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El efecto X




Buen día. Hace algunas semanas terminé de leer la primera novela de Carolina Aguirre, El efecto Noemí. Descubrí a la autora cuando escribía su blog Bestiaria y la conocí en los comienzos de OHLALA!, como colaboradora, cuando me tocó editarle sus textos de prosa impecable. Entonces, al recibir su libro, ni lo dudé y le dediqué mis ratos de fiaca. Bah, me lo comí, así como el protagonista, recién separado, engulle la lata de frutas secas importadas. No solo me divirtió sino que me hizo asombrar y tomar distancia de una Soledad que cae en los lugares comunes de enloquecer a su pareja: "Levantate, dale", "¿llevás abrigo?", "no lo hiciste así", "¿por qué no lo hacés asá?", "no me llamaste", "llegaste tarde", etc… Sin embargo, recién el otro día, rumbo a Mar del Plata, terminé de tomar conciencia del poder de esa Soledad que se cuela hasta la última rendija de G.
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Estábamos en Atalaya, él se había bajado a comprar medialunas calentitas, ahí por el kilómetro 100. Abrí el paquete y exclamé: "¡qué poquitas!". Eran 8. "¿Por qué no compraste una docena?". G se rió: "Porque pensé que me ibas a decir que eran muchas". Me comí dos y le dejé el resto a él por la culpa que me carcomía por dentro. ¿Quién era esa chica que le hablaba a él en la cabeza?
Entonces, me acordé del libro, que relata cómo Boris no puede deshacerse de esa mujer que ya no duerme con él, pero que opina y lo provoca; lo interpela, por ejemplo, cuando va a comerse una ración extra: "Te va a hacer mal. ¿No era que te dolía la panza? ¿Por qué no te tomás un té y te vas a acostar?" Me propuse entonces, llamarme al silencio más seguido, y a su vez comencé a observar a quién tenía yo en la cabeza. Descubrí un festín de familiares, compañeros de trabajo, usuarias del blog, distintas versiones de G, que armaban su propio talk show, sin Lía Salgado de por medio.
Respiré, e identifiqué cómo yo podía encontrar mi propia voz entre el murmullo de voces. "Ponete derecha, estás toda encorvada", me dice G. "¿Cuándo vas a visitar a tus viejos?", me consulta un simulacro paterno. "Acaso no vas a responder al debate de ayer", me increpa un avatar cualquiera. "Estás más gorda", me sorprende mi hermana estilo holograma. "¿Estás comiendo sano?", me consulta mi médico. "¿Sos feliz?", me pregunta mi Maestro interior. Y me queda pimponeando esa última pregunta. Y en eso estoy, viendo cómo procuro mi felicidad, una tarea diaria.
Vos, ¿a quién tenés en la cabeza?
Conclusión del debate de ayer: Creo que no hay conclusiones, los debates no tienen fin. Mi propuesta es que temas que requieren cierta profundidad las charlemos personalmente, este espacio es limitado y se presta a más de una confusión. Entonces, me encuentran en Facebook, o por mail: solesimond@gmail.com, que es mi casilla personal, e incluso tomamos un té cuando quieran. Por último, agradezco la participación de todos, porque en general detrás de cada comentario hay buenas intenciones (salvo, claro, aquellos que son realmente hirientes, despectivos y que toman a la mujer como objeto). Dicho esto, sigamos compartiendo.
Que tengan un muy lindo día,
Sole

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por Redacción OHLALÁ!

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