
MATEMO, Mozambique.- Desde el aire, Matemo parece una miguita de pan en un charco de Vívere. Eso parece hoy que el agua está turquesa, pero mañana tal vez sea azul y pasado, verde. El Indico tiene su carácter. Según el día, amanece con un matiz distinto, y según el viento, a veces es transparente y otras espeso y revuelto. La temperatura está siempre a punto de baño.
Matemo es una de las 32 islas del archipiélago de Quirimbas. También es un buen escondite. Para un fugitivo, un escritor solitario, un par de amantes.
Hasta aquí pocos vienen. Sólo se llega en avión, en un Cessna para seis pasajeros que sale de Pemba, la ciudad más norteña de este país alargado y caluroso que mira al Indico. Supuestamente, Pemba es la ciudad más importante del norte del país, pero desde arriba se ve como un pueblo grande, con casas de madera y techos de paja. Está rodeado de palmeras, con mayoría de calles de tierra y mucha gente con poco que hacer.
Un repaso rápido: Mozambique se independizó en 1975, pero sólo a comienzos de los años 90 terminó la cruda guerra civil. El país tiene unos 20 millones de habitantes. La capital es Maputo, la religión principal la tradicional africana y las exportaciones: camarón, algodón, castañas de Cajú y azúcar.
Volviendo a Matemo, es una isla coralina, tiene ocho kilómetros de largo por tres de ancho. Viven unas dos mil personas negras, y muchas de ellas nunca habían visto un blanco hasta el año último, cuando se inauguró Matemo Resort, un complejo de lo más exclusivo con apenas veinticuatro chalets de lujo a orillas del Indico. A partir de ahí, muchas cosas cambiaron en Matemo. Todas quizá, salvo una: todavía es un buen escondite.
Los veinticuatro chalets forman una media luna sobre la arena, como la que tienen las banderas de muchos países árabes. No es casualidad, Adel Aujan, millonario y propietario de este y otros cinco resorts en Mozambique nació en Arabia Saudita y reside en Dubai.
Además del dueño del complejo, son árabes los nativos de la isla. Si bien el país fue colonia portuguesa hasta 1975 y la mayoría de la población es católica, en ciertos lugares, especialmente en las islas de Quirimbas hubo comerciantes árabes hasta el siglo XV y la población aún es musulmana.
Lo mejor de la isla está en el mar, en los paseos de snorkel y las playas, que son largas.
Caminando por la playa se los ve pasar, como cáscaras de nuez a la deriva. Son los pobladores que navegan en daos (canoas con vela) y kangaias (canoa), dos tipos de embarcaciones extraprecarias, pero resistentes, hechas con troncos de madera de la zona. Las hacen en el pueblito y en ellas salen a buscar la pesca, el pan de cada día para los nativos y la mejor elección para la cena. Corvina, vermelhão, garopa y otros peixes de la zona, grillados.
Una de las excursiones más nuevas de la isla, emparentada con el pro poor tourism -modalidad turística basada en visitar lugares marginales-, es el cultural tour guiado por Eliseu Bras Rodrigues, que está probando cómo es vivir en una isla. Hace apenas unos meses que llegó y dice que no es nada fácil. El paseo es para los que, además de tomar sol, quieren ubicarse. Dura unas dos horas y tiene paradas en caseríos con palmeras y chozas sobre la arena, a metros del mar. Los pobladores hablan mwani, similar al swahili. Igual muchos hablan portugués. Se ven niños por todos lados, más niños que adultos, muchos con las caras pintadas con una tintura blanca.
Caras pintadas
Cuenta Rodrigues que las parejas tienen un promedio de diez hijos y que las que están pintadas son niñas con musiro, un producto de belleza natural que deja la piel suave. Se obtiene de una corteza, mezclada con piedra y agua. Cada tanto, las niñas se quitan la pintura y aparecen en sociedad. Son ocasiones para encontrar marido, quizás a los 11 años.
Por ahora, el resort es la única construcción foránea en la isla. La decoración del resort recuerda a un palacio árabe, con arcos de medio punto, filigranas de madera, lámparas marroquíes y amplios espacios abiertos.
Casi no se manejaba dinero en la isla. Pero llegaron los turistas y con ellos los dólares. En general, los huéspedes son viajeros excéntricos, que saben de escondites cinco estrellas.
Los nativos se tuvieron que adaptar a los cambios y una vez por semana tienen clases de inglés. Para muchos, éste es su primer trabajo. Antes del resort, los habitantes se dedicaban a la pesca, plantar papaya, batata (todavía lo hacen) y no mucho más.
Los blancos todavía somos una curiosidad y los niños se acercan y piden fotos, y posan para la foto. No piden dinero ni caramelos. Piden agua, el agua que suelen llevar los turistas cuando salen a dar una vuelta. El agua potable es un problema en la isla porque la que hay es muy salada. Más allá del agua, la vida en Matemo es de película. Hay con aviones privados que cruzan el cielo cada tanto, lujo discreto y ambiente informal. Salvo por la noche, cuando se ven modelitos elegantes y el olor del pescado se mezcla con perfume francés.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde Johannesburgo, LAM, la línea aérea de Mozambique, tiene un vuelo diario a Pemba, desde US$ 600; www.lam.com . LAM suele cambiar su programa de vuelo, por eso conviene controlar la vuelta con anticipación.
Visa
Mozambique tiene representación consular en la Argentina. Informes: 4503-9414.
Precios
Una cabaña en base doble cuesta desde US$ 300 por persona, con desayuno, cena y el traslado de ida y vuelta en avión desde Pemba. Informes, info@themarketingcollection.com
Por Carolina Reymúndez
Enviada especial
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