Anoche, una vez que los chicos se durmieron, me hice café (¡es que había crema que había sobrado de las frutillas!) y me senté a leer todos los comentarios que dejaron en el post de ayer.
El que más me llamó la atención fue uno que decía que sólo le respondo a los que me critican.
¿Sabés que tenés razón? ¡Me quedé pensando y es así. ¡Qué horrible me sentí! No me gustó encontrarme en esa actitud, para nada.
¿Será que me molesta más de lo que creo no caerle bien a algunos?
Lo cierto es que hay veces en las que lo que me escriben es tan equivocado que me subleva y no puedo evitar hablar. Entonces, una vez que respondo, me quedo pendiente de eso y me olvido de que hay gente que me tira buenísima onda sistemáticamente.
Horrible ser así. Debo desterrar este comportamiento deleznable.
Por otro lado, ayer leí mucho comentarios interesantes, y muchos un poco grandilocuentes.
Quiero decir: a la hora de escribir (y opinar sobre la vida ajena) todos solemos soltar frases y premisas inteligentísimas.
Muchas mujeres somos la mar de feministas cuando se trata de apuntar hacia el machismo ajeno, o cuando teorizamos acerca de la vida en general, pero después nos ofendemos si un hombre no nos deja pasar primero o seguimos diciendo que nuestro marido "nos ayuda" con los chicos (¿cuántas de nosotras podemos decir que nuestro marido se ocupa de la casa y de los chicos a la par nuestra?)
La verdad es que el hecho de que mi divorcio salga me hace sentir más libertad como para volver a estar con otro hombre.
Ya dejé bien en claro que no tengo ninguna intención de formalizar una pareja, pero ¿ y si sí la tuviera? ¿estaría mal por defecto?
El tiempo que salí con Cariló jamás dejé de sentir el retrogusto de la traición.
Me encantaría ser más desafectada, haber tenido otro tipo de educación y ejemplo.
Espero, de hecho, estar dándoles a mis hijos otro tipo de punto de partida.
Y gracias a todos, los que acuerdan y los que no, por comprometerse en el debate.