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El mundo del lado de la ventanilla

El Rovos Rail se jacta de ser el tren más lujoso; un viaje de Ciudad del Cabo a Pretoria alcanza para comprobarlo




A BORDO DEL ROVOS RAIL, Sudáfrica.- En el salón de la vieja estación de Ciudad del Cabo hay un ensamble de cuerdas que pasa de The Police a Gardel y Lepera sin escalas, y un hombre alto, canoso y extremadamente elegante que les da la bienvenida a unos cuarenta pasajeros. Parece el embajador de los Países Bajos en Sudáfrica, pero es Rohan Voss, dueño del tren que está por partir hacia Pretoria.
Rohan Voss podría sentarse a tomar el té con James III y seguramente los dos se entenderían muy bien. Tienen mucho en común. Y tienen mucho, a secas. Excéntricos y con fortuna como para serlo en grande, mientras que uno decidió compartir su dinero a través de un concurso, el otro optó por compartir el tren más lujoso del mundo. Al fin y al cabo, quién no necesita algo con qué entretenerse.
En realidad, este millonario sudafricano, que ya tenía yate y avión privado, empezó por un solo vagón antiguo, con el plan de hacer un viaje familiar. Distinto, es cierto, pero en principio se trataba sólo de un viaje familiar. Después fue sumando otros coches y refaccionándolos según su gusto eduardiano, hasta que se encontró con una formación completa.
Pero no lo convencía la idea de engancharse a otro tren, seguramente demasiado rápido y moderno para sus intenciones. ¿Solución? Fácil: se compró su propia locomotora. Hoy tiene cinco, incluida una de vapor de 110 años.
Por entonces era evidente que pasear con esposa e hijos por los rieles de Sudáfrica requería una compleja logística y una buena suma de dinero, y que semejante inversión merecía un proyecto más ambicioso: ¿por qué no poner en marcha directamente una nueva línea de pasajeros?
Así nació hace 17 años el Rovos Rail, que tiene el status del tren más lujoso del mundo y el slogan de El orgullo de Africa . Este tren nostálgico, como se llama a los viejos ferrocarriles rescatados con fines turísticos, cubre distintos recorridos, de Ciudad del Cabo a Pretoria, George, Victoria Falls, Mozambique y Namibia. Y su responsable lo despide personalmente cada vez que se aleja de Table Mountain, además de cuidar cada detalle, desde el menú hasta los cuadros y las amenidades a bordo.

Cruceros con ruedas

Los trenes nostáligos con camarotes han sido muchas veces comparados con los cruceros. Cruceros con ruedas: hoteles cinco estrellas en movimiento, con todo incluido (comidas, bar) y la ventaja de trasladarse de destino en destino sin cambiar de habitación, y la desventaja de no poder permanecer en cada lugar por el tiempo que uno quiera. El punto es viajar, transitar, no tanto partir, permanecer ni arribar.
En el Rovos Rail es obvio recordar alguna novela de Agatha Christie. Largos, angostos y silenciosos pasillos, mucha caoba, camarotes decorados en un estilo británico hasta el paroxismo, salones propios de un gentlemen s club (en las dimensiones de un tren, claro), un comedor de colección (al que de noche se ingresa sólo con saco y corbata) y casi un empleado por huésped, con una atención impecable, que nunca llega a ser invasiva.
El camarote Shreiner, del coche 8162, por ejemplo, tiene algo así como 4 x 2 metros, cama king size , escritorio, baño con ducha, frigobar, calefacción y cuatro generosas ventanas para no cansarse de ver pasar Sudáfrica... hasta quedarse dormido. Por algo se llega de Ciudad del Cabo a Pretoria en 48 horas (hay largas pausas en la marcha), más de tres veces lo que tarda un tren normal. No hay apuro.
Evidentemente el universo Rovos es una fantasía y no tiene mucho que ver con lo que pasa afuera. Porque el tren ya no es el medio de transporte que era, pero, más importante, porque tanta sofisticación desentona en un país con todo tipo de crisis, aunque también con signos de recuperación (en parte, justamente, gracias al boom turístico ). No es un tren para conocer Sudáfrica, más allá de los paisajes que se aprecian por la ventana, sino más bien para abstraerse del mundo. Por eso, con buen criterio, suele ocupar sólo un par de días de viaje por este país y se complementa con estadas en las grandes ciudades,visitas a Victoria Fall, safaris por el Parque Nacional Kruger o por reservas privadas e itinerarios por la Ruta Jardín, sobre playas y acantilados del Indico.
Para eso se preparan los pasajeros, en pleno reconocimiento de las cabinas, cuando el Rovos arranca y avanza por los suburbios de Cape Town, que no es precisamente un paisaje de ensueño. Son shanty towns no muy distintos de los barrios más humildes que rodean las grandes capitales latinoamericanas.

