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 • HISTORICO

El éxito del fracaso: por qué es importante fallar

Aunque la caída duela, fallar ya no tiene mala prensa. Hoy, es sinónimo de grandes aprendizajes y un trampolín hacia la creatividad, las ideas y los nuevos escenarios.




¿Cuántas veces sentiste que algo fue lo peor que te podía pasar y a los pocos años te encontraste nombrándolo, entre risas, como un hecho afortunado? Muchas tuvimos un amor increíble que nos hizo volar a una dimensión superior y sentimos que la vida se acababa cuando se terminó, pero con el tiempo entendimos que –por cómo fue el rumbo de la vida– había sido mejor perderse que encontrarse. Puede que te haya tocado un jefe que te hizo sentir que no estabas hecha para esa profesión y con el tiempo comprendiste que haberte cruzado con alguien así te enseñó a correr con el viento en contra. O quizá seas parte de ese 90% que empezó un emprendimiento y falló, porque está probado que solo el 10% de los nuevos proyectos prospera, ¿sabías? Seguramente en el instante del derrumbe te sentiste frente a una tragedia. Te habrás llorado todo, y es lógico, porque todas las luces del mundo parecen apagarse cuando se quema esa lamparita en la que poníamos todas nuestras apuestas. Pero sea en una pareja, en un vínculo familiar o de amistad, un trabajo o un proyecto, el fracaso siempre sorprende con sus mágicos frutos.
Hasta hace unos años, el fracaso era una mala palabra. Las historias sin final feliz –especialmente a nivel profesional– se escondían y solo se comunicaban los éxitos. Un poco sigue siendo así, con películas como la de la vida de Steve Jobs y los casos de mujeres que tuvieron una idea y se convirtió en un negoción. Pero ahora surge una tendencia y es un mimo al corazón: la terapia del fracaso. Cada vez más, se encuentran fundamentos emocionales y psicológicos para aprender a bancarse los errores y salir más airosa de los tropiezos. Ya hay movidas que veneran los fracasos como las Fuckup Nights, un ciclo de miniconferencias de personas que tienen historias de fracasos profesionales y están dispuestas a compartirlas. La mexicana Leticia Gasca fue la creadora de esta experiencia, que ya se practica en 140 ciudades del mundo. La idea se le vino a la mente después de una noche con amigos en la que –con unos mezcales de por medio– se abrieron a contar sus mayores fracasos y terminaron todos sintiéndose gratificados. La honestidad sobre las propias debilidades es valorada por los demás, y muy liberadora para una misma. Ella además creó el Instituto del Fracaso, que se dedica a investigar fracasos empresariales, para obtener información objetiva de las causas de la derrota y que otros puedan aprender de la experiencia. Paradójicamente, sus iniciativas se convirtieron en rotundos éxitos. Pero la reivindicación del error también está de moda entre las grandes corporaciones: Silicon Valley, la región de California que es el reino de las start ups de tecnología, transformó el fracaso en una fuente de aprendizaje con su filosofía “fail fast, fail often” que se traduce en “fracasá rápido y seguido”. Ellos tienen como hábito hacer un prototipo lo más barato posible, probarlo y, si falla, cambiar de idea rápidamente. Consideran que cuanto más uno prueba, cuantos más billetes de lotería tiene en la mano, más posibilidades hay de alcanzar el éxito.
Nuestra época no es tan cruel como fue la que nos precedió:pertenecemos a una generación en la que podemos fallar y aún seguiremos teniendo muchas oportunidades. Es más, saldremos siendo mejores personas y mujeres más fuertes. Por eso..., ¿cómo sacarles provecho a los malos tragos? ¿Cómo vivir esa aparente derrota como ganadora?

Primer paso: entender el fracaso

Para poder trabajar sobre nuestras emociones, primero hay que entender lo que nos pasa. El fracaso tiene que ver con la frustración, que es cuando no logramos lo que queríamos. Obvio, eso nos lastima, nos hace sentir estrelladas, rotas o en ruina, porque algo que soñamos o planificamos no salió. Si bien no podemos luchar contra el fracaso una vez que pasó, sí podemos amortiguar el golpe y hacer que la caída produzca menos ruido y dolor. ¿Cómo?
  • 1) Manejar el impacto de la mirada de los otros: en la mente hay voces que funcionan como testigos evaluadores. Pueden ser nuestros padres, colegas, amigos o pareja, en cada caso es diferente. Pero es como cuando se te rompe una media y sentís que todo el mundo lo va a notar, aunque quizás el resto ni lo ve. Si podemos apagar un poco esos mensajes contraproducentes y entender que son producto de nuestra mente, el golpe será más suave.
  • 2) Analizar en detalle cómo fueron los hechos: frente a una situación de fracaso, tendemos a ser absolutistas, es decir, nos echamos la culpa de TODO o se la adjudicamos a otro. Ser críticas pero constructivas en el recuerdo ayuda a que el fracaso se atraviese mejor.
  • 3) Entender el fracaso como un estado transitorio: los fracasos son límites que nos pone la vida a la hora de hacernos “recalcular”, pero no quiere decir que todo esté perdido ni que ese estado vaya a durar para siempre. Hay que seguir buscando lo que sí hay y desarrollar la creencia de que “esto sirve de algo”, aunque todavía no sepas para qué. Preguntate “¿qué parte del todo es este fracaso?” para poner en perspectiva su impacto en tu vida. No te quedes a vivir en el fracaso, porque te hace perder poder.

