

KUCHING, Malasia.- Esta ciudad es capital. Orgullo de Sarawak, el Estado más importante en la porción norte de Borneo, en la Malasia insular. Es la que exhibe el mayor condimento malayo de todo el país, es un tapiz étnico de colores, religiones y perfiles culturales.
La corriente marrón llega desde selva adentro y la divide: al Sur es China en ascendencia, aceras, templos y costumbres culinarias que idolatran al sushi; al Norte se cubre de ese islamismo de mujeres pudorosas protegidas de los caprichos del sol y los hombres.
Las plegarias, de mañana, se formulan por los altavoces de las esquinas y ensalzan los designios de Alá. La gente malaya, descendiente de las tribus originarias, comparte espacio en esta zona.
Aunque Marco Polo ya la había descripto en sus relatos del siglo XIII, Borneo recién entró en el mapa europeo hacia 1521. En aquel tiempo, la isla bailaba sobre perlas, madera de sándalo y nidos de golondrinas, todo materia preciada y comercializada en Oriente y Occidente.
Kuching humea en la tarde. Hornos que son vasijas sueltan esa estela de sahumerios y papiros incinerados en tren de prédicas religiosas. En ojos de Occidente esas bocanadas blancas trepando sobre la selva podrían ser casi una imagen fílmica de la guerra en Camboya. Neblinas matinales, humedad como lei motiv, calor que pega la ropa y a lo lejos, gritos en un idioma oriental fuera de nuestra comprensión.
La ciudad lleva un río oscuro que se desprende con el destino prefijado en el mar de la China. En la orilla asoman los templos orientales de aleros erizados, de estatuillas milenarias en rojo y dorado encastradas en los vértices, y dragones que todo lo pueden.
Hay un murmullo lento de mercado tardío que hace equilibrio entre los cajones de pescado, las torres babélicas de verduras de todos los orígenes y especies, y las bolsas hinchadas de semillas disecadas o mariscos deshidratados.
Hacia el malecón van los que buscan a alguien para transportar en sus taxis de pedal, más tarde llegan los barqueros que cruzan las aguas a falta de puente.
Sentados sobre cordones callejeros hay grupos orientales cultivando amistades y bebiéndose las horas en vasos cargados de ijok, una cerveza cremosa; fermento de la rama de la palmera blanca. Los chinos, japoneses, árabes e indios ya compartían aquí territorio. Durante los siglos XVIII y XIX la región se llenó de piratas y las tribus cazadoras de cabezas anduvieron haciendo de las suyas en lucha campal entre etnias. Hoy, la región sur pertenece a Indonesia, el Norte a Malasia y una porción pequeña en el Noroeste a Brunei.
Más allá
A unos 30 minutos de viaje de la ciudad hay una aldea que concentra la historia aborigen de la isla. La ruta está acompañada de templos sobre pedestales que son santuarios chinos en miniatura. También aparecen los vendedores de coco que dormitan de día bajo palmeras que son fuente y origen obvio de su materia prima.
En la aldea está Adan Lawe que se le animó al cristianismo a pesar de sus orígenes enquistados entre las pautas de los Orang-Ulu (gente de río arriba). Adan, significa lugar de asiento en su idioma y él se encarga de aclarar que más allá de su transformación religiosa, el nombre nada tiene que ver con el primer hombre del relato de origen católico.
Tiene los lóbulos tan estirados que amenazan con hacerle cosquillas en los hombros. Se da maña con el sambé, una especie de charango expandido de cuatro cuerdas y resonancias chinescas. Justo en frente, su viejo archienemigo de la horda melanau, una tribu de la costa norte, le sonríe desde su casita de madera y chapas.
Representantes de todas las tribus que solían luchar por pedazos de tierra en la selva hasta los años 60, hoy conviven en paz en esta villa cultural a pocos kilómetros de Kuching.
Claro que aquí Borneo recién empieza. Esta ciudad es la mejor puerta de entrada. La isla es una porción exótica de planeta. Es una comunión primitiva de naturaleza salvaje, tribus de tradiciones centenarias y ciudades de perfil chinesco que invitan a perder la tarde al amparo de esa ijok, que es brebaje de encuentros y promesas de reencuentros. Hay que beberla para volver. De eso se trata.
Apuntes con calor
- Borneo es una de las islas más exóticas del sudeste asiático y vive entre mitologías indígenas, orangutanes en su último zarpazo antes de la extinción y ciudades milenarias que son monumentos que respiran. Los orangutanes son la principal atracción de la región. Antiguamente los extranjeros cazaban esta especie que causaba perjucios a los campesinos. El calor es siempre una napa invisible. La humedad se siente en los pulmones, merodea en temperaturas de camisas empapadas. Imposible dejar de sudar, pero uno se acostumbra al ambiente. La selva es un abrazo contenedor, quizás abrigue demasiado.
Por Martín Correa Urquiza
Para LA NACION
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