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 • HISTORICO

El Getty Center de Los Angeles, un museo que exhibe riqueza

Construido por Richard Meier en travertino italiano, ocupa diez manzanas




LOS ANGELES.- Imagine una colina, a 268 metros sobre el nivel del océano Pacífico que está a sus pies, sobre un terreno de 300 manzanas vecinas al legendario Mulholland Drive donde están las residencias escondidas de vecinos tan famosos como Marlon Brando, que falleció anteayer, Jack Nicholson y Warren Beatty.
Luego suba a un tranvía eléctrico, igualito a los de ciencia ficción, que es básicamente un ascensor horizontal, para llegar hasta una plaza de diez manzanas. Al bajarse estará rodeado por varios edificios blancos, que suman casi un millón de metros cuadrados, hechos en travertino italiano de la misma cantera Bagni di Tivoli que dio la piedra para construir el Coliseo, la Fontana de Trevi o la columnata de la Basílica de San Pedro en Roma y que llegaron hasta California en cien buques cargueros.
Decir que quedará deslumbrado es poco. Porque el diseño y los 12 años de obra de Richard Meier, ganador del Premio Pritzker (el equivalente al Nobel de Arquitectura) en 1984, lo introducirá en el Getty Center que está integrado con un Jardín Central del artista Robert Irwin que es una "obra de arte en continuo proceso que muda con las estaciones". Todo configura el complejo cultural más hermoso del mundo, según muchas opiniones y constituye una de las mayores atracciones de Los Angeles.
Lo ideal es iniciar este paseo, por el arte y la naturaleza, viendo una película corta que se exhibe de manera continua en las dos salas del vestíbulo. La proyección es gratuita, igual que la entrada. Lo único pago es el estacionamiento (cinco dólares) y lo más difícil es encontrar lugar porque no se toman reservas. En cambio, si llega en taxi o en el ómnibus 761 no paga un centavo y el viaje es más cómodo y rápido. Es una manera de alentar el uso del transporte público y aliviar el problema de la congestión del tránsito en la free way 405, mayor aún que en las otras autopistas.

Guía personal

Hay cuatro pabellones de exposiciones, de sólo dos pisos de altura, que responden a los cuatro puntos cardinales: Norte (para obras anteriores al 1600), Este (1600-1800), Sur (1600-1800) y Oeste (posteriores al 1800). Me resultó muy útil alquilar una guía auditiva en español por tres dólares ya que de esa manera comprendí mejor las que yo elegía entre las 250 obras más representativas de las colecciones. Y lo hacía a mi antojo, marcando los números indicados sobre cada objeto y sin estar obligado a seguir un itinerario rígido. Lo que más me impresionó es que si bien tienen muchas, pero muchas obras de excepcional calidad, están dispuestas con espacio entre ellas y sin agobiar ni producir aglomeraciones.
Es un recorrido a escala humana que facilita una comprensión de la historia del arte de manera accesible en el nivel de interés de cada uno. Pensada para hacer en familia e incluso se pueden llevar cámaras de fotos o videos siempre que no se use flash. Se aprovecha la luz natural con tragaluces y persianas controladas por computación de acuerdo con la temporada y hora del día, utilizando al mínimo la luces artificiales.
En mi caso quería disfrutar sin apuro de las muñequitas de mármol, esculturas de las islas Cícladas, en Grecia (alrededor de 2500 años antes de Jesucristo), tanto como las pinturas de Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Rembrandt, Monet, Cezanne, Degas, entre otros. Sin olvidarme de la vedette, aunque ningún cartel nos oriente (como pasa con La Gioconda en el Louvre) hacia los Lirios, de Van Gogh cuya compra significó uno de los primeros grandes récords de precio.
Las exposiciones temporales son igualmente trascendentes, como la que se prolongará hasta el 25 de este mes y que disfruté, dedicada a Los Genios de la Fotografía, del propio centro que desde hace 20 años se dedica a reunir las mayores obras de 600 artistas, desde los pioneros hasta los actuales. Y entre ellos, 38 clásicos de todas las épocas (Eugene Atgbet, Man Ray, Alfred Stieglitz, Walker Evans, Andre Kertesz, Brassai, Edward Weston, Richard Avedon. En este caso no sólo impactaba la muestra, sino la forma en que estaba colgada para enseñar y preservar sus originales. Lo único que lamento es no haber comprado el catálogo para seguir viéndola en casa. Me asustó el peso del libro.
Los lugares para tomar algo, imprescindibles en cualquier museo que se precie, abundan y están integrados con el paisaje que mira, en 360°, desde el mar hasta los estudios de cine.
Por último, pero no menos importante, costó mil millones de dólares. Leyó bien. Y por su capacidad financiera es el museo más rico del mundo que se puede disfrutar también en Internet: www.getty.edu

Para jugar al detective

El Getty Center está pensado para las familias en especial. No sólo por el criterio integrador de todos sus pabellones, sino con salas especiales para niños con rompecabezas, libros de dibujos y maestros especializados.
Hay juegos para chicos que estimulan el ingenio con Pinturas Desconcertantes y el Detective del Arte, también aptos para grandes que no han perdido su alma infantil.
Además de reuniones los fines de semana para contar cuentos, hablando sobre los mitos y leyendas relacionadas con las colecciones que se hacen en inglés y también en español, la característica bilingüe del enfoque multicultural en Los Angeles bien valdría otra nota.
Horacio de Dios

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