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El natural encanto de San Andrés

Playas doradas, aguas turquesa y mucho relax y distensión en este pequeño paraíso colombiano, que atrapa por su personalidad




SAN ANDRES.– “No cierre la puerta corrediza –dice el chofer de la camioneta mientras arranca hacia el hotel–. Estamos en San Andrés.” La isla colombiana, a dos horas de vuelo al noroeste de Bogotá, casi frente a Costa Rica, demuestra personalidad desde el primer instante.
Los viajeros se aclimatan con la cálida brisa que llega del mar, mientras la radio contagia un ritmo alegre. Reciben las estilizadas palmeras que adornan edificios bajos y casas con vista a un gran mar turquesa, pocas veces visto. Siempre turquesa, esté nublado o a plena luz.
La isla no es de la categoría de los servicios cinco estrellas: su encanto es natural, sin artificios, y ése es su más preciado tesoro (si bien habrían sido varios los que escondió el temible pirata Morgan). Es un destino de relax total, porque en San Andrés lo fundamental es sentirse cómodo y pasarla bien. Y esto se decodifica de inmediato: con un traje de baño, remeras, bermudas, anteojos de sol y un sombrero, las vacaciones están resueltas.
Para completar el kit faltaría algo más: un buen par de antiparras, porque en cualquier baño en la orilla de cualquiera de sus playas, nunca faltarán los peces de colores. Es que el archipiélago conformado por las islas San Andrés, Providencia y Santa Catarina posee uno de los mayores ecosistemas completos y representativos de la región tropical. En 2000 fue declarado por la Unesco Reserva de Biosfera, una de cien en el mundo.
Bien eligió el pirata Henry Morgan su mejor escondite para asaltar a los barcos españoles, donde seguramente haría algunas improvisadas inmersiones.
Su nombre suena en las islas todo el tiempo y hasta ven su cara en las piedras. Hay una especie de museo, La Cueva de Morgan, que lo recuerda con objetos encontrados en el mar (anclas, utensilios, espadas, barriles) guiado por isleños disfrazados de piratas, convencidos de que en esa misteriosa cueva coralina ocultaba su botín. Más allá de las leyendas, los sanandresinos recibieron una herencia latina y sajona. Descienden de los miskito; de los primeros puritanos ingleses que arribaron entre 1629 y 1641 tras la persecución religiosa en Inglaterra; de españoles invasores cansados de la piratería; de esclavos traídos de Jamaica y otras islas, y de colombianos, por supuesto. Las islas en 1860 se adhirieron a la Constitución colombiana. Por eso hay dos lenguas oficiales, el español y el creole, inglés criollo… indescifrable.

De cayo en cayo

Ya instalados en el hotel habrá que sentarse en un cómodo sillón de caña o hamaca paraguaya a pensar qué hacer para aprovechar el tiempo, sin presiones, claro. Podría ser una salida en lancha hacia un cayo para sentirse Robinson Crusoe, o algo más actual, un sobreviviente de la isla de Lost.
Johnny Cay es el lugar perfecto para disfrutar de un día de playa con vista a la costa, mientras suena el reggae a toda hora. Se llega en tan sólo 15 minutos, tras un paseo en el que no se puede despegar la mirada del agua con todas sus gamas.
Tras el primer chapuzón al bajar de la lancha, reciben hombres de rastas alborotadas que despachan bebidas refrescantes, los clásicos cocos llenos con ron y algún suave licor frutal, cerveza fría y pescados. Todo para relajarse en sillas y mesas de madera bajo la sombra de las palmeras, donde lo único que puede interrumpir el descanso sería el paso de un cangrejo desorientado.
Otra salida en lancha para programar es hacia El Acuario. No es ni Sea World ni Mundo Marino. Es todo natural. Se trata de una barrera coralina, con bancos de arena, para sumergirse con equipos de snorkeling y un calzado especial, para no destruir ni lastimarse. Todo está bien equipado con lockers y un restaurante para seguir con el relax. Está justo frente al hotel Decameron Mar Azul.
No cabe dudas de que el destino es ideal para los amantes del buceo, ya que el agua tiene una visibilidad que alcanza los 30 metros de profundidad, tiene un promedio de 26 grados de temperatura anual y hay 40 sitios para hacer inmersiones, con acuarios naturales, paredes, grutas y naufragios. Pero lo más importante: sus aguas albergan 57 especies de corales, 273 de peces, varias clases de tortugas marinas, esponjas exóticas y más.
Difícil se hace no estar en remojo todo el día. Para tomar sol, las playas de la isla ofrecen servicios de sombrillas y reposeras, están limpias, bien mantenidas y no hay concentración de turistas, porque en toda la costa este una playa compite con la otra en belleza.

