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El Ghetto de Venecia, la ciudad triste

Cerca de la estación, el barrio donde los judíos fueron confinados por primera vez en Occidente; tiene cinco sinagogas, un museo y mil historias




VENECIA.- Es otro tiempo. Hasta el agua se detuvo aquí. Hay una Venecia enorme, bulliciosa, melancólica, brumosa. Y hay otra; ésta, sutil, encierra pecados inconfesables de la Italia cruel, del reinado de una sociedad que embelleció la cansada laguna hasta volverla única, sucia y decadente.
El Ghetto es uno de esos pecados de Venecia y todo parece igual que entonces. Allí, a poco andar de la estación desde donde se parte hacia la ciudad que eternamente se hunde, se levanta el barrio donde los judíos conocieron el confinamiento por primera vez en Occidente.
Es, entonces, el Ghetto por antonomasia: primero en la historia occidental, tiene la particularidad de ser una especie de barrio de edificios altos de hasta ocho pisos, extrañísimos para una época de palacios enormes, pero no de propiedad horizontal.
Según un extracto de la Guía Genealógica Judía de B. Ginger, hubo judíos en Italia desde el Imperio Romano. "En la Edad Media -dice-, documentos del siglo X dan cuenta de reservas de los venecianos contra los judíos.
"En 1503, don Jitzhaq Abrabanel, hombre político y personalidad de alto valor en el ambiente cultural, se instaló en Venecia después de la expulsión de España en 1492." Abrabanel fue, evidentemente, un señor importante que comerció con todo aquel mundo y a quien le temían.

La fundición

Una versión relatada en Italia dice que el Ghetto de Venecia fue construido en 1516 no para encerrar, sino para proteger al pueblo judío de la persecución de la Iglesia Católica, que ya los había expulsado de España, lo que es posible, pero dudoso.
Otra, y ésta referida al origen de la palabra, dice que el término, que luego evocaría la barbarie contra el pueblo hebreo, indicaba originalmente en dialecto veneciano la presencia de una fundición de metales, específicamente de cañones (la g de geto resultaba sorda en boca de los primeros judíos que venían de Alemania).

El Nuevo y el Viejo

En idioma italiano, getto, sin la h, significa verter metales líquidos sobre moldes para hacer figuras, de lo que se deduce que los primeros judíos confinados en Venecia trabajaban los metales.
¿Más historia? Hay en Venecia dos Ghettos: el Nuevo y el Viejo. Sin embargo, no debe tomarse esto en el sentido cronológico porque, en rigor, fue aplicado a la fundición vieja y a la nueva.
De hecho, los judíos fueron confinados primero en el Ghetto Nuevo, ahora una isla prácticamente impenetrable, con casas bajas y cuyo acceso de noche estaba cerrado.
Sólo en 1866 el acceso al Ghetto fue liberado por ley y a los judíos les fue reconocido el mismo derecho que a los otros venecianos.
De todos modos, por la imposibilidad de vivir en un gran espacio por los confines impuestos por la autoridad, los habitantes del barrio comenzaron a construir hacia arriba hasta alcanzar los ocho pisos, en algunos casos, lo que seguramente dio origen a lo que se conoce como propiedad horizontal.
Un dato curioso, sin embargo, es que los edificios, como las cinco sinagogas y la escuela, no fueron construidos por los propios judíos del Ghetto, a los que les estaba prohibido ser albañiles. Eran sobre todo médicos y banqueros que prestaban dinero de la usura.

Almuerzo kosher

Ya en el Ghetto se puede visitar el Museo Hebreo, donde se encuentran testimonios de la cultura y su arte. No deje de pasar por la zona de los mercados y trate de almorzar en alguno de los restaurantes kosher: hay bocados inolvidables.
Otro paseo casi obligado es la sinagoga. Para individualizarla, dado que es parte de un edificio habitado, basta con levantar los ojos: las cinco ventanas y la linterna que pende discretamente del techo indican el lugar de las plegarias.
Todas las sinagogas de Venecia se caracterizan por la planta bifocal, donde está el púlpito y el armario que contiene los rollos de la Ley.
Desde la sinagoga se puede emprender un paseo por el Ghetto Nuevo: la caminata le revelará al lector los aspectos trágicos de la historia de los judíos de esta ciudad, pero también una serena cotidianidad.
Una vez que se abandona la quietud de esa zona, se entrará en la Venecia que cada uno sueña: la melancólica, la de los miles de palomas en San Marco, la dedálica distribución de sus calles y puentes. Esa Venecia a la que nadie le hace justicia.

Tardes de canapés con vino regional

VENECIA (The New York Times).- Conocemos una Venecia donde se come bien y se gasta poco, aun en temporada alta. Una Venecia secreta, repleta de especialidades regionales que la mayoría de los turistas se la pierde, donde no hay precios ocultos ni se sirve pescado el lunes, el día que la pescheria de la feria del Rialto (la fuente de pescado fresco) está cerrada. Es la Venecia que disfrutan los venecianos, ese grupo reducido de alrededor de 65.000 personas que aún la llaman su ciudad natal.
Es la única metrópolis del mundo que reivindica los cicheti (canapés) y el ombre, tradicional copa que contiene un trago de vino regional. La naturaleza peatonal de Venecia da origen a estas comidas en miniatura, improvisadas. Más de una rebanada de polenta grillé con un trago del Soave de la casa, cicheti e ombre es un modo práctico de comer y beber en torno del cual gira la vida social de la ciudad desde hace siglos.
Hay que salir de la piazza San Marco y tomar las calles de Cannaregio, Castello y San Polo. Sin duda, éste es el estilo de comida de moda en Venecia. Cada cichetteria tiene su personalidad: algunas se destacan por su pescado, otras por sus platos fritos, y otras, por su decoración clásica. Todas rescatan un costado de la ciudad que vale la pena conocer.
El Ghetto está a muy pocos metros de la estación, donde el turista se verá envuelto por el bullicio del mercado y de los innumerables negocios de todo tipo.
Para llegar, se puede abandonar el mercado por el Fondamento della Pescaia para encontrar, en un curioso cartel amarillo, los armoniosos caracteres judíos, en la calma de las calles que conducen al corazón del Ghetto.
Si llega al Ghetto Nuevo desde la calle Farnese, tendrá la impresión de entrar en una zona fortificada y hasta riesgosa, con esas altas casas sobre el canal.

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por Redacción OHLALÁ!


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