada gigante donde se realizan todas las grandes manifestaciones del país; las ruinas del Templo Mayor azteca; el Palacio Nacional y sus notables murales de Diego Rivera, que cuentan la historia de México, y el Palacio de Bellas Artes, uno de los centros culturales más importantes del país, entre muchas otras cosas.
El centro se derrumbó casi entero luego del terremoto de 1985. Hace algunos años, comentan muchos mexicanos, este lugar era muy inseguro, pero dicen que ahora ha cambiado. Salvo, claro, si a uno se le ocurre ir a meterse a sitios como Tepito, unas siete cuadras detrás de la catedral, cerca de la Plaza Garibaldi, donde se transan las drogas y las armas de la ciudad.
Actualmente hay empresarios como Carlos Slim, el hombre más rico de América latina y propietario de Telmex, que están invirtiendo millones en la restauración de fachadas, la renovación urbana y el ocultamiento de los cables del alumbrado (como por ejemplo en la Calle Tacuba, donde está el imperdible Café de Tacuba, con buena cocina mexicana).
Le pregunto a Amanda si le gusta vivir aquí, en el D.F., y me dice: "Pues sí. Me gusta y me asfixia en ciertos momentos. Encuentras de todo aquí. Da miedo, pero tenemos expos que en ninguna otra ciudad de México encuentras, conciertos, nuevos artistas plásticos, grupos de música y cine con nuevas propuestas. Y a pesar de ser una ciudad tan grande, acabas conociendo a la misma gente y es una especie de círculo vicioso".
La cultura, en Coyoacán
El escritor mexicano Juan Villoro volvió hace unos meses al D.F., su ciudad natal, luego de pasar tres años en Barcelona. "Estaba aburrido allá", cuenta una tarde, sentado en un café de la plaza San Juan Bautista de Coyoacán, el barrio donde vive. "Extrañaba el caos y la excitación, la capacidad de improvisar la vida que te da una ciudad como México, de pensar que las cosas pueden cambiar."
Para Villoro, la capital de México es como la mujer barbuda de un circo. "Cada vez que se habla de ella se enfatiza un defecto. Pero al mismo tiempo es un lugar que sigue imantando a la gente. Es una ciudad que asombrosamente sigue creciendo, lo que demuestra por un lado que hay sitios donde se está peor, y también que hay una energía especial y una intensidad muy grande acá. Esta mujer barbuda es la que nos tocó en suerte y a la que amamos. Estamos enamorados de la mujer barbuda del circo, lo cual significa acostumbrarte a los besos con barba y bigote".
Coyoacán es considerado por mucha gente como el barrio más lindo del DF. Sus calles son de piedra y aún se conservan varias de las casas donde vivieron los conquistadores españoles. Como buen barrio tradicional, está articulado en torno de una plaza y un mercado que el fin de semana se llena de artesanos, hippies, lectores de tarot, mimos y hasta comerciantes que ofrecen dar golpes eléctricos a la gente, un placer masoquista que, dicen, es un gusto muy mexicano.
Los escritores y los intelectuales viven aquí. En Coyoacán se vende casi el 80% de los libros del país. Por ejemplo, aquí está la sede principal de la librería Ghandi (Miguel Angel de Quevedo 121), la más importante de México, cuya visita es un imperdible. Como también lo es la Casa Museo de Frida Kahlo (Londres 247), donde vivió la artista junto con su esposo, Diego Rivera, y que exhibe diversas obras y notables artículos personales de la pareja; o la Casa de León Trostky (Avda. Río Churubusco 410), que es en realidad el búnker donde se exilió el ex líder soviético y fue asesinado.
A la hora de comer no habría que pasar por alto dos excelentes merenderos: Las Lupitas y Santa Catarina, perfectos para probar tanto antojitos mexicanos como quesadillas, tacos, enchiladas y mole.
La Condesa
Julieta García fue víctima de un minisecuestro hace unos años. Ella es la subdirectora editorial de la Revista DF, publicación mensual que analisa todo lo que está pasando en la ciudad, y cuyas oficinas están en La Condesa, el barrio de moda de la capital mexicana. Julieta fue interceptada una tarde por dos tipos que se subieron a su auto y no pudieron salir de la calle Amsterdam, que da toda la vuelta a este barrio. Finalmente no le pasó nada, pero igual ella usa esta experiencia para hablar de la violencia de la capital y lo confuso de sus calles. "Sí, creo que hay un rollo de inseguridad aquí, pero creo que también está magnificado por los medios."