Segundo paso: personalizar el éxito

Dicen que solo podemos elegir qué cadenas nos van a encadenar, así que, después de entender que un fracaso no significa haber perdido todo, podés cuestionar tu propia noción del éxito. ¿Es un concepto que formaste vos misma o que armaste a partir de esas voces que te educaron y forjaron tu personalidad? A lo mejor, lo que creías del éxito no era lo que vos necesitabas para ser feliz, sino lo que otros consideraban que era un triunfo. Muchas veces, el fracaso funciona como aviso de que apuntaste mal o de que algo no era para vos. El éxito se elige y se decide. Pensalo así: los departamentos de RR. HH. muchas veces buscan a alguien “con más experiencia”, pero otras tantas necesitan un perfil “con menos experiencia”. Hay un lugar en el éxito para cada uno. O, si lo llevas a otro terreno, una historia de amor falla y parece ser el final de nuestra vida, pero después conocemos a esa persona que nos hace sentir el triple de felices. Entonces, lo que creíamos que era el éxito pudo no haberlo sido, o bien ya no lo es en esta etapa de la vida.
Hay que saber transformar esas situaciones en satisfacción, porque cada una significa que estás más cerca de tu propio éxito. Armar el éxito a medida comienza por reconocer las propias victorias, y tu vida está llena de ellas, aunque a veces te cueste reconocerlas. Levantarte todos los días y meditar unos minutos puede ser una victoria; mantener tus vínculos más cercanos en un estado sano puede ser otra; estudiar lo que te gusta o perfeccionarte en un arte también. Reconocé tus espacios de éxito y dejá de esperar la aprobación de los demás para evitar la frustración.

Tercer paso: aceptación y aprendizaje

¿Sabías que nuestros recuerdos están determinados por la forma en que terminó una situación? Podés haber pasado por una etapa difícil, pero, si la terminás en forma positiva, seguramente la vas a evocar así. Para cuidar tus recuerdos y que el final sea con éxito, lo mejor es rescatar el aprendizaje que te dejó la experiencia. El estadio final de un fracaso, entonces, consiste en decidirte a pasar el error a la columna de pérdida y soltarlo para comenzar el proceso de aprendizaje. ¿Cuáles son los pasos para absorber lo bueno?
  • Análisis: “¿qué puedo aprender de esto?”. Armate una lista con las claves de lo que pasó y analizá paso a paso para encontrar los puntos que puedan servirte de aprendizaje.
  • Alternativas: “¿qué hubiese hecho de forma distinta?”. Cuando observás la situación desde lejos y con calma, aparecen los aspectos que podrías haber resuelto de otra forma. Un paso importante es la reflexión sobre ellos y la solución que les darías hoy.
  • Competencias: “¿necesito aprender o mejorar mis habilidades?”. El fracaso puede ser un disparador para tu perfeccionamiento. Detectá qué talentos podés potenciar y qué habilidades te faltan para llegar adonde querés.
  • Modelos: “¿de quién puedo aprender?”. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Bajar la guardia y animarte a pedir feedback a un colega o a una amiga te puede dar la orientación que necesitabas.
  • Nuevas metas a corto plazo: “¿cuál es el próximo paso?”. Parte del aprendizaje es establecer metas alcanzables para evitar la frustración y el estrés ante objetivos demasiado ambiciosos.

Los beneficios

Puede que en los peores momentos te preguntes qué tiene de positivo fracasar y sientas que ¡absolutamente nada! Pero hay habilidades que se desarrollan en vos y que te arriman a la felicidad. El fracaso te regala perseverancia, tenacidad y disciplina, también afila tus talentos, te enseña a saber pedir perdón y te baja el orgullo y el ego.
Así que no le tengas miedo. Es verdad que deja un gusto amargo, pero pasa más rápido si te hacés cargo. Así que equivocate muchas veces; no te desanimes y volvé a intentarlo.

Contaminantes mentales

El fracaso tiene condimentos que dan aún más impulso a la flecha que nos atraviesa el corazón cuando algo falla. ¿Cuáles?
La imagen congelada a piaccere: los filtros que usamos para las fotos muestran la versión más perfecta (e irreal) de cada uno; las escenas que se muestran son únicamente las que reconfortan. Terminamos creyendo que las personas y sus vidas son perfectas, nos creemos la ilusión.
Influencers: las cuentas que seguimos en Instagram muestran a mujeres con vidas impecables, y muchas generan la ilusión de que somos testigos de sus vidas 24/7 cuando no es así. Solo se ve lo “mostrable”.
La publicidad: “volá a Miami por $8000” o “perdé 5 kilos sin hacer ejercicio” son mensajes que nos hacen sentir la única persona sobre esta Tierra que paga un pasaje caro y que se cuida a morir y solo baja 500 gramos.
El impacto del relato: las historias que consumimos son un recorte de la realidad, donde –por resumirla y volverla atractiva– se cuenta el resultado de los genios y expertos. No vemos el camino que hizo el artista hasta llegar a ser conocido, el esfuerzo diario del empresario exitoso ni las noches sin dormir de la mamá de tres chicos hermosos. La velocidad con que todo sucede nos hace apreciar solo los resultados de las cosas.

