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El mañana después del Día D

Un circuito histórico por la región francesa donde cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial




NORMANDIA.- Es la tarde de un día nublado y de fin de temporada. También algo ventoso, lo que justifica tantos barriletes en vuelo. Un niño va y viene con su baldecito cargado de agua y se divierte armando un castillo de arena. Una joven lee, una pareja charla, otros simplemente están. Las imágenes de esta vasta playa de arena fina, de color ocre, contrastan con lo que uno tiene guardado en la memoria a través de películas como Rescatando al soldado Ryan o El día más largo . Estamos en las playas del desembarco, aquellas a las que llegaron estadounidenses, canadienses e ingleses el 6 de junio de 1944 y que marcaron el comienzo de la ofensiva de los Aliados en Europa occidental.
Los nombres en código de todas estas playas -Omaha, Juno, Gold, Utah y Sword- han pasado a ser oficiales. Estos lugares y los pueblos por los que fueron avanzando los Aliados forman parte de un extenso circuito turístico e histórico, que cobró un fuerte impulso a partir de 1994, cincuenta años después del famoso Día D.
El recorrido está muy bien organizado y claramente señalizado en las carreteras, por lo que se puede realizar fácilmente en auto. Abundan los vehículos con patentes extranjeras, sobre todo del Reino Unido. Y si uno va un poco distraído es posible llevarse más de un susto al ver al conductor del lado incorrecto . Muchos visitantes llegan por el interés de conocer estos lugares memorables, otros en busca de algún pariente.
Varias compañías ofrecen excursiones con un guía especializado, que en general habla inglés o francés. Los tours pueden durar desde unas horas hasta dos días, e incluyen la visita a los sectores estadounidenses, ingleses y canadienses en las playas, las bases de la defensa alemana, museos, cementerios y sitios especialmente difundidos por la industria cinematográfica de Hollywood.
Un buen punto para iniciar el recorrido es el Memorial de Caen, en las afueras de la ciudad, 225 kilómetros al noroeste de París. Se trata de un museo gigante y muy moderno, sobrio por fuera y con una estructura interna que ha sido ideada para contribuir a la narración de los hechos. La rica variedad de documentos y testimonios está articulada de manera ideal para sumergirse en la historia y realizar un viaje apasionante y pedagógico a la vez desde finales de la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días.
Un turista argentino que visitaba el Memorial señaló: "Este es un museo muy distinto de cualquier otro. La tecnología didáctica está muy desarrollada y hay muchos golpes de efecto, elementos inusuales que no vas a encontrar en otros lugares. La muestra tiende a despertarte curiosidad sobre el tema. Uno no sale neutral". En sintonía con lo anterior, una mujer opinó: "El museo activa los resortes emocionales, a tal punto que por momentos sentí una opresión muy grande".
Las horas pasan sin que uno lo advierta. Hay que disponer de unas tres horas que, si bien no serán suficientes para visitar todas las salas, servirán para llevarse una idea y justificar el alto precio de la entrada: 17,50 euros.

La memoria y la paz

El Memorial, construido sobre los restos de un búnker de comando alemán, está cargado de simbolismos. En el jardín de la entrada, la escultura de un revólver con el cañón anudado recuerda que éste es un lugar para la memoria y la paz. El gran hall principal, en cuyo techo cuelga un avión de combate inglés, da acceso a la sala de cine y a las tres grandes secciones que componen el museo: los salones de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, y la galería de los premios Nobel de la Paz.
En primer lugar realizamos un descenso en espiral por una sala tenuemente iluminada. Una gran línea de tiempo ubica cronológicamente los principales hechos que sucedieron a la Primera Guerra Mundial y que desencadenaron la Segunda, ilustrados a través de fotos, videos y afiches de propaganda franceses, que hoy día nos hacen sonreír por lo explícitos y simples. Luego se atraviesa un túnel oscuro, con una proyección de gran tamaño del líder del nazismo, que nos mira y habla. Es la sala del eco, donde alguno que otro papá divierte, insólitamente, a sus hijos con su voz, y que representa el condicionamiento de las masas.
Siguen los años negros en Francia: el período de ocupación y colaboracionismo, y el surgimiento de la Resistencia. Vestimentas, objetos y muros de ladrillo con inscripciones y afiches de aquella época nos transportan al pasado. La escasa luz de estas salas contrasta con la luminosidad de las siguientes, que marcan el ingreso en el conflicto de Estados Unidos.
Un espacio está dedicado a los jóvenes combatientes. Las cartas que escribieron a sus prometidas y familias, y los objetos que transportaban en sus bolsos, entre ellos minibotiquines, cigarrillos y chocolates, nos permiten entrar en su mundo íntimo. Una vez más, las imágenes de algunas de las tantas películas dedicadas a la guerra nos vuelven a la memoria. La última sala de esta primera parte trata sobre la dimensión técnica y científica de la guerra. Se puede ver tanques, armas, los sistemas de comunicaciones que se usaban en aquel entonces, objetos curiosos, como un vestido de novia hecho con la tela de un paracaídas o la carta que Albert Einstein escribió al presidente Theodore Roosevelt contándole sobre las posibles aplicaciones de los experimentos realizados en fusión nuclear.
El Memorial nos hizo entrar en clima. Ahora podemos recorrer algunos de los pueblos normandos, cada uno con su recordatorio a los soldados caídos en combate y alguno que otro souvenir de la guerra para vender.
Camino al cementerio estadounidense pasamos por la iglesia de Colleville-sur-Mer y unas fotos de gran formato llaman nuestra atención. Se trata de la misma iglesia, convertida en escombros. Sólo entonces nos damos cuenta de que está totalmente reconstruida.

