
ESTAMBUL.- Solimán, el Magnífico, sultán todo poderoso del Imperio Otomano que reinó sobre tres continentes, comienza escribiendo una carta dirigida a Francois I, rey de Francia: Yo, que soy el Sultán de los Sultanes, el Soberano de los Soberanos, el distribuidor de Coronas entre los Monarcas del globo, la Sombra de Dios sobre la Tierra... Estas palabras nos remiten a la época de apogeo del imperio, cuando Estambul era la ciudad más grande del mundo y Carlos V se vio obligado a firmar el tratado de Constantinopla.
Solimán, el enamorado de Roxelana, la rusa, a quien se conoció como Haseki Hürrem , la Feliz Favorita, la más amada de las mujeres del harén.
Pasión bruja
El amor de Solimán por Roxelana era tan fuerte que llegó a decirse que ella lo había embrujado y algunos la llamaron Cadi , que significa la bruja .
Los días de Solimán son los del esplendor del arte otomano, cuando los artistas eran acogidos en el palacio, los días de Mimar Sinán, el gran arquitecto que definió algunos de los caracteres fundamentales de la arquitectura turca del siglo XVI, los días de Baki, nombre memorable de la poesía de la época clásica turca, que escribió: Los placeres de este mundo son tan fugitivos como la estación de las rosas... , de Fuzuli, el poeta de Bagdad, y de tantos otros.
Un legado
Figura central de la edad de oro de la civilización otomana, Solimán tuvo la ambición de que su nombre fuera ligado a la grandeza de los monumentos construidos durante su reinado y esta ambición impulsó la construcción de algunas de las obras más admirables que nos legó el imperio.
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