Libre de impuestos

El que salga después del atardecer se tentará con otra alternativa bien diferente: paseos de compras en la zona céntrica, bien hacia el Norte. Como es puerto libre, se convierte en un free shop de varias manzanas, con ofertas principalmente de perfumes y bebidas alcohólicas. Conviene estar al tanto de los precios de los dutys del aeropuerto, para tener referencias y no dudar tanto si los precios son convenientes o no. Pero los descuentosse basan principalmente en las fragancias clásicas o en los frascos de 100 ml, hasta con un 50% off. Entonces seguirá la búsqueda del tesoro, y sin piratería, en un paseo tranquilo, a veces iluminado por palmeras electrónicas (uno de los pocos artificios) y calles ordenadas y siempre transitadas por ciclomotores, principal medio de locomoción.
La noche no es particularmente agitada. Hay música, entretenimiento, pero lo ideal es dormir temprano, porque San Andrés es para disfrutar minuto a minuto bajo la luz del sol.

Providencia, la tradicionalista

SAN ANDRES.- Quien viaje a San Andrés estará a un paso de Providencia. Y resulta un muy buen plan conocerla. A 20 minutos de vuelo espera una isla mucho más pequeña y con relieve montañoso, todavía inexplorado por el turista. Es que en la isla mantienen cierta reticencia hacia los turistas y conserva sus tradiciones de manera más fuerte, por eso se escucha más creole que español y la arquitectura es de influencia inglesa, con casas de madera con balcones. Y se ve que los lugareños sienten contradicciones sobre el turismo: saben que lo necesitan para su subsistencia, pero tienen claro que no quieren que el estilo de vida cambie. Cuidan tanto su ecosistema, que durante la época de desove de los cangrejos cortan las rutas, especialmente por la noche, cuando éstos retoman el camino hacia el mar, por lo que hay que caminar entre cientos de cangrejos que van despreocupados. Y con ellos se deberá lidiar para que no entren en las habitaciones, porque les atrae la luz. La naturaleza se siente. Se respira. Se vive todo el tiempo.
Los taxis no son amarillos ni negros. Y no son autos. Son las cajas de camionetas: uno sube, mira hacia arriba y todo es cielo, mar y flores. Por la noche, estrellas y un conmovedor silencio, excepto que algún cangrejo toque la puerta.
Providencia también tiene cayos, islotes para pasar el día. Aguas tan tranquilas como la de una piscina. Y es el paraíso del buceo, aunque todavía inexplorado incluso por buzos profesionales. Tiene un arrecife barrera de 33 km, el segundo en extensión del Caribe y uno de los mayores y más accesibles del mundo. Su particularidad, no abundan los animales grandes. Dicen que el arrecife es un gigante para miniaturistas, con nubes de peces diminutos de cientos de especies.

Hoteles all inclusive

Una de las cadenas all inclusive más importantes es Decameron, con varios hoteles repartidos por la isla y un servicio de traslado gratuito entre ellos, que permite comer en cualquiera de sus restaurantes y acceder a sus piscinas y playas. En total suman unos 20 restaurantes -incluidos los de cocina étnica-, que tienen espectáculos diferentes en los que se puede ver danzas caribeñas; en el más nuevo y de mayor categoría, Los Delfines, se escucha sólo el vaivén de las olas.
En armonía con la naturaleza, siempre rodedados de vegetación, tienen vistas privilegiadas, con decks frente al mar soñados, como el de El Isleño, en zona céntrica, que tiene vista a Johnny Cay, o el Mar Azul, que mira a El Acuario. El Aquarium se levanta sobre el agua en un conjunto de torres circulares. Todo está incluido en un solo paquete, que reúne naturaleza, entretenimiento, deportes y gastronomía. Hay para todos los gustos y si se elige uno, no se privará de los otros. Un sistema bien pensado.

Datos útiles

Cómo llegar

El ticket ida y vuelta a San Andrés, por Avianca, cuesta US$ 748, 60 con impuestos incluidos. Informes: 0800-444-2842

Dónde dormir

Paquetes: el precio del pasaje a San Andrés, con siete noches de alojamiento en el all inclusive Decameron San Luis (de tres estrellas), es de US$ 1225, impuestos incluidos. También es posible combinar 5 noches en el hotel Decameron San Luis con dos noches con pensión completa en Providencia (Miss Mary, Miss Elma o Aguas Dulces). Ese paquete cuesta US$ 1460, con los aéreos a esa isla de ida y vuelta e impuestos incluidos

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