Como en Estados Unidos

El cementerio estadounidense es el más grande de todos los del desembarco: ocupa setenta hectáreas y tiene la particularidad de ser territorio estadounidense en suelo francés. A nuestra izquierda, casi 9400 cruces de mármol blanco -entre ellas, también algunas estrellas de David- perfectamente alineadas sobre césped. Un padre yace junto a un hijo, y varios hermanos están lado a lado. Aquí es donde se filmaron las primeras escenas de Rescatando al soldado Ryan , en las que un Ryan mayor está acompañado por su familia al visitar la tumba del capitán John Miller (Tom Hanks).
A nuestra derecha hay un gran memorial semicircular, en cuyas paredes están inscriptos los nombres de 1557 soldados desaparecidos. El cementerio está al borde de los acantilados y desde allí se puede bajar hasta la playa Omaha.
A unos kilómetros del cementerio, por la ruta departamental D514, está la Pointe du Hoc, con acantilados verticales que alcanzan 35 metros de altura. Los alemanes habían instalado allí una batería de artillería y cañones de largo alcance que ponían en riesgo las misiones de desembarco en las playas Omaha y Utah al Este y el Oeste, respectivamente. Los Aliados decidieron tomar la base, en una de las misiones más impactantes del desembarco, no sólo por lo difícil, sino también porque al llegar los soldados descubrieron que los cañones habían sido desplazados tierra adentro, y que en su lugar había troncos. De los 225 soldados que integraban inicialmente el comando, sólo quedaban 90 en condiciones de continuar luchando cuando fueron rescatados. El área fue cedida al gobierno estadounidense y ha quedado prácticamente intacta desde la toma. Al ingresar, una extraña sensación nos invade, mezcla de desolación y curiosidad. Mucha gente sube y baja por el terreno ondulado, esquivando ruinas y alambres de púa. Un grupo de niños juega carreras para subir los cráteres producidos por bombardeos aéreos. Y otros visitan algunas casamatas, bastante bien conservadas. Al borde del acantilado, el paisaje es reconciliador.
Dejamos atrás la D514 y tomamos la ruta nacional N13, en dirección al Oeste. Unos diez kilómetros al sur de la playa Utah, está Sainte-Mère-Eglise, uno de los primeros pueblos franceses en ser liberados por los paracaidistas estadounidenses. La historia de estos hombres fue representada en la película El día más largo , incluyendo la aventura tragicómica del soldado John Steele, que quedó colgado durante dos horas con su paracaídas enganchado de una de las agujas de la iglesia del pueblo, haciéndose pasar por muerto. Actualmente, una escultura del soldado emplazada en el mismo sitio nos recuerda el hecho. En la iglesia, dos vitrales conmemoran la liberación. En uno de ellos, la tradicional imagen de la Virgen con el Niño en brazos está rodeada no de ángeles, sino de paracaidistas.
Ana Pedrazzini

Datos útiles

Cómo llegar
A Normandía se puede llegar desde París, en 2 a 3 horas en auto. En tren son 2 horas desde la estación Saint-Lazare (sí, como el cuadro Tren de Normandía en la estación Saint-Lazare, de Claude Monet), hasta Caen Central Station. También hay opciones desde la estación Montparnasse. Los horarios y precios se pueden consultar en www.sncf.fr
Desde Inglaterra, hay ferries que cruzan el canal en 4 a 5 horas desde Southampton (puerto al sudeste de la isla) hasta la villa Ouistreham ( www.ville-ouistreham.fr ), uno de los posibles lugares para parar en la zona. Más información, en Brittany-Ferries ( www.brittany-ferries.com ). Para ir desde el mismo puerto británico hasta Le Havre, en Normandía, la línea de ferries correspondiente es LD Lines ( www.ldlines.fr ).
Visitas guiadas
En el Memorial de Caen se ofrecen tours por los lugares del desembarco. www.memorial-caen.fr
Para ver posibilidades de excursiones, un buena página es: www.bayeux-tourism.com/eng/decouvrir/contenu_d-day.asp
Una oferta diaria desde Londres, por ejemplo, es la de D-Day Airtours, que propone la salida desde la capital hasta Oxford, para volar de allí al aeropuerto de Caen, para regresar el mismo día ( www.d-dayairtours.comwww.d-dayairtours.com )
En internet

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