¿Cómo recuperarte?

Por Leticia Gasca, creadora de Fuckup Nights y del Instituto del Fracaso.
El fracaso de un negocio es horrible, provoca dolores de cabeza, del corazón y la billetera. Lo peor es que nadie te enseña a recuperarte de un fracaso. Existen miles de manuales que explican paso a paso cómo abrir un negocio, pero ninguno que explique cómo recuperarse tras un proyecto fallido. Estoy familiarizada con lo doloroso y aleccionador del fracaso porque desde hace cinco años es la materia prima de mi trabajo y porque yo misma fallé en varias ocasiones. Mi peor fracaso sucedió hace una década y fue una experiencia tan dolorosa que durante mucho tiempo la oculté de mi currículum vitae y de mis conversaciones, y ese fue el impulso que me llevó a organizar las Fuckup Nights. ¿Por qué hablar del fracaso resultó ser un éxito? Por un lado, el fracaso es un tabú, un tema del que casi no se habla, y por eso mismo las historias de fracaso despiertan una gran curiosidad. Por otro lado, al menos en el mundo de los negocios, el fracaso es más común que el éxito: en América Latina, 8 de cada 10 negocios mueren antes de cumplir dos años de operaciones, es decir, hay más historias de fracaso que de éxito. Una de las preguntas más comunes que me hacen los asistentes a las Fuckup Nights es: “Mi negocio fracasó recientemente, ¿ahora cómo me recupero?”. La verdad es que no existe una fórmula mágica para ser más resilientes y recuperarnos mejor de los fracasos, pero la ciencia ha demostrado que hay dos cosas que son de gran utilidad. Por un lado, practicar la atención plena o mindfulness. Esta práctica entrena nuestra mente para enfocarse en el momento presente. Como decía Oscar Wilde: “Las peores cosas de mi vida solo ocurrieron en mi imaginación”; por eso, aprender a estar atentos a lo que pasa aquí y ahora, en lugar de dejarse llevar por fantasías del pasado o del futuro, es una de las mejores formas de gastar menos energía en estar preocupados. Por otro lado, mejorar la calidad de tus relaciones con familia y amigos. Este quizá sea el ejercicio más importante para construir resiliencia: muchos estudios publicados por la World Psychiatric Association demuestran que las personas más socialmente conectadas son más resilientes, y ojo: no se trata de la cantidad de amigos, sino de la calidad de esas relaciones. Construir vínculos donde hay empatía, confianza mutua y espacio para la vulnerabilidad es una de las cosas más importantes que uno puede hacer para ser más resiliente. Y si necesitás un empujón adicional para superar algún fracaso, acordate de que siempre están las Fuckup Nights, que el éxito no es definitivo y que el fracaso tampoco es fatal.

El éxito y el fracaso, una relación íntima

Por el Lic. Santiago Bonomi. Psicólogo
Joseph Kipling, escritor y poeta británico, decía: “El éxito y el fracaso son dos impostores”. Sostenía que nadie fracasa tanto ni es tan exitoso como cree. Deberíamos entender que la percepción del éxito y de su contrapartida, el fracaso, es una construcción subjetiva que hacemos en función de nuestra propia historia y de lo establecido y aceptado culturalmente. Vivimos con una fuerte presión cultural que exige que nos desarrollemos individualmente y seamos ganadores; las altas expectativas de la familia y la sociedad en cuanto al rendimiento y el éxito profesional y económico nos empujan a autoexigirnos; y el fracaso no es tolerado. Pero el error es parte del éxito, ya que, tanto para aprender como para lograr un objetivo complejo, tropezar es parte del proceso. No estamos acostumbrados a reconocer que hicimos las cosas mal; tenemos tan poca tolerancia a nuestras fallas que lo común es equivocarnos y buscar algún culpable, y si esto no funciona, utilizamos cualquier excusa para librarnos de la responsabilidad y justificar lo realizado. La negación de los errores impide aprender de ellos y, por lo tanto, retrasa la posibilidad del éxito. Es importante comprender que el aprendizaje no se trata únicamente de sumar información nueva, sino más bien de reestructurar la información acumulada para realizar un “insight” y así potenciar nuestras capacidades y creatividad. Esto requiere un tiempo relativamente prolongado, y también la humildad de aceptar cuando fallamos, para aprender del error y avanzar.
Maquilló y peinó Denise Logusz para Sebastián Correa Estudio con productos Givenchy. Agradecemos a Lulu Martins y Josefina Ferroni su colaboración en esta nota.
¿Cuántos fracasos contabilizás como momentos de ruptura? Además te mostramos Calidad de vida: ¿cómo supero mi angustia?

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