

NICOSIA, Chipre.- A través del alambrado, desde una posición militar grecochipriota en el centro de Nicosia, se puede ver claramente. Allí, a unos pocos metros, hace 25 años había vida. Ahora sólo hay desolación. Las casas y los negocios están como entonces, nunca más se volvieron a habitar, pero cargan con las huellas de una cruel guerra sobre sus fachadas.
Las paredes descascaradas están carcomidas por el tiempo y el olvido. Los escombros desparramados entre el pasto se mezclan con vidrios rotos. En las habitaciones no volvió a entrar el sol, las persianas siguen bajas.
Y a través del alambrado también se puede ver claramente que 100 metros más adelante flamea la bandera de la autoproclamada y no reconocida internacionalmente República Turca del Norte de Chipre, custodiada de cerca por la insignia turca. De ese lado continúa otra vida, la que impusieron las fuerzas militares turcas. A lo lejos se puede oír el llamado de una antigua iglesia bizantina , que se usa como mezquita, llamando a sus fieles.
La zona abandonada representa la línea de demarcación (línea verde) que, desde la invasión turca de 1974, separa al sector griego del turco y se extiende en forma transversal a lo largo de toda la isla. Esta misma franja se mete en Nicosia y desgarra su corazón, convirtiéndola en la única ciudad-capital europea que permanece dividida por la fuerza.
No hay un muro concreto como en Berlín, pero la sensación es la misma.
En pleno centro de la ciudad, la peatonal principal, muy arreglada y cuidada, rodeada de negocios y plantas, se muere en un viejo alambrado custodiado por los militares grecochipriotas. Más allá de él no se puede ir. La bandera de la república chipriota, junto con la griega indican que se está en una frontera. No es como cualquier otra, hay carteles de repudio, monumentos a los desaparecidos y una trinchera con bolsas de arena a un costado. En el centro, un pequeño territorio neutral controlado por los cascos azules de las Naciones Unidas -el grupo argentino vela por la paz en la zona oeste de la isla- y después la tierra inaccesible.
La invasión turca
En julio de 1974, Turquía invadió Chipre. El 37 por ciento del territorio de la república chipriota quedó en poder turco. La vida de todos sus habitantes cambió inexorablemente. Los 400 años de pacífica convivencia entre las dos culturas, de respeto mutuo por las diferencias en las costumbres y en la religión habían llegado a su fin. Comenzaban la separación y el desarraigo. Doscientos mil grecochipriotas fueron desplazados del Norte y los turcochipriotas que vivían en el Sur, obligados a trasladarse a la región ocupada.
De la noche a la mañana miles de familias tuvieron que abandonar sus casas, sus trabajos, su barrio natal y emigrar. Para nunca más volver, aunque colgados de un alambrado, o a través de una ventana alta, puedan ver y añorar su antiguo hogar.
Desde que en Chipre se instauró la república, independizándose de Gran Bretaña, la constitución de un gobierno que incluyera a la minoría turca, que representaba un 18 por ciento de la población, no fue tarea fácil. El hombre fuerte de la mayoría grecochipriota era el arzobispo Makarios, que fue elegido primer presidente.
La población turca aumentó rápidamente. Fueron traídos desde el interior de Turquía alrededor de 85.000 colonos, que alteraron la estructura demográfica.
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