Antiguamente, La Condesa fue un hipódromo, delimitado justamente por la calle Amsterdam. Hoy es un sitio lleno de bares y cafés. En La Condesa viven y circulan músicos, actores, cineastas, performanceros y gente de ese estilo. Uno de los bares más conocidos de aquí, el Cafeína (Nuevo León 73), tiene entre sus dueños al actor Diego Luna, y en febrero de este año se acaba de abrir uno de los hoteles boutiques más onderos de la ciudad, el Hotel Condesa DF.
A diferencia de Coyoacán, La Condesa no gira en torno de una plaza, sino de un parque llamado México. Se trata de un agradable lugar de áreas verdes, caminos de arcilla, una laguna con patos y una plazoleta que a veces sirve como cancha de fútbol. Además tiene veredas anchas, lo que permite que los restaurantes puedan poner sus mesas en la calle. El primero tipo bistro que se puso acá fue el Café La Gloria (Vicente Suárez 41 D), un imperdible por el ambiente y las exposiciones fotográficas y de arte que se realizan. Hoy hay muchos más como éste.
La Condesa sigue teniendo raíces muy viejas, y esa combinación le hace bien. En el momento en que los viejitos se mueran y empiecen a vender sus casas y lleguen chavos, esta colonia se va a acabar.
Tradición a la mexicana Esperando a la parca con fiesta
El miércoles se conmemora el Día de los Muertos
Vivir en México el Día de los Muertos, que se celebra el miércoles, es una experiencia mágica, más si el viajero ha tenido la posibilidad de leer parte de la literatura rica de este país, donde esta conmemoración es incomparable.
Se trata de una de las celebraciones tradicionales más importantes de México. Tanto, que con los años llegó a formar parte del patrimonio cultural de este país.
Durante el Día de los Muertos hay rezos, cantos, música y baile, que forman parte de la fusión de las culturas.
Esta celebración tiene dos influencias: por un lado, la cristiana, que a partir del siglo XVI se hace dominante en la cultura mexicana, y en segundo lugar, la prehispánica, que sigue vigente hasta nuestros días.
Y hay fusión, porque mientras la cristiandad se luce con la oración, el mundo prehispánico consideraba que la muerte era un acontecimiento natural, complementario de la vida.
De ahí que esta celebración exprese el deseo de reunirse con los que ya no están y que nos han amado,y reviva el deseo de que nos visiten. Aunque, al mismo tiempo, está el temor de que se queden.
Permiso
En México se cree que cada 2 de noviembre los muertos tienen una especie de permiso para visitar a sus seres queridos, los que se preparan para recibirlos adornando sus tumbas, armando elegantes altares con su comida favorita y ofrendas especiales.
Los mexicanos tienen cierto miedo de esta festividad. O mejor, de la muerte. De ahí que, para exorcizar, se burlen de ella y traduzcan ese miedo en la creación de versos en los que ridiculizan a parientes, amigos, políticos, actores... Además, se comen a la muerte, representada por las calaveras de azúcar.
En cuanto a las ofrendas, las mismas tienen por objeto la obligación de los vivos de recibir y atender a las ánimas en su regreso anual al hogar y ofrecerles lo que en el más allá no hay.
Datos útiles
Cómo llegar
En avión US$ 915
El pasaje de ida y vuelta hasta Ciudad de México, por Aerolíneas Argentinas, con impuestos incluidos.
El pasaje de ida y vuelta hasta Ciudad de México, por Aerolíneas Argentinas, con impuestos incluidos.
Dónde dormir
Hostal Virreyes: para jóvenes, al lado del metro Salto del Agua. Habitaciones dobles, 25 dólares. www.hostalvirreyes.com.mx
Hotel Catedral: a dos cuadras del Zócalo. Habitaciones amplias, cómodas y limpias. Tiene restaurante. Dobles, desde 42 dólares, sin desayuno. www.hotelcatedral.com
Hotel Condesa D.F.: habitaciones de diseño y una linda terraza con vista al Parque España. Dobles, desde 165 dólares. www.condesadf.com
Hotel NH: lindos cuartos en la Zona Rosa, cerca de la Avda. Reforma. Dobles, desde 85 dólares, nhmexicocity@nh-hotels.com
Cambio
Un dólar vale 10,8 pesos mexicanos aproximadamente.
Comer, beber y salir
Hostería de Santo Domingo: el restaurante más antiguo de la ciudad, de 1860. Platos estrella: el chile en nogada y la pechuga ranchera con nata. Belisario Domínguez 72, Centro.
Chon: prehispánica; el mejor lugar para comer insectos como chapulines y chinches de agua, Regina 160.
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