Primera parada

La primera ciudad que atraviesa el tren es Worcester, donde transcurre Infancia , novela del premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee, que no casualmente es un compañero de ruta perfecto para los largos tramos de traqueteo leve y Sudáfrica rural en movimiento. Si no, podría ser también Un mundo de extraños , de Nadine Gordimer, otra Nobel local, pero que está ambientado en Johannesburgo. Entre montañas, vegetación baja y seca y viñedos siguen otros pueblos pobres, pero más coloridos que los suburbanos, alternados con otros de clase media con signos de prosperidad. Y también villas más curiosas, como Matjiesfontein, la primera parada del tren.
En plena región del Karoo, en la vieja ruta minera entre Ciudad del Cabo y Kimberley, Matjesfontein parece un museo de historia sudafricana. De hecho su estación (y su pub y hotel) es precisamente eso, un museo de objetos cotidianos y antigüedades ferroviarias. Pero el pueblo en sí es también una síntesis de parte (la parte blanca) de la historia del país.
Ni siquiera está muy distinto de la foto de 1909 que se ve en Historical Railway Postcard Journeys in South Africa , disponible en la biblioteca del Rovos. Y fue un invento del inmigrante escocés James Logan, que tuvo la visión empresaria suficiente para convertir su granja en una improbable seguidilla: primero, en el centro de catering para los pasajeros del tren; después, como colonia-spa; y, aún más tarde, como hospital militar durante la Guerra de los Boers. Matjiesfontein es como uno de esos libros animados que al abrirse arman barrios enteros de cartón.
Próxima parada, Kimberley, centro de Sudáfrica y Capital Mundial del Diamante, donde alguna vez funcionaron hasta cinco minas simultáneamente. Ahora no, por lo que sus 200.000 habitantes están con problemas y las expectativas están puestas en el turismo. Particularmente en el Big Hole, el gran pozo de 170.000 metros cuadrados, teóricamente el más profundo cavado por el hombre casi manualmente, o por lo menos con tecnología rudimentaria. Alrededor del Big Hole se encuentra en plena reconstrucción una especie de parque temático minero, un pueblito que recrea aquellos que surgieron por la fiebre del diamante. Ya hay bastante para ver, pero estará completo sólo en noviembre.

La dicha en movimiento

Cada vez que arranca, el Rovos produce un primer chirrido que parece inútil, sobre todo por el silencio de suspenso que le sigue. Después viene un ruido aún más fuerte e inquietante, y el tren comienza a moverse morosamente como si en lugar de la locomotora lo arrastrara un forzudo aspirante al récord Guinness en tracción a sangre humana, hasta que toma ritmo.
Es inútil esperar que un coordinador llame para la clase de salsa ni que haya un show de magia estilo Las Vegas. Nada de eso va a pasar. Tampoco está entre los objetivos la observación de animales. Aunque apenas se deja Kimberley hay un lago con más de 20.000 flamencos, la fauna sudafricana, en todo caso, aparece en la carta del Rovos: avestruz, springbok y bobotie se turnan en cada comida.
La idea es dejarse acunar por el tren y sentarse a leer o a mirar por la ventana. El último vagón es especial para cualquiera de estas actividades; el fondo está totalmente vidriado y tiene unos sillones como para hundirse allí con una copa de Amarula (algo así como el Bailey s sudafricano) en una mano y el libro de Coetzee en la otra. Que debe ser más o menos lo mismo que quería hacer Rohan Voss cuando empezó con todo esto.

Otros nostálgicos en las vías

El Rovos Rail sudafricano pertenece a una gran familia de trenes turísticos cinco estrellas con integrantes en distintos rincones del mundo.
También en Sudáfrica y con rutas parecidas, el Blue Train ( www.bluetrain.co.za ) es otra de las líneas de lujo, pero no pone el acento en lo histórico y en el clasicismo, como lo hace el Rovos, sino en el confort y la tecnología, por eso tiene televisores en las suites. El año último estuvo presente en los medios sudafricanos tras chocar con otro tren que avanzaba por las mismas vías en el Karoo, aunque no hubo víctimas mortales.
Mítico, gran inspirador de sus colegas, el Orient Express ( www.orient-express.com ) ya no es el tren entre París y Estambul, sino una compañía con hoteles, cruceros y, sí, ferrocarriles en varios continentes.
También la firma GW Travel ( www.gwtravel.co.uk ) apela a un nombre de leyenda: el Expreso Transiberiano. La compañía británica ofrece viajes en tren por Europa y Canadá, aunque su gran diferencial son otras ofertas bastante más exóticas y codiciadas: Rusia, Mongolia, China, Tíbet e India.
The Royal Scotsman ( www.royalscotsman.com ), American Orient Express ( www.americanorientexpress.com ), Al Andalus Expreso ( www.alandalusexpreso.com ), Royal Canadian Pacific ( www8.cpr.ca/cms/English/RCP ), son algunas de las líneas de estos auténticos cruceros con ruedas.

Datos útiles

Pauqete

Como ocurre con otros servicios turísticos, comprar un pasaje para el Rovos Rail dentro de un paquete sudafricano resulta considerablemente más económico que hacerlo individualmente. En la Argentina, por ejemplo, se ofrece el trayecto Pretoria-Ciudad del Cabo, con cabina pullman, tres comidas diarias, bebidas y excursiones, más noches en Pretoria, Ciudad del Cabo, y aéreo desde Buenos Aires (total, ocho días) por 2470 dólares (por persona, base doble, más impuestos). Contacto: Seventur, office@seventur.com .

El tren

Los trenes llevan un máximo de 72 pasajeros en 36 suites y pueden ser impulsados por locomotoras de vapor, eléctricas o diesel.
La línea se jacta de tener las suites más amplias en el rubro de trenes de lujo, con calefacción, camas permanentes y baño (con ducha o con bañera).
Para el coche comedor, por la noche, los pasajeros hombres deben recordar llevar saco y corbata.

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por Redacción OHLALÁ!


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